Es una de las mansiones históricas más elegantes de todo Tigre, sobre la costa del río Luján, a pocos minutos de la estación fluvial. Su construcción se remonta al año 1890 y según documentos de la época habría pertenecido a la familia Bullrich en los tiempos dorados de Tigre, cuando la oligarquía porteña había convertido la zona en un exclusivo reducto dominical.

El estilo de la casona de dos pisos es una mezcla de Tudor –muy común en las viejas casonas de Mar del Plata– con el llamado Anne Queen. Se ingresa por unos peldaños de mármol blanco y una gran puerta de pinotea de cuatro metros de alto. En el interior están el comedor y una escalera de madera con barandas torneadas que conduce a los cuartos. Junto a la escalera hay unos maravillosos vitrales con figuras geométricas y dibujos antiguos con escenas de caza. De acuerdo con el gusto de comienzos del siglo XX –cuando el neorrenacentismo estaba de moda–, en el cielo raso hay frescos originales con imágenes de querubines. Las habitaciones son muy espaciosas, con grandes armarios antiguos, techos muy altos y vista al río. En la noche el silencio es absoluto y por la ventana se ve la fastuosidad nostálgica del renovado Tigre Club, iluminado como en sus días de esplendor. Cada cuarto tiene un hogar a leña y calefacción con tiro balanceado.

El estilo Tudor del recreo de Suteba, abierto a afiliados y a público en general.

El predio del recreo de Suteba es una isla en sí misma que mide 10 hectáreas y tiene también cinco módulos con cuatro cabañas cada uno recién inauguradas. Además hay una pileta de 25 metros, otra más chica, seis canchas de fútbol –junto a las de basquet, paddle y voley–, y un sector de parrillas. Y hay un restaurante con vista al río y una proveeduría.

En un área aparte está el camping –que funciona en verano–, dos quinchos para fiestas y un módulo de dormis para grupos de hasta 30 chicos. Muchos grupos de colegio vienen a pasar unos días en el lugar, aprovechando que a las escuelas de áreas carecientes no se les cobra por utilizar los dormis, mientras que a las escuelas públicas que puedan pagar se les cobra $ 2,5 por chico (se les permite traer la comida).