Viernes, 2 de septiembre de 2016 | Hoy
El activismo de la lentejuela.
Por Gustavo Pecoraro
México llora desconsolado con la voluptuosidad que impone la muerte de un artista popular, como fue con María Félix, Cantinflas, Pedro Infante o el mismo Roberto Bolaños. Y lloran las muxes, los manas, los jotos, las tortilleras, las Marimar, en este tiempo de “debate sobre derechos de todas y todos” como señala Roberto Zamarripa en su editorial del diario Reforma.
El filósofo y activista lgbti Ernesto Reséndiz Oikión exclamó que era el momento de “Vernos en las calles para gritar a todo pulmón: ¡Lo que se ve no se juzga! La homofobia y el machismo no pasarán en este país”. Hablamos con él horas antes de instalarse la capilla ardiente.
-Juan Gabriel ganó para el colectivo lgbti la dignidad de la libertad vivida sin reparos ni rubores. “Muy mis gustos”. Los amaneramientos ostensibles del Divo de Juárez en todos los escenarios fueron un desafío al machismo que asesina homosexuales en este país, el segundo con más crímenes de odio por homofobia en el mundo. Los muchos machos mochos tarareaban sus letras, que expresaban el vínculo de ternura con la madre y significaban una representación masculina que permitía a los hombres llorar por su mamá linda. Desde 1974, cuando grabó su primer disco, sus canciones son la educación sentimental de generaciones que aprendieron en el desamor la catarsis del alma.
-Jamás salió del clóset, porque nunca estuvo dentro de un armario, donde guardaba sus chaquetas de lentejuelas que iluminaban la noche diamantina. Ante él se rindieron clases, géneros, generaciones y nacionalidades, ricos y pobres, intelectuales, mujeres, machos y travestis, jóvenes y abuelas, políticos y desamparados. En un tuit, alguien resumió con belleza: “Juan Gabriel: el hombre que pisó la homofobia, la hizo lentejuelas y las usó en una chaqueta en Bellas Artes”.
-No fue un activista gay, aunque una vez declarase: “el amor lo aprendí de mis amigos gay, en Juárez”. El movimiento de liberación homosexual mexicano que floreció al final de la década de los setenta tiene como soundtrack las canciones del Divo. El activista Arturo Vázquez Barrón recordaba que: “En aquellos años lejanísimos de los inicios del movimiento gay mexicano, cuando en el FHAR (Frente Homosexual de Acción Revolucionaria) y Lambda empezábamos nuestra liberación al ritmo empoderador de ‘El Noa Noa’, aprendimos con Juanga otros modos de cantarnos y contarnos. Y que la vida misma podía ser un lugar de ambiente, donde todo es diferente.”
La canción “El Noa-Noa”, el bar de Ciudad Juárez donde inició su carrera meteórica, un bar que ya no existe y ahora es un estacionamiento, está considerada un himno gay, y muchos heterosexuales la bailan con singular alegría. La palabra de “ambiente” y su descripción “donde todo es diferente” construyen el espacio marica donde la libertad se vive en la diferencia.
La palabra “ambiente”, popularizada por la canción del Divo, sirvió como título a la publicación Nuevo ambiente, órgano de información del grupo Lambda de Liberación Homosexual, que tuvo su primer número en junio de 1979.
Si el escritor Salvador Novo fue “El Primer Joto del País”, en palabras del cronista Carlos Monsiváis, Juan Gabriel era “la Jotería de todo un país encarnada en su voz”. Le sobreviven hijos y nietos, porque fue un homosexual que formó familia. Le sobrevive un país entero que repudiaba la jotería, pero fue seducido por ella. En el contexto de la embestida fascista de la derecha mexicana que pretende anular el matrimonio igualitario, las canciones de Juanga son la bandera más alegre.
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