La voz del narrador comenta por qué se acuerda con tantos detalles de su cumpleaños número veintiuno. Lo vemos entrando a un consultorio ese mismo día para recibir el resultado de su test de VIH y, alternado con el diálogo con la enfermera, aparece el recuerdo de cómo caen sus pantalones en un encuentro rápido en una calle oscura con otro adolescente inglés en las afueras de Londres. Al mismo tiempo que recibe en el consultorio la noticia de su inmunodeficiencia, toma conciencia de sus superpoderes y hace explorar con el pensamiento una taza que está a su lado, en una suerte de guiño para la escena de Carrie en la oficina del director. Esa es la secuencia que narra Morir y otros superpoderes, el nombre del corto filmado por Elias Ribeiro el año pasado con un guión basado en el cuento homónimo de Kristian Johns, en el que el protagonista debe aprender a lidiar con el novio violento y supermusculoso de su madre –con el que terminará en la ducha–, con el tratamiento de su enfermedad y con su recién descubierta telequinesis, todo en un tono que está muy lejos del drama y el lamento.