› Por Marga*
Una noche azul extrañamente diáfana. No hay fuegos de artificio. Si respira despacio llega a percibir un rumor que viene de algún lugar cercano. No está desvelada pero sigue tomando mate mientras se asoma a la ventana. Ese aire fresco le recuerda a su adolescencia, cuando intentaba escribir algún poema bajo la tenue luz del farolito de la calle. Una niña triste, un poco cuerda, un poco atormentada. Tanta espera contenida en un papel, en un suspiro. Lo efímero contrastando con el inexorable paso de los años.
Ha cenado temprano. Quiere dormir bien antes de un acontecimiento semejante. Pero una cierta ansiedad la mantiene en vilo.
Todavía escucha ese sonido. Ha dejado de ser un rumor para transformarse en otra cosa, quizás en un silbido, o en un eco... Podrá dormir porque es como un arrullo. No hay gritos, no hay estruendos. Todo eso ya ha pasado.
Deja el mate por la mitad, no debió haberle puesto esa cucharadita de café, y ya se ha lavado bastante. Duda si tirar o no esas hojas viejas, especie de diarios improvisados, agónicos, desesperanzados. Lo piensa mejor y guarda todo. Se acuesta. Cree ya no tener edad para pasar la noche en vela.
Da vueltas en la cama. El corazón se le acelera por momentos, intenta relajarse. Deja fluir esa tensión que le es ajena.
Algo la despierta, se incorpora sobresaltada, con taquicardia. Pisa unas hojas desparramadas por el suelo. Aún es de noche. El perro del vecino ladra en la terraza a algún transeúnte solitario. Hay un fuerte olor a pólvora quemada.
Soñó que estaba en una suerte de festejo. Se sentía radiante, relajada.
En unas horas, cuando amanezca y finalmente haga su salida del armario tal cual se lo he propuesto, quizás sean muchas más las que lo hagan. Es eso lo que siente, una energía latente la atraviesa, a ella y a toda la ciudad que todavía duerme.
Este amanecer será distinto. Después de tanto tiempo, comenzará a vivir el primer día del primer año del resto de su vida. Viviéndola como se debe. Con todo el orgullo, con toda la paz, la determinación... Sin temores, sin miedos. La frente bien alta. Como todas deberíamos vivirla. Como lo que es. Una fiesta inolvidable.
*autora del blog Hay Mujeres, premio bitácora 2008
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