DE CóMO LESBIANAS Y VIEJOS ROMPEN TODO
› Por Nicola Fattan*
En la cultura leather existen, como mínimo, dos tipos de juegos de roles aparentemente diferentes, pero lo cierto es que se parecen: el leather daddy (viejo en cuero) y el leatherdyke (torta en cuero). El daddy puede describirse a partir de dos componentes básicos: gay viejo que está involucrado sexualmente con un hombre más joven y en una relación impregnada de dinámica paternalista, de padre e hijo, y que además se viste con cuero. Tenemos a un hombre que disfruta de ser un “padre” para su(s) muchachos o leatherboy(s). Lo mismo se aplica a la lesbiana. Es una butch o torta masculina comprometida en una relación “paternalista” con su chico(s) o chica(s) leather. Hay un artículo de C. Jacob Hales “Leatherdyke Boys y sus daddies: cómo tener sexo sin hombres y sin mujeres” donde se describe mejor ese rol: “Las leatherdyke boys son lesbianas adultas que encarnan una gama de masculinidades inteligibles dentro de la cultura leather queer, sus “hijxs” pueden ser lesbianas leather o, menos frecuentemente, hombres gay leather”. En estas dos dinámicas aparentemente opuestas de, por un lado, el viejo y su chico, y la torta y la suya, sigue existiendo el factor edad. Ambos están inmersos en un juego de edades (el rol del leatherboy es una actitud que se esboza a partir de una negociación, o ya está formateada así porque así es como se da en cuanto ambos se conocen). Se produce un juego de roles de género que desdibuja el binarismo normativo ofreciendo una multiplicidad de significativas y ampliadas experiencias. ¿Qué es el juego de roles de género? Por ejemplo, el chico cuando es sometido por su daddy tiene la posibilidad de explorar su masculinidad a través de la socialmente normativa sumisión femenina en la forma de una redefinición genital. Este chico ahora puede despojar su género de su sexo refriéndose a su ano como un orificio, o cualquier otro término de género neutral (“un hoyo”, es más popular). O puede adentrarse en su feminidad y pedirle a su daddy que lx penetre. Cuando este chico cambia sus definiciones genitales y lugares con su daddy, se involucra en un juego de roles. Ahora está disponible para múltiples roles. Esta misma idea es aplicable a las lesbianas. Una leatherdyke puede resignificar sus zonas sexuales también, por ejemplo, sumando un dildo que en escena se convierta en parte de su anatomía de daddy y gane una “significación fenomenológica”, porque ahora se ha vuelto una zona erógena independientemente de estar ligada o no al cuerpo. Ni femenino ni masculino, roles que fluyen.
Pero volvamos para atrás y focalicemos en el juego de edades que aparece en este tipo de relaciones. Desde afuera, puede parecer que estas relaciones están relacionadas con una pedofilia metafórica que se manifiesta en las edades del daddy y su leatherboy. Podemos tener una leatherdyke daddy que tenga un “hijo” que juega el rol de un chico de quince cuando en verdad tiene 26. Para esta escena podemos tener a la leather daddy interpretando el rol de directora de colegio que encuentra a su hijo burlándose de la maestra y entonces deberá darle su merecido en la oficina. Puesta en contexto es fácil ver que estas relaciones no son una metáfora de la pedofilia como lo podría interpretar alguien que mira de afuera, sino un tipo de juego que está mucho más arraigado psicológicamente. La parte queer de todo esto es la teatralidad cursi que uno podría esperar en este tipo de escenas. Las mismas ideas pueden aplicarse al leather daddy y su leather boy. El juego de edades es una actitud que se usa en estas escenas para explorar los deseos sexuales de los participantes. Podemos tener un leatherboy marica que se identifique como varón pero que en escena se vista con ropas femeninas y resignifique sus genitales como “vulva”. O al revés: una Leatherdyke Daddy que se comporte agresivamente, se deje crecer el vello facial (quizás tome hormonas para encoger sus pechos) y se vista de modo leather masculino para encajar mejor en el rol de “daddy agresivo”, e incluso viva su vida cotidiana de ese modo y todavía conserve rasgos femeninos a la vista, a pesar de todo esto que acabamos de describir.
¿Suena muy enredado? Esta suerte de contorción de género es una gema inusual en la cultura queer mainstream. Es por eso que la comunidad SM es considerada tabú, sea heterosexual o no. Porque ofrece a los participantes la posibilidad de explorar realmente su sexualidad. Los participantes pueden sacar al exterior un personaje que siempre tuvieron adentro. Solo imagínense cómo podrían reaccionar sus padres si se enteraran de que su hijo, aparentemente hetero, era en verdad un mariconcito que ama que lo aten a una cruz para ser penetrado por su daddy. ¿Les da “cosa”, no? Ese cosquilleo es la naturaleza eléctrica propia del tabú del cuero y todas las prácticas sexuales que con él se relacionan.
*Revista Schwulissimo.
Traducción: Dolores Curia
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