Dom 22.09.2002
turismo

TRENES TURISTICOS VIEDMA, BARILOCHE Y LA ESPEPA PATAGóNICA

Sobre rieles

Dos nuevos circuitos en tren permiten recorrer el norte de la Patagonia. Por un lado, se reabrió al público el renovado ramal que lleva de Viedma a Bariloche, y por el otro, se puso en marcha una locomotora a vapor que circula en las afueras de Bariloche. No son propuestas únicamente para nostálgicos de otras épocas, sino una manera diferente de conocer el paisaje patagónico.

Por Graciela Cutuli

Ya es un tema muy debatido: el abandono de la red ferroviaria en la Argentina se hizo cuando en el resto del mundo se buscaba dar más cabida al transporte sobre rieles. Es algo más de lo que pasa en el “reino del revés”. Sin embargo, a medida que el Estado daba en concesión o cerraba ramales, se crearon propuestas, muchas veces hechas a pulmón por fanáticos o empredimientos asociativos, en las cuales se trataba de rescatar el patrimonio ferroviario de la Argentina, uno de lo más importantes de las dos Américas.
Así circularon, a veces por pocas temporadas, trenes históricos o turísticos en las sierras cordobesas, en algunos sectores de la provincia de Buenos Aires, en Entre Ríos, etc. Los dos ejemplos más logrados de este fenómeno, manejados por empresas comerciales, son el Tren a las Nubes en Salta y el Tren del Fin del Mundo en Ushuauaia, ya clásicas propuestas turísticas y algunas de las mejores opciones que ofrece el país para muchos extranjeros.

Del oceano a la cordillera Siguiendo esta tendencia, se acaban de reabrir dos ramales más en el norte de la Patagonia. El tren que une desde hace poco tiempo las estaciones de Viedma y de Bariloche es el único ferrocarril de todo el continente que une el Atlántico con la cordillera, pero sobre todo es el tren de larga distancia más austral del mundo: 820 kilómetros. Aunque la Trochita y el Tren de Tierra del Fuego son mucho más australes, tienen recorridos más cortos.
El convoy parte de Viedma al atardecer y antes de despedirse de la costa ofrece una de las mejores imágenes de las dos ciudades hermanas, Carmen de Patagones y Viedma, separadas por el río Negro, que los pasajeros pueden contemplar con la libertad de movimiento que de ningún modo permite un viaje en ómnibus. La posibilidad de llevar los autos es otra ventaja para tener en cuenta, ya que evita tener que manejar los casi mil kilómetros entre una y otra ciudad para poder recorrer los lugares de vacaciones con el propio auto.
El tren deja atrás la costa y se adentra en las inmensidades despobladas de la meseta patagónica. Se pasa de vez en cuando por estaciones fantasma, que recuerdan aquellos tiempos de principios del siglo XX, cuanto el país apostaba al ferrocarril como las demás potencias mundiales de la época.
Ya es de noche cuando se acerca San Antonio Oeste y sus luces resplandecen bajo el infinito cielo como una oasis de colores en el desierto oscuro. Este ramal se originó en esta ciudad en 1908, cuando empezaron las primeras obras con materiales traídos hasta el puerto de San Antonio. EL convoy hace una parada en la estación antes de seguir su viaje hacia al oeste. Se pasa por Valcheta a la medianoche. Ya está por cerrar el vagón restaurante donde los pasajeros han podido disfrutar de una buena cena antes de dormir acompañados por el traqueteo regular de las ruedas sobre los rieles. Los camarotes cuentan con dos camas superpuestas y un lavabo. Los baños son comunes a todo el vagón.
A la madrugada el tren llega a Ingeniero Jacobacci, que los nostálgicos del turismo sobre rieles recuerdan como el punto de partida de la Trochita. Ahora la Trochita circula sobre un tramo más sureño de su vía, debido a —como siempre— problemas de rentabilidad y de ajustes. Algo poco romántico para esta vieja locomotora que hace soñar a viajeros y aventureros de todo el mundo. Jacobacci fue un importante centro ferroviario que se inauguró en 1913, y hoy todavía los grandes galpones atestiguan ese pasado, apenas revivido por la reciente reaparición del tren a su estación.
A partir de ahí, las vías empiezan a trepar hasta llegar a unos 1082 m.s.n.m. Bariloche, la estación de destino, ya está muy cerca. En el horizonte, entre subidas y bajadas, curvas y contracurvas asoman las primeras cumbres de los Andes. Luego aparece el Nahuel Huapi. La entrada a Bariloche es inminente. El tren, que llegó a la ciudad por primera vez en 1934, vuelve a romper el silencio que durante largos años reinó en esaestación entre las montañas y el lago de uno de los paisajes más bellos del sur argentino.

Andes y lagos a vapor Para quienes hayan disfrutado de este viaje, hay más en la propia ciudad de Bariloche. Una antigua locomotora de vapor arrastra su convoy por un pequeño recorrido al pie de los Andes. Es una North British de 1921, que escupe sus burbujas de humo en el cielo patagónico. Fue restaurada en los talleres del Ferroclub Argentino por Trenes Especiales Argentinos, la empresa que explota este nuevo servicio turístico entre Bariloche y Perito Moreno.
El tramo que recorre esta locomotora es de unos 30 kilómetros y recuerda aquel año de 1934 en que llegó por primera vez una máquina semejante a lo que entonces era un pueblo aislado al pie de los Andes. Los cuatro vagones que integran el convoy tienen diferentes niveles de equipamiento y, por supuesto, boletos con diferentes precios. El de primera clase, por ejemplo, de origen inglés y fabricado en 1914, tiene una sala con mesas y sillones de estilo, así como amplios y lujosos camarotes.
La salida del tren, acompañada por un estridente concierto de silbatos y espesas nubes de humo, tiene toda la espectacularidad que corresponde a estas impresionantes locomotoras de hierro. El ramal bordea el lago y cuando se aparta y empieza a trepar, el paisaje cambia radicalmente. Los verdes y azules bosques y lagos quedan atrás y las vías se adentran en la árida estepa patagónica.
Uno de los mejores momentos del trayecto es cuando el convoy cruza el río Ñirihuau y se detiene para que los pasajeros puedan bajar y sacar fotos de ese admirable paisaje. Luego la máquina trepa hacia la estación Ñirihuau y desde la cabecera o la cola del tren se puede ver el inmenso arco que dibujan los rieles para ganar altura. Pasada esta estación, quedan unos 17 kilómetros para llegar al final del recorrido: la estación Perito Moreno, ubicada a 912 metros de altura. Años atrás se llamaba Los Juncos y era el lugar de embarque de ovejas y cargas de lanas que se enviaban a la costa. Ahora es un restaurante, donde los pasajeros se detienen antes de emprender el camino de regreso. Para quienes prefirieron el menú de la estación a las minutas del tren, hay un espectáculo de canto, muy insólito en este desértico paraje, que algunos viajeros consideran un tanto marketinero.
Después del almuerzo, los guías del tren organizan una caminata hacia una loma desde donde se tiene un lindo panorama sobre toda la comarca. A las cuatro de la tarde, la máquina se prepara ya para el regreso. En el silencio imponente resuenan de pronto los bufidos del tren y una nube de vapor queda flotando sobre el paisaje. Imagen de un pasado que vuelve a vivir en la inmensa estepa patagónica.

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