ARIZONA > EL CAñóN DEL COLORADO
A lo largo de cientos de kilómetros, el trabajo del tiempo y el río Colorado abrieron una larga hendidura en la tierra del norte de Arizona. Es el espectacular Cañón del Colorado, un destino para todos los extremos.
› Por Graciela Cutuli
Magnetismo e inmensidad. Aunque Estados Unidos sea la tierra de todas las enormidades, al norte de Arizona, donde la tierra se abre hasta lo más profundo para mostrar su corazón hacia el cielo abierto, el asombro vuelve a aflorar ante la magnificencia del paisaje. Durante millones de años, desde los tiempos primigenios de la Tierra, las aguas del río Colorado fueron dejando su huella hasta excavar en el terreno una hendidura que se extiende durante casi 450 kilómetros, con una profundidad que supera en algunos puntos los 1600 metros. Al mismo tiempo que el río y sus afluentes horadaban la piedra, la meseta del Colorado se fue elevando gradualmente, contribuyendo a la extremada profundidad de la garganta. El Gran Cañón del Colorado revela así los estratos que forman la historia del planeta, poniendo al descubierto los misterios geológicos y paleontológicos de una región que se recorre como un libro abierto en la página que lleva al pasado de la Tierra.
VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA Oficialmente, el Cañón del Colorado comienza en el sitio conocido como Lee’s Ferry, a pocos kilómetros de la ciudad de Page y de la frontera con Utah. Antiguamente, funcionaba aquí un servicio de ferry establecido por un colono mormón, en uno de los pocos lugares donde el río se podía cruzar de manera segura con los precarios medios del siglo XIX: décadas después el ferry, que había sido ampliamente usado por los viajeros que pasaban de Utah a Arizona, dejó de funcionar cuando se levantó el Puente Navajo, sobre el Marble Canyon. Actualmente, esta zona es punto de partida de excursiones de pesca y rafting: lo mismo que el resto de las actividades en el Cañón, todo debe hacerse con guías autorizados y auténticos conocedores de la zona, ya que las enormes extensiones, la soledad, la peligrosidad de las aguas y las altas temperaturas no hacen de este maravilloso sitio natural un buen lugar para aventurarse sin estar convenientemente preparados. En Lee’s Ferry, numerosas empresas de rafting lanzan sus lanchas al agua para excursiones que pueden durar al menos una semana. Otra posibilidad es embarcarse en aguas más tranquilas hacia el comienzo del dique de Glen Canyon, una obra realizada hace décadas para proveer agua y energía eléctrica a una vasta región de Arizona, pero que todavía hoy sigue siendo cuestionada con dureza por su impacto ecológico: la represa causó la inundación del Glen Canyon y la creación de un lago artificial, Lake Powell, que hizo desaparecer un área de gran importancia escénica y natural.
El Gran Cañón integra el área de drenaje del río Colorado, que se formó hace unos 40 millones de años, en tanto el cañón en sí mismo tiene una edad de unos seis millones de años, con el último tercio como el período de mayor erosión. Este fascinante proceso de sacar a la luz las distintas etapas de la formación de la Tierra sigue actualmente: todavía hoy el río sigue horadando su cauce paciente pero firmemente, revelando capas aún más antiguas de rocas milenarias. Para los geólogos, es como un viaje en el tiempo expuesto a los extremos climas de Arizona, un tesoro que regala la tierra a quienes se inician en los misterios de sus orígenes. También por eso, el Gran Cañón se ha visto envuelto en la increíble disputa que enfrenta a los científicos con los partidarios del relato bíblico de la creación del mundo, una polémica que en Estados Unidos tiene fuerza conservadora y ribetes políticos que superan ampliamente las connotaciones religiosas: los mismos que niegan los estudios darwinianos sobre la evolución de las especies y el origen del hombre aseguran que el Gran Cañón no puede tener los millones de años que calculan los científicos, porque el mundo en sí mismo sólo tiene los pocos miles que cuentan desde la creación bíblica.
TODOS LOS ROJOS La orilla norte del Gran Cañón (North Rim) se encuentra unos 300 metros más arriba que la orilla sur (South Rim), una asimetría debida a que el cauce del río pasa más cerca del borde sur. La mayor elevación también provoca temperaturas más bajas, que en invierno se traducen en nevadas espectaculares: por eso, aunque Arizona y el Gran Cañón se asocian habitualmente con la imagen del sol ardiente y el calor, hay que estar preparado para las temperaturas extremas, por la amplitud térmica habitual pero también por los cambios estacionales. El invierno, el contraste con la nieve no hace sino agregar belleza a los rojos intensos que caracterizan el paisaje, matizando de blanco las profundidades del cauce abierto en la meseta por el trabajo del río (si bien también hay que tener en cuenta que la nieve puede bloquear algunos de los accesos). Aunque las vistas del Gran Cañón son espectaculares de ambos lados, las de la orilla norte revelan mejor la extensión de su enorme hendidura natural, que llega hasta Grand Wash Fault, un área donde se yuxtaponen estratos volcánicos del Precámbrico y el Paleozoico con una zona de fallas, lagos recientes y desiertos de lava. Entre un extremo y otro, hay numerosos puntos de partida para excursiones de trekking y hiking, así como cabalgatas.
Otro itinerario que vale la pena hacer para llegar al Gran Cañón es partiendo del Desierto Sonoran, una amplia región árida y calurosa jalonada de cactus y rocas rojizas de formas caprichosas, que forman el Red Rock Country. Desde allí se atraviesa el Cañón de Oak Creek, una suerte de primo más pequeño que el Gran Cañón, pero de enorme belleza, hasta llegar a los miradores sobre la orilla sur. Con la vista fija en el espectacular paisaje, que se hunde y sube, serpentea y se esconde, no se puede sino pensar en las hazañas de los exploradores que dieron a conocer al mundo occidental esta maravilla natural hasta entonces sólo descubierta por los primeros habitantes de la región, esos indios que dieron origen a infinitas leyendas del Lejano Oeste en su feroz pero fallida lucha por resistir la llegada de los nuevos pobladores. A lo largo de las orillas sur (donde está el pueblo del Gran Cañón, o Grand Canyon Village) y este, así como la norte, hay numerosos puntos de observación: según el lugar de partida de cada visitante conviene elegir qué tramo del extenso cañón podrá recorrerse. Y sin duda una de las formas ideales desde el punto de vista panorámico son los vuelos en helicóptero, un clásico de los cines de pantalla gigante –o ahora en 3D– que permiten sobrevolar durante treinta o cuarenta minutos áreas extensas de increíbles colores y recovecos, sobre el cañón y el río Colorado, incluyendo el Dragon Corridor y la orilla norte.
EL PUEBLO NATIVO Antes o después de estos recorridos por el Gran Cañón, se puede visitar una reserva de indios navajos: la Navajo Indian Reservation fue establecida a mediados del siglo XIX y es la más grande de Estados Unidos. Sus partes más interesantes, incluyendo la de los indios hopi, están protegidas con el estatuto de Monumento Nacional o Parque Tribal, pero la gran belleza y el valor cultural de estos lugares no pueden sino provocar cierta tristeza cuando se recuerda de qué manera el pueblo indígena fue diezmado y forzado a la retirada, hasta quedar reducido a unos 8000 habitantes de los 200.000 que originalmente encontraron los colonizadores. Hoy día los navajos, un pueblo reservado pero no cerrado a los visitantes, conservan en gran parte su estilo de vida tradicional y sus costumbres, a las que hay que despojar sin embargo de todo glamour cinematográfico para comprender en su verdadera dimensión. La visita es una buena ocasión para adentrarse en el significado del arte navajo, basado en patrones geométricos que expresan en forma alegórica la lucha del pueblo indígena con los blancos, y las artesanías de plata con incrustaciones de piedras preciosas.
Desde marzo de este año es posible visitar el Skywalk al borde de la orilla oeste del Cañón del Colorado: se trata de un espectacular puente de acero y cristal que fue construido a 1300 metros sobre el lecho del río Colorado, como un gran semicírculo transparente totalmente suspendido en el aire y sujeto a la tierra sólo por sus extremos. A pesar de las garantizadas medidas de seguridad –según sus constructores, el Skywalk soporta el peso de 71 aviones Boeing 747 llenos, y resiste vientos superiores a los cien kilómetros por hora–, lo menos que se puede decir es que la experiencia es vertiginosa. A los pies del visitante, parado sobre un piso transparente, se extienden miles de metros hacia el vacío (no es de extrañar que se haya elegido a Buzz Aldrin, uno de los tripulantes de la primera nave que se posó en la Luna, para inaugurar el puente). Las mejores horas para la visita son el amanecer y el anochecer, y se organizan excursiones de un día desde Las Vegas que incluyen el almuerzo con los indios hualapai (el puente está situado en tierras indígenas, lo que trajo aparejado también problemas con parte de la comunidad, que se opuso a su construcción).
Las principales ciudades para emprender recorridos al Gran Cañón son Las Vegas, Phoenix y Flagstaff, a las que se puede llegar en avión para luego emprender el resto del recorrido en auto, ómnibus o excursiones con guía.
En caso de alquilar un auto para recorrer la zona por cuenta propia hay que tener en cuenta dos imprevistos: las tormentas de polvo, que pueden impactar también en las autopistas reduciendo peligrosamente la visibilidad, y las cortas pero violentas lluvias, que suelen darse en el verano y pueden provocar inundaciones.
En verano, las temperaturas altísimas obligan a seguir al pie de la letra las recomendaciones de consumo de líquidos y protección contra el sol necesarias para evitar golpes de calor, quemaduras y deshidratación.
Las excursiones de un día al Gran Cañón, incluyendo la visita a la reserva de indios navajos, los miradores y un vuelo en helicóptero, rondan los U$D 250 por persona. Sin el vuelo, alrededor de U$D 100.
Grand Canyon Skywalk: la entrada cuesta U$D 25. Tel.: 1 877 716 9378, www.grandcanyonswalk.com
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