Bolsón, enero, Festival por la Diversidad. Un anudamiento que no tiene nada de mágico (aunque sea encantador) y mucho menos de natural. Un anudamiento hecho de preguntas, deseos y decisiones políticas que fermentan en pintadas, se bailan, se multiplican en el aire de las radios comunitarias y la radio pública, se visten de colores, se gritan desde una camioneta vestida de carroza para la fiesta y ocupan el espacio que se hace público por su presencia persistente (no por “permiso” municipal). Un anudamiento con cuerpos y con historias, siempre en plural, que desconcierta la prolijidad de un discurso único, desbarata la falsa calma de un funcionamiento basado en fidelidades corporativas, liderazgos fijos y consensos sometidos al conservadurismo de un orden jerárquico.

Lo hemos aprendido del feminismo: lo personal es político. En 2009 celebré y acompañé al grupo de mujeres que no se conformaron con abrir el armario sino que imaginaron Puertas Abiertas al Sur para El Bolsón. Seis años después, como muches otres, ya no soy acompañante ni espectadora, soy parte de un colectivo proliferante que marchó por la visibilidad, por el reconocimiento de la igualdad de derechos, contra la discriminación, por las leyes de matrimonio igualitario e Identidad de Género y sigue en movimiento... Un colectivo que nos involucra con les cumpas trans que no se conforman con intervenir el cuerpo y tener un nuevo DNI para deshacer el género. Para eso necesitamos seguir deshaciendo el capitalismo patriarcal entre todes.

Anudamiento y movimiento. A Félix Guattari, que ya en el ’73 denunciaba la masacre que el capitalismo estaba haciendo con nuestros cuerpos (y sexualidades), le hubiera gustado ver que en este rinconcito de Latinoamérica (y en tantos otros) la temida encarnación del poder y el saber hegemónicos confabulados entre sí no contaba con nuestra buena encarnadura: somos cuerpo vivo, somos tejido capaz de resistir, cicatrizar, reparar y recrearse.