GRAN BRETAÑA PALACIOS Y CASTILLOS DE LA CORONA INGLESA
Según una encuesta realizada en Londres, el mejor argumento para preservar la monarquía inglesa es su atractivo turístico. Quizá por eso, este año, en conmemoración del 50 aniversario del reinado de Isabel II, se organizó un relanzamiento turístico de palacios y castillos de la corona. De la milenaria fortaleza de la Torre de Londres, donde fueron decapitadas dos esposas de Enrique VIII, al majestuoso palacio de Hampton Court y el Castillo de Windsor.
Unos años atrás,
el diario londinense Daily Express publicó una encuesta en la que consultaba
a los lectores acerca de cuál era el mejor argumento para preservar la
institución monárquica. Y la respuesta mayoritaria fue el
atractivo turístico. Las razones no son menores, porque por
ejemplo cada año 2 millones de personas visitan la Torre de Londres
y unos 8 millones, el Palacio de Buckingham y el cambio de guardia.
No es que los extranjeros sientan una devoción especial por la corona
británica, sino que tanto furor real se explica claramente por el incalculable
valor histórico y arquitectónico de edificios como Hampton Court,
Kensington y el Castillo de Windsor, entre muchos otros, en los cuales hay quienes
encuentran allí una proyección de carácter inglés.
La Torre de Londres El
castillo junto al Támesis llamado The Tower of London la mayor
atracción turística de la ciudad ha estado asociado a la
historia londinense desde la época de la conquista normanda en 1066.
En ese mismo lugar Guillermo I El Conquistador ordenó construir una fortaleza
de madera que luego fue suplantada por otra de piedra. Ese edificio original
que le dio nombre al complejo aún mantiene sus líneas de estilo
normando gracias a que ningún asedio pudo destruirlo. A su alrededor
fue creciendo durante el Medioevo una pequeña ciudad amurallada dentro
de otra ciudad, donde residieron los reyes británicos hasta la muerte
de James I, en 1625. El edificio más antiguo de este complejo es la Torre
Blanca, erigida por Guillermo I, que bien podría decirse que fue el corazón
de todo el imperio británico y su larga y sangrienta historia. Sus muros
resguardan una grandiosa colección de armaduras reales que incluye verdaderas
joyas de la armería artesanal desde el siglo XVII en adelante. Las paredes
están llenas hasta el techo con grandes rifles con incrustaciones de
piedras preciosas, armaduras para caballos, hachas y lanzas de acero. En otros
cuartos hay piezas de artillería de todo tipo, y balas de cañón
que miden medio metro de diámetro.
A la salida de la Torre Blanca un cartel advierte: cuidado, los cuervos
muerden. En el pasado las personas decapitadas eran exhibidas en público
y los cadáveres quedaban a merced de los cuervos, que de esta forma pasaron
a ser relacionados con la muerte. Los cuervos que habitan la Torre de Londres
le dan al complejo el toque tenebroso que posee desde hace varios siglos. Estas
aves terminaron por convertirse en verdaderas intocables, ya que
están protegidas por decreto real. Se considera que si huyeran de la
fortaleza, la corona británica se desmoronaría junto con los restos
del imperio. Por las dudas, todos los cuervos tienen las alas cortadas, e incluso
son cuidados por uno de los 40 guardas de honor que desde el siglo XIV tienen
a cargo la seguridad del lugar, y que ahora combinan esa función con
la de guías turísticos.
La presencia de los cuervos y su evocación de la muerte se combina a
la perfección con los episodios históricos ocurridos en la Torre
de Londres. La visita a la Torre Sangrienta incluye el ingreso al cuarto donde
fueron asesinados los hermanitos Richard y Edward V, los príncipes herederos
del fallecido Edward IV. Se cree que la orden provino del tío y protector
de los niños, el Duque de Gloucester, quien en 1483 se hizo coronar como
Ricardo III, el siniestro personaje que inmortalizó Shakespeare. Como
es lógico, el fantasma de los niños mora en el castillo,
junto con los de varios otros decapitados por orden del famoso Enrique VIII,
entre ellos las dos esposas del rey, Ana Bolena y Catalina Howard. Para llegar
al patíbulo donde ocurrieron estos hechos, se debe ingresar a la Torre
Verde.
Hampton Court El
palacio real de Hampton Court, al sudeste de Londres, es considerado por muchos
como la expresión más acabada de la estética real inglesa.
La fastuosa opulencia del palacio y el refinamiento artístico de la decoración
interior se combinan de manera majestuosa. Y la pulcritud extrema de los jardines
parece la proyección de la simetría milimétrica de la arquitectura
del palacio. Hampton Court fue el centro de la vida política cortesana
de la corona inglesa entre 1529 y 1737. Hasta allí llegaban los reyes
navegando por el Támesis desde la Torre de Londres para instalarse largas
temporadas. Generalmente se relaciona este palacio con Enrique VIII, quien en
1540 encargó la primera gran construcción de Hampton Court, en
la cual gastó 62.000 libras, una verdadera fortuna para la época.
El rey tenía 60 residencias en todo el reino y, como ésta era
una de sus preferidas, la equipó con canchas de tenis, un parque de caza
de 1100 acres y una cocina monumental de 36.000 pies cuadrados que aún
hoy se pueden visitar.
Pese a las remodelaciones barrocas que se hicieron en el siglo XVII, en el interior
del palacio queda bastante del aspecto que tenían algunos cuartos y la
Capilla Real en la época de los Tudor.
Los Salones Wolsey de Hampton Court contienen una parte importante de la mayor
colección privada de arte del mundo La Royal Collection,
acumulada a lo largo de 500 años. Lo mejor de estas obras adquiridas
por la corona en los siglos XVI, XVII y XVIII se exhibe en los salones del palacio,
en el mismo lugar donde fueron instaladas originalmente. Allí pueden
verse cuadros de grandes pintores como Van Dick, Rubens, Mantegna, Brueghel,
Bronzino y Correggio. A diferencia de otros palacios europeos, semivacíos
porque su decoración fue enviada a los museos, Hampton Court mantiene
su decoración original, incluyendo valiosos tesoros de la mueblería
real como sofisticados espejos, camas con un techo de 6 metros de alto y un
cortinado, estatuillas, tronos, piezas de porcelana y grandes relojes de pie.
El Castillo de Windsor
Este legendario castillo, ubicado 38 kilómetros al oeste de Londres,
es el más grande de Inglaterra, y uno de los pocos en el mundo que sigue
cumpliendo funciones de palacio desde hace más de 900 años, de
manera ininterrumpida. Al salir de la estación de trenes del pueblo de
Windsor y dirigir la mirada hacia la izquierda, aparecen en lo alto de una colina
los descomunales muros de piedra gris del castillo. Estamos en una de las residencias
oficiales de la reina, que originalmente fue construida por Guillermo I El
Conquistador en 1080.
A lo largo de los siglos, Windsor se fue ampliando y hoy llega a cubrir un área
de 5 hectáreas que alberga joyas arquitectónicas como la Capilla
de San Jorge, una de las mejores muestras del gótico inglés, y
las tumbas de una decena de monarcas.
En el interior del castillo se visitan los Departamentos de Estado, decorados
con toda clase de tesoros, fruto de los años de colonialismo: un trono
tallado en marfil traído de la India hace 250 años, una cabeza
de tigre de oro, jarrones chinos, palanquines, mesitas nacaradas, espadas rebosantes
de esmeraldas y rubíes, y estandartes reales colgando de trompetas a
la altura del techo.
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