Dom 27.01.2008
turismo

ESCAPADAS

Si breve, dos veces bueno

El calendario marca la mitad de las vacaciones estivales. Antes o después, o en lugar de un descanso largo, es buena hora para salidas cortas que se pueden hacer en el término de un día o un largo fin de semana.

› Por Graciela Cutuli

En mitad del verano, y con los días más largos que nunca, tanto quienes ya tienen las vacaciones en el recuerdo como los que todavía cuentan los días para llegar a destino pueden aprovechar la oportunidad para algunas salidas cortas, de día o fin de semana (si es prolongado, mejor), que invitan a recorrer nuevos lugares, redescubrir viejos conocidos, y explorar aquellos destinos que han quedado en la “lista de deseos” del resto del año. Un poco de historia, un poco de naturaleza, un toque de buena mesa y bastante de descanso: la fórmula es conocida pero el resultado siempre es renovador. Antes de partir, basta un sencillo plan de viaje (en lo posible evitar los fines de semana en que se recambian las quincenas turísticas) para programar las actividades de este miniveraneo bajo el lema de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Las callecitas de Colonia del Sacramento tienen su propio “no sé qué”.

La otra orilla rioplatense

Bien cierto es que el Río de la Plata deja del otro lado toda la arena que nos niega de éste. Para comprobarlo basta cruzarse a Colonia –puede ser en la travesía larga, de tres horas, o en buques rápidos que en 50 minutos habrán atravesado el ancho “mar dulce”–- y recorrer las invitadoras playitas del río, mirando hacia los muros y las buganvillas de la ciudad vieja. ¡Ni en sueños se podría decir que están tan cerca el calor y el bullicio de Buenos Aires!

Las callecitas de Colonia tienen su propio “no sé qué”, que en realidad es bien sabido: muros y calles de piedra, con nombres románticos escritos en azulejos de prosapia portuguesa, los restos de un fuerte que cuenta historias de antiguas batallas, un faro alto y vigilante que se cierne sobre las casitas bajas, un ritmo tranquilo donde no parece haber lugar alguno para la prisa. Un poco más lejos, la antigua plaza de toros, que evoca los tiempos en que un continuo vaivén de turistas –allá por principios del siglo XX– venía a probar suerte en el casino de Colonia. Hoy día se viene a Colonia para pasear a pie y respirar historia; para alquilar una bicicleta o vehículo eléctrico y recorrer las orillas “color león” del río; para sentir que en alguna parte, misteriosamente, el tiempo se detuvo. Alcanza con un día, pero si hay dos es ideal, ya que también se puede pasar un día en una estancia cercana, o bien conocer la vecina Colonia Suiza, donde se proponen también buenos platos de origen centroeuropeo.

–Se puede conseguir paquetes de dos días-una noche en Colonia a partir de $300 por persona, con traslado en buque lento, alojamiento y city-tour. Informes: www.buquebus.com
–Colonia ofrece una variante del trekking conocida como “coastering”, es decir, caminar por la costa sorteando accidentes geográficos, oleaje y terrenos con dificultades. Informes en [email protected]; Tel. 4721-4519.

Bosque a orilla del mar

Para cambiar un poco de las playas de siempre, hay que irse un poco más al sur. El viaje llevará más tiempo si se parte de Buenos Aires, pero vale la pena: el destino puede ser Pehuén-Có, un balneario cercano a Bahía Blanca, donde los médanos se cubren de bosque y el ruido de los cuatriciclos todavía no tapó el rumor del mar.

Como en gran parte de la historia atlántica, detrás de Pehuén-Có está la historia de una voluntad. Primero los médanos fueron cubiertos con lienzos y sujetados con estacas de tamarisco; luego se plantaron pinos y eucaliptos cuidadosamente regados; luego se cubrieron los médanos con paja para fijarlos... finalmente triunfó el esfuerzo y el antiguo páramo se convirtió en balneario. Hoy día, lo mejor es su yacimiento de huellas petrificadas de megaterios, grandes animales extinguidos que habitaron estas partes de las pampas. Increíbles, pero también muy frágiles, ya fueron muy dañadas y deben visitarse sólo con guía y el máximo de los cuidados. A pocos kilómetros se encuentra también la zona conocida como Las Rocas, o Barrancas de Monte Hermoso, en cuyos acantilados se hallaron restos de vertebrados de varios millones de años (no sorprende que la zona haya atraído a Florentino Ameghino y Charles Darwin, entre otros científicos).

Dentro mismo de la ciudad, que parece gustar de las construcciones bizarras, hay una Casa Barco –cuidadosamente construida con todos los detalles de una embarcación por un inmigrante italiano– y una Casa Molino, singular homenaje a los molinos de viento de Don Quijote de la Mancha.

–Delegación Municipal de Pehuén-Có: Av. San Martín y
Calle 4, Tel. 02921-497080.
–Dirección de Turismo de Punta Alta: Alberdi 478 (Punta Alta), 02932– 421595.
–En febrero se consigue hotelería a partir de $95 la habitación doble; cabañas para cuatro personas a partir de $150.
www.visitapehuenco.com.ar

En San Pedro, el Paraná, las naranjas y una visita a La Campiña de Mónica y César.

Arte y naranjas

A un par de horas de Buenos Aires espera San Pedro, un rincón privilegiado a orillas del Paraná, con barrancas, islas y un casco histórico de remembranzas coloniales. Tradicional zona de plantación de naranjas y cítricos, un buen lugar para quienes gustan del “turismo productivo” es realizar la visita guiada gratuita que se ofrece en La Campiña de Mónica y César. Allí se explica con lujo de detalles todo lo relativo a la creación de la plantación de naranjos, el tratamiento de las frutas para la exportación y su posterior procesamiento en dulces y otros productos. El galpón de empaque está en funcionamiento los días de semana y los sábados por la mañana; también se visita un rosedal y se puede comer en el restaurante aledaño.

A poca distancia, el lugar a visitar es el Sueño del Tano, un parque de esculturas en cemento construido con paciencia y empeño por el inmigrante sardo Graziano Penduzzu. Seres mitológicos, personalidades históricas, animales, todo tiene cabida en este parque ecléctico pero bien logrado, que logra transmitir emoción y despertar curiosidad en el recorrido de las figuras, donde se destaca un gran reloj de agua que indica año, día, hora y minutos con rara precisión. El parque incluye un museo con toda clase de curiosidades, organizado en forma temática.

Siguiendo unos 20 kilómetros por la misma ruta se puede conocer la Vuelta de Obligado, donde las tropas del país aún en formación enfrentaron el avance de los invasores ingleses y franceses. Un recorte de historia, para un día al natural sobre el Paraná, en un lugar que muchos eligen para la observación de aves (la Reserva Municipal Vuelta de Obligado está catalogada entre las áreas importantes por BirdLife International) y otras actividades de ecoturismo, como las caminatas y safaris fotográficos.

–Se llega a San Pedro por Acceso Norte, Ruta 9, hasta el km 160.
–Navegación por el Paraná y otras excursiones: (03329) 431000 / 421600; (03329) 424156.
–Visitas guiadas a las plantaciones y galpón de empaque: www.lacampinia.com.ar.
–Informes turísticos: lunes a viernes (03329) 429246 / 422058; fines de semana (03329) 428483 / 429406.

El Delta. Un mundo acuático con “calles” de agua, tan cerca del urbano mundo de cemento.

Tierras del yaguarete

Dicen que en lo que hoy es Tigre vivía antaño una pareja de cazadores famosos en la captura del yaguareté, el “tigre americano”. Leyenda o verdad, le legaron a esta zona del norte de Buenos Aires el nombre de Tigre, una localidad que creció con el tiempo a fuerza de tierras fértiles y fascinación por las aguas del Delta. El Tigre es tierra de navegantes y pescadores, que remontan cuanto pueden río arriba en busca del pejerrey y de los “reyes del Paraná”, dorados y surubíes. En los últimos tiempos se multiplicaron también las posibilidades de relax y spa en el entorno verde y tranquilo de las islas, en la forma de lodges que proponen una suerte de ecodescanso.

Para un poco más de movimiento, lo tradicional es el Puerto de Frutos, de donde parten las excursiones en catamarán, las lanchas almacén encargadas de abastecer a los isleños y adonde llegan los barcos madereros con troncos procedentes del Delta. El nombre tiene razón de ser en los cítricos, peras y manzanas que se cultivan en las islas y se venden aquí, acompañados por el perfume de las flores que crecen en los cuidados jardines de las islas, o silvestres. En el puerto funciona, además, un variopinto mercado con toda clase de productos artesanales, desde los realizados en mimbre y caña –un sello regional– hasta los muebles, tejidos y dulces salidos de las manos hábiles de artesanas y artesanos locales. Los golosos encontrarán sin duda las nueces de pecan, también llamadas “nueces del Tigre”, aunque son oriundas de Norteamérica.

A la hora del paseo, después del recorrido en catamarán no hay que perderse el “paraje histórico”, delimitado por los ríos Luján, Tigre y Reconquista, donde se encuentran varias casas antiguas de valor patrimonial: el Almacén Faggionato, la antigua Aduana, que aún conserva parte de los techos originales, la casa de la familia Peró, la casa Monsegur, y el emblemático ex Tigre Club. Para los más chicos, está a un paso el Parque de la Costa, con juegos para todas las edades, y al que se puede acceder en vehículo o a través del Tren de la Costa.

–Ente de Turismo de Tigre: Estación Fluvial de Tigre, Mitre 305, Tel. 4512-4497/98.
–Puerto de Frutos: abre todos los días de 10 a 19.
–Para movilizarse en el Tigre es posible tomar excursiones turísticas en catamarán, lanchas colectivas (no funcionan de noche) o lanchas taxi, que funcionan igual que los vehículos urbanos... pero en el agua.
–Desde Tigre se puede extender la visita por vía fluvial hasta la Isla Martín García (realiza el servicio Cacciola Viajes), Tel. 4393-6100.

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