Domingo, 15 de julio de 2007 | Hoy
SALTA > EN EL VALLE DE LAS BODEGAS
En los Valles Calchaquíes, Cafayate es un centro turístico que gana cada vez más renombre por su pujante vitivinicultura. La Ruta del Vino regional incluye visitas a bodegas y degustaciones. En la ciudad, artesanías, historia y cultura.
Por Graciela Cutuli
En Cafayate, las proporciones juegan con los ojos y las sensaciones. Tiene aire de ciudad, con su plaza y el centro donde se concentran negocios y puestos de artesanías, pero no deja de ser un pueblo salteño, que supera apenas los 10 mil habitantes. En medio de un valle llano y ancho, parece una ciudad de llanura, pero el altímetro confirma que se está a unos 1600 metros de altura, entre cerros que sobrepasan los 3 mil metros. Lo innegable es su estatuto de capital de los Valles Calchaquíes. Más grande, más comercial, más activa que Cachi y los demás pueblos del valle, ostenta además la nueva riqueza que le otorga una industria vitivinícola en pleno auge, y que cosecha premios y elogios en todo el mundo.
En la entrada misma de Cafayate, el guía advierte: “Si les gusta algo más auténtico, más autóctono, les recomiendo quedarse con las impresiones de Cachi. Si les gusta una ciudad más activa y más dada al turismo, entonces preferirá Cafayate”. El contraste es justo, y fuerte. Cachi es apenas un pueblo olvidado por el tiempo y la actividad de los hombres que recién se despierta al turismo. Si bien ofrece servicios completos y algunos de excelente nivel, la oferta es mucho mayor y diversa en Cafayate, donde se tiene sin embargo la rara sensación de transitar, en plena montaña, un pueblo pampeano de cuadras lisas y rectangulares.
Se puede llegar a Cafayate únicamente de dos maneras: por la Ruta 40, desde Tafí en Tucumán, o desde Cachi en las puertas de la Puna salteña, o bien por la Ruta 68, que viene desde Salta Capital por el Embalse Cabra Corral, pasando por paisajes de increíble belleza y formaciones geológicas sorprendentes. La Ruta 40 entre Cafayate y Cachi no está en su mejor tramo, y el ripio se suma a curvas pronunciada, una vía angosta y largas horas de viaje. Si se trata sólo de una excursión para visitar bodegas o para conocer nada más que la ciudad, es preferible llegar desde Salta directamente por la segunda ruta. Si la idea es recorrer el valle e ir al encuentro de sus sorpresas, es mejor seguir el lento y retorcido hilo que dibuja la mítica Ruta 40 sobre los suelos polvorientos y áridos que bordean el lecho del río Calchaquí.
UVAS DE ALTURA Este mismo suelo se transforma, gracias a las acequias que forman un laberinto de agua corriente y cristalina en torno de la ciudad, en una especie de polvo de oro, ya que resulta propicio al cultivo de cepajes de vid que son luego transformados en vinos cada vez más renombrados y solicitados. Son de hecho los vinos más altos del mundo, junto con los de la vecina Colomé. Las bodegas de Cafayate son las herederas de una de las tantas historias de pioneros y colonos que se escribieron en toda la Argentina de los siglos pasados. Los primeros plantines de vid llegaron a Salta en 1556, desde Chile, para producir vinos de misa. En 1886, colonos europeos introdujeron cepajes variados, entre ellos el torrontés, que hizo la fama de los vinos cafayatenses. Las primeras bodegas constituidas como tales para la producción comercial de vinos fueron abiertas a partir de 1850.
Pero la historia de Cafayate se remonta a mucho más atrás. Su nombre es de origen quechua, aunque no haya un consenso sobre el significado de esta palabra, que quiere decir para algunos “cajón de agua”, mientras que para otros hace referencia a un cacique. Lo que sí está documentado, y de manera bien concreta en una esquina de la plaza de la ciudad, es que este nombre se prestó a confusiones. En medio de edificios salteños y al lado de una iglesia muy típica del Noroeste, la construcción que alberga la sucursal local del Banco Nación tiene aspectos marcadamente patagónicos. Se dice que los arquitectos del banco confundieron Cafayate y El Calafate, y mandaron los planos de uno a otro lugar: es así que en medio de los Valles Calchaquíes hay un “rincón patagónico”...
Lo que no se presta a confusión es que Cafayate fue siempre un asentamiento indígena de importancia, tanto antes como después de la Conquista española. Cafayate existe oficialmente en los mapas argentinos desde 1828, cuando la viuda de un alcalde de Salta de aquella época donó los terrenos para la edificación de una iglesia y un pueblo. El trazado original contemplaba nueve manzanas, entre los ríos Chuscas y Loro Huasi. La abundancia de aguas impulsó la llegada de colonos, y la excelente adaptación de la vid fue el motor de crecimiento de la ciudad que a principios del siglo XX era la segunda en importancia de la provincia de Salta, con unos 2 mil habitantes.
PASEANDO POR LA CIUDAD Luego de este auge, los valles y Cafayate parecen haber dormido una larga siesta, y fue recién con la llegada del turismo que la ciudad retomó un nuevo impulso, prefigurando el excepcional empuje que le da en la actualidad la industria vitivinícola. Desde hace varios años, Cafayate atrae a los turistas que recorren la provincia de Salta y llegan hasta los Valles Calchaquíes, pero también a numerosos artesanos, del resto de la provincia y de muchas otras partes del país, que se instalaron y ofrecen sus productos, de mayor o menor calidad creativa, a los turistas. En el mercado artesanal y en muchos otros puntos de la ciudad se proponen ponchos, alfarerías e incontables recuerdos o adornos. Entre los más genuinos de Cafayate están los canastos, los sombreros y demás objetos trenzados en paja simbol, típica de la zona, que recuerda a los objetos de mimbre.
Cafayate es también un importante centro cultural, donde se realizan festivales de música. Gracias al sol casi siempre presente sobre sus techos, y con el vino al alcance de la mano, el calendario de eventos culturales cafayateño siempre es seguido con asiduidad por gente de todo el Noroeste y más lejos aún. En un rincón de la villa, se encuentra un predio preparado para espectáculos y para el festival que pone a Cafayate en el ámbito cultural nacional cada año.
Sea por un evento cultural, sea para recorrer las bodegas (¿quién dijo que el vino no es cultura?), el paseo por el casco urbano tiene que recorrer la plaza (que ofrece lindas vistas hacia las montañas en el horizonte), la iglesia (muy “nueva” para criterios salteños, ya que fue construida a fines del siglo XIX), el Mercado Artesanal, y el Museo Histórico Rodolfo Bravo (un pequeño museo privado que exhibe una colección personal recopilada en la región por sus dueños).
CON UNA COPA EN LA MANO La verdadera estrella de Cafayate está más bien en las bodegas, que forman un circuito turístico aparte –la Ruta de los Vinos–, indicado por medio de cartelería especial a lo largo de todo el Valle Calchaquí, entre Cafayate y Cachi. Varias bodegas están abiertas al turismo, y reciben visitas en sus instalaciones a la vez que ofrecen degustaciones. A la salida de Cafayate, Vasija Secreta es la más antigua de todas, y en sus amplias instalaciones hay un museo con toneles y objetos del siglo pasado.
En las afueras del centro, el Hotel Viñas de Cafayate es una excelente opción para quienes quieran pernoctar en medio de los viñedos. Se trata de un hotel de categoría, que cuenta con todos los servicios, cuyas habitaciones fueron distribuidas alrededor de un patio interno y con una pileta estratégicamente situada en medio de los viñedos.
El torrontés es, por supuesto, el cepaje emblemático de Cafayate, y los vinos de la región son reconocidos en todo el mundo por la calidad de las uvas que se cultivan gracias a un suelo y un clima muy especial: suelos arenosos, aguas en abundancia, gran altura, humedad escasa. Las bodegas cafayateñas producen también vinos tintos, que se ganan cada vez más lugar junto a los blancos. Es cuestión de ir a probar, y brindar por Cafayate y el éxito de sus vinos. Las bodegas que se visitan son la Finca del Cielo, Michel Torino, Etchart y Vasija Secreta, entre las principales.
Hay también otra ruta, sin degustaciones pero con paisajes de una increíble belleza, en las afueras de Cafayate: es la Ruta 68, que regresa a Salta. Aunque el circuito de uno pase por la Ruta 40, vale la pena seguirla un poco, por la Quebrada de las Conchas. Se pasa primero por médanos de arena blanca, que dan la ilusión de haber llegado a una playa, y luego por un valle entre montañas de múltiples colores, donde la erosión talló la formas más variadas. Al cabo de unos 50 kilómetros se llega al Anfiteatro y la Garganta del Diablo, dos recintos circulares, a cielo abierto, tallados en la roca por una cascada hoy desaparecida. En estos anfiteatros naturales se hacen espectáculos de música, gracias a la sorprendente acústica del lugar. Una experiencia para disfrutar, por supuesto, con una buena copa de torrontés en la mano.
Entre Cachi y Cafayate, la Ruta del Vino se interna un tiempo en las montañas para llegar hasta Colomé. Como un oasis en medio del desierto, esta bodega parece surgir de la nada. Un hotel de lujo y hectáreas de viñedos contrastan con la austeridad del valle. En Colomé, todo está hecho “a la suiza”, según la directivas y las ideas de su dueño, el magnate suizo del vino Donald Hess. Las vides son fertilizadas según principios biológicos, los lugareños fueron empleados y formados para trabajar en la bodega. En el pueblo, una capilla, una escuela, y un dispensario médico flamante contrastan con los servicios rurales generalmente precarios del Noroeste. Todo está financiado por la bodega. El lujoso hotel de cinco estrellas recibe visitantes de todo el mundo que vienen a conocer este otro fin del mundo que es Colomé. El éxito es tal que un segundo hotel está en proyecto para duplicar la capacidad de recepción. En cuanto a los vinos, son del mejor nivel, como todo lo que está hecho en Colomé, “Made in Switzerland”.
La Finca de las Nubes es uno de los imperdibles de Cafayate. Está algo alejada del centro, y hay que hacerse indicar bien el camino para llegar. Se encuentra al pie de las montañas y del cerro El Cajón. Entre cardones, algarrobos y vestigios de asentamientos indígenas, la pequeña bodega cultiva vides que producen vinos blancos y rosados. Está manejada por el enólogo José Luis Mounier y su esposa. Durante la visita a la bodega se puede recorrer también la finca, donde hay morteros usados por indígenas en tiempos prehispánicos, y se ven todavía terrazas de cultivos que escalonan la montaña. La bodega está cuidada hasta en sus más mínimos detalles, y en su pequeña boutique se pueden realizar degustaciones y comprar botellas.
Dirección de Turismo de Cafayate, tel.: (03868) 422224.
Casa de Salta en Buenos Aires: 4326-1314.
Hotel Viñas de Cafayate: 25 de Mayo, Camino al Divisadero. (03868) 422272.
Finca de las Nubes: Finca Las Nubes, Mercedes Mounier, (03868) 422129.
En Internet: www.turismosalta.gov.ar
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