CUBA > SANTA MARíA, ENSENACHOS Y LAS BRUJAS
Frente a la costa norte de Cuba, en la provincia de Villa Clara, se concentran unos 500 cayos de arena blanca de los que sobresalen tres, Ensenachos, Las Brujas y Santa María, considerados entre los nuevos paraísos turísticos de la mayor de las Antillas. Están unidos a la isla grande por un pedraplén de 48 kilómetros. Una visita a Cayo Levisa en la provincia de Pinar del Río.
› Por Julián Varsavsky
En Cuba hay 600 kilómetros de playas y más de 4 mil cayos e islotes, la mayoría en estado virgen y casi intocados, en un sentido literal, por la mano del hombre. Por alguna razón que nadie podría explicar con mucho fundamento, en el mundo occidental se considera que el ideal del paraíso en la tierra es una isla desierta con arenas blancas y cocoteros, y unas aguas cálidas muy cristalinas llenas de peces de colores. Y aunque las Sagradas Escrituras casi nada digan sobre cómo era el Jardín del Edén, parece existir un convencimiento unánime de que el paraíso tiene que ser así. Por eso en Cuba el turismo crece sin parar y de a poco se van habilitando nuevas playas para ofrecerles a los viajeros su merecida y breve estadía en el paraíso –evocando sin dudas a aquella pareja originaria que saboreó las primeras mieles de la felicidad–, aunque siempre con pasaje de regreso al “infierno terrenal”.
En la costa norte de Cuba, en la provincia de Villa Clara, hay tres cayos que recientemente comenzaron a recibir turistas. Están a unos 30 kilómetros de la Isla Grande, aunque unidos a sus costas por una ruta (pedraplén) de 40 kilómetros. Esta ruta, que también conecta los cayos entre sí, tiene 46 puentes y ganó el premio Puente de Alcántara a la mejor obra civil iberoamericana por respetar el entorno natural y la biodiversidad de la Bahía de Buenavista, declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco. Ya el viaje hasta los cayos por el pedraplén, desde el pueblito de pescadores de Caibarién, es un paseo increíble entre las aguas turquesas con toda clase de aves marinas revoloteando alrededor. Y a lo lejos se ven varios de los Cayos de la Herradura, que suman más de 500 desperdigados en un área natural de 1300 kilómetros cuadrados, surcados por los canales de un laberinto de islotes cercanos a la ruta donde Ernest Hemingway perseguía submarinos nazis, otrora también refugio de corsarios y piratas.
El primero de los cayos es Las Brujas, con su formidable playa de dos kilómetros que se extiende en el litoral norte y alberga al único hotel de este islote, un complejo de veinticuatro cabañas de madera considerado entre los mejores de Cuba. Además de un descanso intimista, la playa del cayo Las Brujas es ideal para los amantes del buceo, la pesca y la navegación, aprovechando las instalaciones de la Marina Gaviota. El cayo también tiene un aeropuerto para aviones pequeños y medianos.
Siguiendo el curso del pedraplén se llega al cayo Ensenachos, un antiguo asentamiento indígena con forma de herradura y con las mejores playas del archipiélago, llamadas El Megano y Ensenachos, donde la arena es muy fina y tan blanca que al rayo del sol parece talco. En Ensenachos también hay un solo hotel –y no se planea abrir otros para preservar el ambiente–, en este caso un cinco estrellas de 500 habitaciones con vista al mar, rodeado de cocoteros, palmas de corojo y floridas buganvillas.
El tercer cayo que aparece al final de “la carretera de las aguas” es el Santa María, el mayor de todos, con 14 kilómetros de largo y dos de ancho. Es también el más visitado, ya que tiene tres hoteles y 10 kilómetros de playa para elegir, entre ellas las llamadas Perla Blanca, Las Caletas y Los Delfines. Ubicado 45 kilómetros mar adentro, sus playas tienen un poco más de oleaje que las de los otros cayos, y se practican en ellas toda clase de actividades acuáticas. Además hay veinticuatro sitios de inmersión para buceadores.
Desde cualquiera de los tres cayos se suelen hacer visitas a Remedios, un pueblo con un casco colonial famoso por sus “parrandas navideñas”; la ciudad de Santa Clara, donde está el mausoleo de El Che; y Trinidad, un pueblito que permaneció detenido en el tiempo desde la época de la colonia.
Hay un último cayo llamado Francés –al que se llega navegando–, donde la mayor curiosidad es un barco que encalló hace 70 años y fue reconvertido recientemente en un hotel flotante. El buque San Pascual es una rareza naval construida con hormigón armado en un astillero de San Francisco que, al quedar varado en el cayo, fue utilizado durante la Segunda Guerra Mundial por la marina norteamericana como base para cubrir las costas cubanas frente a los ataques de los submarinos nazis.
También en la costa norte de la isla de Cuba, pero en la provincia occidental de Pinar del Río, el cayo Levisa es otro de los paraísos todavía casi secretos de Cuba. Es parte de un conjunto de islotes y cayos conocidos como archipiélago de Los Colorados, y la única forma de llegar es navegando media hora desde el embarcadero de Palma Rubia. El único complejo hotelero del cayo tiene 40 cabañas junto al mar y gran parte de los visitantes llega atraída por la calidad del buceo en la zona. En su maravilloso arrecife de coral hay unas quinientas clases de peces, doscientas de esponjas, toda clase de estrellas de mar y corales estrella, abanico, cerebro y gorgonias plumosas.
Desde cayo Levisa se visita otro cayo llamado Mégano de Casiguas, con una playa desierta de 500 metros y una increíble barrera de coral. El cayo tiene su fama porque era el favorito de Hemingway, quien pasó muchos días allí escribiendo su novela Islas en el Mar.
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