Viernes, 14 de agosto de 2009 | Hoy
BáRBARA GRANVER, BRASIL
–El hecho de haber nacido con un falo no hace de mí una persona trans, soy una mujer. No tengo ninguna consideración negativa sobre la identidad trans, pero no es la mía y no me gustaría sentirme obligada a adoptar una identidad que no elijo. Empecé mi transformación a los 12 o 13 años, cuando empecé a adquirir características físicas llamadas masculinas, y que yo no quería. Creo que lo más importante que hay que aclarar es que experimenté una transformación meramente física y no identitaria, porque desde muy niña me vi como mujer y me identifiqué con ellas.
–Me identificaba mucho con las luchas feministas de la década del ’70, por ejemplo. Veía a esas mujeres complejas y revolucionarias y las admiraba. No sólo a las mujeres de carne y hueso, sino a los personajes de televisión, del cine, tuve una identificación muy fuerte.
–Creo que la discusión pasa hoy por cómo construir nuevos rumbos para que la corporalidad no sea una referencia limitadora o definitiva para quienes integran el movimiento feminista. El cuerpo no marca nada, es sólo un cuerpo. Lo que marca es nuestra concepción acerca de él. Un pene es un pene, no es un órgano sexual masculino. Nacemos con un cuerpo y no con una referencia sobre él. Las personas trans han aportado una reflexión muy crítica: el cuerpo no implica naturalmente una distinción de los géneros, aunque forme parte de la identidad de un individuo. No hay una diferencia o equivalencia entre las personas a partir de él. Se cree que las agendas son separadas y sus espacios distintos y diferenciados, y que las personas trans tienen que estar integradas únicamente a los espacios políticos de discusión de su sexualidad. Como si su vivencia pudiera ser resumida y limitada a una agenda ligada a sus cuerpos o sus expresiones o performances sexuales, pero son ciudadanas políticas, politizadas, que pueden contribuir y actuar mucho más ampliamente.
–Existe una gran militancia trans. Hay una articulación nacional de travestis y transexuales entre sí, con más de 300 organizaciones reunidas y fortalecidas para una agenda política. Pero hay rumbos bastantes distintos y complejos en la trayectoria política de quienes han nacido con falo y tienen una identidad de género femenina. Es muy fácil generalizar bajo el nombre de trans, trans es también una nomenclatura y por lo tanto una construcción cultural acerca de lo que es presumible sobre ellas. En Brasil hay un grupo que no se reconoce a sí mismo como trans, pero sí como mujeres. Este grupo tiene ahora una organización distinta del Colectivo Nacional de Transexuales. Cambió su nombre por “Aracé”, una expresión en lengua indígena local que significa “amanecer”, el anuncio de un nuevo día. Este grupo articuló políticamente un diálogo con el gobierno federal y hemos logrado una atención a la salud de estas mujeres dentro de la política integral. Yo creo que podemos decir, por este motivo, que Brasil hoy es un país revolucionario, porque cuenta con políticas para la salud de la mujer basadas en la identidad y no en su cuerpo, independientemente de una cirugía, porque no todas las mujeres que integran este grupo se han operado. Tenemos un ministro de salud que implementó esta política de salud y también tenemos un ministerio de la mujer que las reconoce como tales... Yo creo en la integración de las personas trans a las agendas feministas, porque ellas son feministas.
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