Dom 29.07.2007
turismo

VILLA GESELL > SIEMPRE EN TEMPORADA

Las dunas del invierno

Con alma bohemia y un espíritu de regreso a lo natural, Villa Gesell disfruta del invierno marítimo con propuestas que van desde la libertad de los médanos hasta la calidez de sus ofertas gastronómicas.

› Por Graciela Cutuli

Hay lugares que no tienen estación, o que las tienen todas. En la costa, que en verano alcanza el punto culminante de movimiento, agitación y gente, el invierno ofrece un esperado contrapunto: el mar, siempre fiel, sigue estando con su rumor persistente y los médanos que dibujan una siempre cambiante línea de costa. Está presente el viento, que trae su caricia refrescante con perfume a pinos, y un sol esquivo que juega a las escondidas con las nubes que flotan sobre el vaivén de las olas. De las muchas cosas lindas que trae el invierno a Villa Gesell, tal vez hay dos que funcionan como imanes para el viajero en busca de descanso: el profundo silencio de las mañanas sin tránsito, y el paisaje de postal que dibuja la luna suspendida sobre el mar. Sin embargo, las propuestas de actividades funcionan durante todo el año (aunque estén más sujetas al clima que en el verano): la última yapa del invierno puede ser tanto internarse en las dunas vivas como aventurarse a un paseo por la playa a caballo... y a la noche. Y si se quiere un poco más de movimiento, Gesell lo tiene todo previsto, con una cartelera que le pone calor al frío.

Un paisaje cambiante

Por curioso que parezca, quedan todavía en nuestra costa lugares prácticamente vírgenes, a pocos kilómetros de algunas de las playas más concurridas del verano (que felizmente volvieron a tomar recientemente la fisonomía natural que merecen, con pasarelas de madera y construcciones más mimetizadas con el entorno de agua y arena). Unos 30 kilómetros al sur de Villa Gesell, el Faro Querandí es uno de estos lugares. Vigía impertérrito de un paisaje inmenso y solitario, el faro se encuentra a 65 metros sobre el nivel del mar, y tiene una altura de 54 metros, que lo convierte en el segundo del litoral marítimo argentino. Empezó a funcionar como reemplazo de una antigua baliza en 1922, diez años antes de que don Carlos Gesell se instalara en la zona, y todavía presta servicios, además de ser el símbolo de una reserva natural creada en los años ’90 con el objetivo de preservar el ecosistema de dunas. Técnicamente, es una “reserva de uso múltiple”, es decir, aquellas donde se pueden realizar actividades sin afectar el entorno (investigación, turismo, educación). La zona del faro ofrece desafíos, ya que las cambiantes dunas sólo pueden ser atravesadas a caballo o en vehículos 4x4, con guía a la cabeza. Cualquiera sea la alternativa elegida, es una rara sensación pensar que el relieve que hoy está ante nosotros, mañana puede haber desaparecido. Tratamos de fijarlo en alguna foto que muestre, al menos por unos instantes, el paisaje tal como lo vimos, antes de ser arrastrado por el viento y rediseñado en otro punto más o menos lejano de la costa. Una vez llegados al objetivo, son apenas 276 escalones los que hay que subir para dominar un paisaje que, desde la altura, se hace aún más inmenso, bañado en un persistente olor a mar que queda tan grabado como el móvil perfil de las dunas.

Descanso y a la mesa

Llevando todavía a cuestas el grato cansancio de la visita a las dunas, hay que pensar en reponer fuerzas. Y el invierno no sólo es tentador por el frío, sino por la ausencia de trajes de baño que invita a olvidarse de las calorías: buen momento entonces para elegir algunos de los lugares que propone un tipo de cocina heredada de la centroeuropea (alemana, austríaca o suiza). A la sombra de los bosques, uno de estos lugares es El Viejo Hobbit, una cervecería que sirve tablas de quesos y fiambres exactamente como si se acabara de salir de las páginas de un relato de duendes y elfos. La hora dulce llega en La Plaza, una casa de té especializada en el strudel, el tiramisú y la torta galesa, sin hablar de las tablas patagónicas, el locro y la fondue... Siempre en clave étnica, La Austríaca –donde cada año se organiza la Fiesta de la Salchicha y el Chucrut– también propone reponerse con tortas centroeuropeas, como para hacerse la ilusión de que por un rato los Alpes se han mudado a orillas de la costa atlántica.

Lo interesante es que, más allá de estas tradiciones heredadas, Villa Gesell busca forjarse una imagen propia –también en lo gastronómico– anclada en los productos locales. El resultado fue un concurso que buscó elegir el plato más representativo de la ciudad, ganado por el cocinero geselino Hernán García: su creación son los “rolls de brótola”, un plato que une un tradicional pescado de mar con una salsa basada en manteca de hierbas, hongos de pino, mayonesa de vino blanco y pimientos. Un sabor que hay que buscar y probar en los restaurantes de la zona, asistiendo así al nacimiento de lo que empieza a convertirse en tradición.

Para terminar el día, recorremos Villa Gesell en busca de otra de las almas que oculta su bosque: la del arte. El paisaje idílico y un alma bohemia no podían sino atraer a los artistas que, en el pequeño dédalo de calles costeras, abren las puertas de sus talleres para mostrar sus trabajos, desde esculturas hasta óleos, tallados en madera y tejidos en telar. Cálidos e invitadores, estos lugares permiten internarse en el proceso de creación y elaboración artística, hablando con los propios creadores y compartiendo sus experiencias.

A caballo en la arena

La naturaleza vuelve a llamar, tal vez porque en Gesell es dueña y señora y sólo hay que rendirse a sus encantos. Recorremos la playa, que está recuperando espacio gracias la eliminación del tránsito vehicular en la avenida costanera, y la colocación de un cerco de álamo que retiene la arena, pensando en conocerla –o re-conocerla, después de tantos veranos– pero de otra manera. A caballo, ¿por qué no? Desde los tiempos de los pioneros y los hippies nos rondan imágenes de crines al viento en una playa solitaria..., será la hora de materializar esa imagen en un paseo al atardecer que permita dejar atrás todo ruido para sentir sólo el vaivén del oleaje y el relinchar de los caballos arrastrado por el viento.

Saliendo de las playas renovadas, el destino es la Reserva Dunícola Norte, situada en el otro extremo respecto de la reserva del Faro Querandí. La hora le pone un toque de misterio al paisaje, que se va declinando en dunas alternadas con bajos de totoras y cortaderas, la mítica “hierba de la pampa”, a medida que los caballos se internan en el paisaje. Pronto nos perderíamos si no nos llevaran por este laberinto natural donde basta cerrar los ojos para perder el rumbo..., delicias que sólo lugares así pueden ofrecer en un mundo ultraseñalizado. Aguzando la vista entre las sombras, tratamos de divisar los animalitos huidizos que sabemos viven en este paisaje: liebres ligeras, las mimetizadas lagartijas, algún cuis curioso que se asoma para desaparecer rápidamente. A orillas del mar, todo es espuma y agua, donde se mojan las patas de los caballos para jugar con las olas iluminadas por el resplandor de la luna. Ya alto en el cielo, el astro blanco indica que es la hora de volver: y no muy lejos otro resplandor, el de un fogón, anuncia la calidez de la reunión última en torno al fuego para poner punto final a la invernal aventura geselina.

Datos utiles

Cómo llegar: Omnibus desde Retiro y trenes desde Constitución (en combinación con ómnibus). En auto, desde Buenos Aires por Ruta 2 hasta Esquina de Crotto, empalmando luego con las RP 63 y 11 hasta General Conesa. De allí RP 56 hasta General Madariaga, y nuevo empalme con la Ruta 11 hasta Villa Gesell.

Cabalgatas: La Peregrina, Calle 313 y alameda 201, (02255) 45-7015.

Alojamiento: En el centro de Gesell, a dos cuadras del mar, acaba de ser reinaugurado el Hotel 25 de Noviembre II, del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), que tiene 100 años de historia. Se suman así 86 plazas a la disponibilidad de alojamiento para esta temporada. El hotel tiene 44 habitaciones con aire acondicionado, cable y jacuzzi, sala de juegos infantiles, computadoras, sala de juegos y minigimnasio. Tel. 4381-2486 y 4381-4362; en Gesell 02255-462242.

Gastronomía

El Viejo Hobbit: Avenida 8 entre Paseos 111 y 112, (02265) 46-5851.

La Austríaca: Avenida 4 y Paseo 129.

La Plaza: Calles: 4 y 111.

Arte

Atelier de Alejandro Ruiz Acerbi: Paseo 102 entre Boulevard Silvio Gesell y Av. 13, tel. (02255) 45-1856.

Atelier Isabel Spiner - Las artes del fuego Taller Artístico: Alameda 206 entre Av. Buenos Aires y calle 302, tel. (02255) 45-7236.

Juan Carlos Egler - Trabajos en cuchillos: Av 8 Nº 333, tel. (02255) 45-7699/46-7640.

Liliana Haydeé Sala y Waldemar Hugo Sonneborn – Pinturas al óleo: Av. 10 Nº 2577 entre paseos 125 y 126, tel. (02255) 46-3603.

Vacaciones de invierno: Villa Gesell tiene una nutrida propuesta de teatro infantil, teatro para adultos, títeres, tango, festejos del Día del Niño, talleres de acrobacia y espectáculos musicales. Informes en la Secretaría de Turismo y en la Dirección de Deportes, Recreación y Tiempo Libre, Paseo 110 e/ Boulevard Silvio Gesell y Avenida 8, tel. (02255) 46-7018.

Secretaría de Turismo y Cultura - Municipalidad de Villa Gesell: 0800-44-GESELL - [email protected]
www.gesell.gov.ar

Beneficios temporada baja

Durante la temporada baja, Villa Gesell implementa un programa de beneficios en el que participan unos 150 establecimientos de distintos rubros. El programa funciona hasta el 30 de octubre. Mediante una cuponera que puede obtenerse gratuitamente en la página web www.gesell.gov.ar, o en los comercios adheridos, los turistas pueden acceder a descuentos y regalos en hoteles y cabañas, supermercados, rotiserías, remises, estaciones de servicio, golf, equitación, tenis, alquiler de vehículos, revelado de fotos y otros servicios. Sólo es necesario presentar un cupón en cualquiera de los comercios participantes de esta promoción, identificados con un sticker.

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