“Ahora que de 10 personas jóvenes, 8 tienen por lo menos un tatuaje, tal vez lo más contestatario sea no estar tatuado. De todas formas, la respuesta estándar de la gente religiosa sigue siendo que el cuerpo es un templo sagrado que no se debe flagelar. En ese marco, tatuarse puede ser una forma más de afirmar ‘este cuerpo es mío’. Todavía hoy estar muy tatuado te sigue jugando en contra en un examen preocupacional, por ejemplo. Ok, muchos famosos y gente de plata se tatúan, pero ahí aparece un tema de clase: ellos no tienen que ir a buscar trabajo. Y sanitariamente persiste la discriminación: las personas con tatuajes seguimos sin poder donar sangre. También me ha tocado ir a un médico porque se me había infectado un tatuaje y que me conteste ‘jodete por hacerte eso’.”

Fernanda Chávez, lesbiana, estilista y tatuadora amateur