Viernes, 6 de junio de 2014 | Hoy
Cada mes, quienes se atienden en el sistema público de salud reciben la medicación antirretroviral acorde con su tratamiento. En las obras sociales y prepagas, la distribución es a propio criterio y en algunos casos se hacen trámites cada 3 o 6 meses, en otras cada año. En la práctica, esto se traduce en una normativa discrecional cuyas máximas perjudicadas pasan a ser las personas viviendo con VIH que deben coordinar la visita al médico, las recetas, un resumen de historia clínica, el envío de todo este papelerío a las obras sociales, la espera de los informes aprobatorios, para luego ir a la farmacia para que nos den los medicamentos. Este trámite supone tiempo, burocracia, energía y angustia. Algo que puede impactar negativamente en la adherencia al tratamiento, o sea, en la calidad de vida. Esta burocracia también afecta a los médicos, quienes deben extender las recetas, redactar los informes, confeccionar los formularios.
La CHA viene realizando presentaciones ante las autoridades de los organismos de Salud de la Nación para modificar esta inercia burocrática. El Programa Nacional de Sida de Argentina, a través de su director, el Dr. Carlos Falistocco, explicó que “la Superintendencia de Servicios de Salud en su resolución 453, emitida el 16 de marzo de 2014, contempla todos los cambios necesarios que dan respuesta al reclamo realizado por la CHA sobre obras sociales y medicina prepaga”. En un artículo en Corresponsales Clave (www.corresponsalesclave.org), el testimonio de una persona viviendo con VIH ejemplifica esto: “Cada tres meses me hago los análisis bioquímicos en Fundación Huésped y debo renovar mi tratamiento en el IOMA. En Fundación Huésped me dan una receta ‘común y corriente’, pero IOMA, para entregarme los medicamentos, me exige una receta hecha en su recetario, que sólo tienes sus prestadores exclusivos, para lo cual debo sacar turno y esperar para que la escriba. Además tengo que llevar mi historia clínica, una fotocopia del Documento Nacional de Identidad y del carnet de afiliado a IOMA, el último recibo de sueldo y los últimos análisis bioquímicos, junto a la receta del prestador, a la sede del instituto en mi localidad (...). Todo este trámite es para que puedan hacer una tercera receta en el plan Meppes, una suerte de receta electrónica que producen ellos con una computadora después de que haya ido, en una semana o más, desde Luján (mi localidad) hasta Morón –un viaje de una hora aproximadamente– para que sea visto por un comité de doctores. Después de este recorrido me entregan la tercera receta (ya del plan Meppes) y debo ir a una farmacia, después de una semana y media, para obtener mi medicación. Si sumamos los tiempos, todos estos trámites pueden tomar tres semanas”.
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