Domingo, 10 de febrero de 2008 | Hoy
SALTA > LAS PEñAS FOLKLóRICAS DE LA CAPITAL
En la ciudad de Salta, la movida folklórica nocturna va desde peñas clásicas como La Casona del Molino –donde el público asiste con sus propios instrumentos– hasta las alternativas de la calle Balcarce, con grupos nuevos que se presentan en La Vieja Estación, La Panadería del Chuña y La Cacharpaya.
Por Julián Varsavsky
Hace cinco años, “la Balcarce” era la calle de las nuevas peñas folklóricas de la capital salteña, muy ligada a la juventud y a los nuevos aires del folklore. Hoy ya es un clásico establecido, con un flujo diario toda la semana, con público turista y local. Y los fines de semana, “la Balcarce” ya se convierte en el eje de la noche salteña, con numerosos bares y cuatro peñas que atraen a varios miles de personas por noche.
Salta es una de las provincias con mayor identidad folklórica del país, y uno de sus ejes simbólicos es la música. En la tierra del Cuchi Leguizamón, Dino Saluzzi, Los Chalchaleros y Los Fronterizos, es raro aquel que no rasguea en la guitarra al menos unos acordes y no canta una zamba o una chacarera. Además casi todo el mundo baila. Por eso, un viaje a Salta no está completo sin al menos una noche de peñas.
EN LA BALCARCE La zona de la vieja estación de trenes de Salta era en los años ‘60 el centro neurálgico de la ciudad, cuando la vida económica giraba en torno de la llegada del tren. En los años posteriores, toda la zona fue sumiéndose en una majestuosa decadencia, con casonas antiguas abandonadas, calles empedradas y poca iluminación. Pero a fines de los ‘90 comenzó un proceso inverso de la mano de la apertura de numerosos bares de jazz y rock, y peñas folklóricas. Así, la calle Balcarce –que durante los sábados se hace peatonal– se convirtió en el centro de la vida nocturna de Salta.
La Vieja Estación es una de las peñas emblemáticas de este resurgimiento de “la Balcarce”. Comenzó a gestarse en 1997, cuando dos hermanos de nombre militante, Túpac y Fidel Puggioni, compraron una casa ubicada al 800 y abrieron el Centro Cultural Jorge Cafrune. Allí se dictaban clases de música que generaron entusiasmo juvenil y se abrió un bar muy sencillo que se puso cada vez más de moda, y se convirtió en una peña llamada La Vieja Estación. Hoy la peña es un lugar para ir escuchar música, comer y bailar, y no para que el público cante o toque instrumentos.
La propuesta estética de los seis o siete grupos que suben al escenario cada noche es la del llamado “folklore moderno” o “de proyección”, hecho básicamente por jóvenes que buscan desmarcarse un poco, tanto del clasicismo de Los Chalchaleros como de las canciones melódicas de Los Nocheros. Se trata de una nueva camada del folklore salteño –que tocan en ésta y en otras peñas de la ciudad–, que en gran medida se ha consolidado y crecido musicalmente desde las tablas de La Vieja Estación.
El espectáculo comienza alrededor de las 10 de la noche con una cena show a la que asisten principalmente los turistas. Alrededor de la 1 de la mañana se da el primero de los tres recambios de público que suele haber por noche. Justo cuando comienza lo mejor –la fiesta de la cacharpaya–, toma la posta el público local y se inaugura el baile entre las mesas y frente al escenario. Algunos revolean pañuelos, otros la servilleta. Los ritmos son la zamba, mucha chacarera, el gato y algún malambo. Después se vuelve a la mesa, donde los locales siempre tienen una jarra de vermú enfriada con hielo, o un buen vino.
Por lo general, La Vieja Estación se llena todos los días –de martes a domingo–, con gente esperando mesa para entrar, y los sábados permanece llena hasta las 5 de la mañana. Uno de los grupos más populares que tocan en el local son Los Aimo, una familia completa que interpreta clásicos y temas propios. También están Los Teuco, que hacen “folklore urbano”, el grupo Cantares –un cuarteto de voces que interpreta chacareras, carnavalitos y taquiraris–, y también el dúo Los Dos, que fusiona el folklore del chaco salteño y el santiagueño.
El otro aspecto singular de La Vieja Estación es su gastronomía, basada en la cocina de alta montaña, con toda clase de ingredientes andinos como quinoa, carne de llama, papines andinos, habas y mote. Un plato clásico del lugar es el lomo de llama en salsa de miel y cerveza negra con papines andinos. Una entrada sugerida por el chef es un crocante de queso de cabra rebozado en quinoa sobre puré de tomates y aceite de albahaca. Y un postre recomendable es la “delicia inca”, preparada en reducción de quinoa con leche y canela, compota de manzana, salsa de chocolate y pialina de nueces. El precio promedio de una comida con entrada, plato principal y postre es de $ 40. El derecho de espectáculo cuesta
$ 15 y hay platos económicos como empanadas de llama o charqui, humita en chala y locro.
LA CASONA DEL MOLINO “Caseros arriba, al oeste, cerca de la Loma, hay una casa agreste...”, dice la canción del Chaqueño Palavecino, haciendo referencia a una casona con paredes de adobe del siglo XVIII que alberga a la peña Casona del Molino, heredera de las viejas peñas de los ‘70. El local fue reacondicionado hace varios años por un grupo de jóvenes entusiastas que respetaron la arquitectura y en poco tiempo convirtieron al lugar en uno de los ejes de la “movida salteña”, esa original conjunción entre tradición y juventud.
La Casona del Molino tiene un gran patio central con mesas al aire libre, donde se sirve asado y comidas tradicionales. Pero la particularidad de esta peña es que en general no se presentan números artísticos programados sino que la música brota espontáneamente entre la concurrencia. La peña dispone de instrumentos propios, incluyendo un piano, pero lo normal es que la gente traiga los suyos. Por la puerta ingresan personas con su acordeón chamamecero, bombos, quenas, violines para la chacarera y guitarras. Los más profesionales llegan uniformados como un dúo gaucho, pero aquí lo fundamental es que se toca por placer. “En Salta, todo el mundo guitarrea”, dicen orgullosos los lugareños, y la Casona del Molino es el lugar indicado para disfrutar de un arte espontáneo e imprevisible como son las guitarreadas.
La Casona del Molino funciona de jueves a domingo a partir de las 9 de la noche. Por lo general la música comienza dos horas más tarde en el patio central alrededor de un fogón y en varios de los salones internos, cuyas puertas se cierran para que no entre la música del vecino y desafine con la propia. Cada cual es libre de ingresar en el salón que quiera, y la variedad de ritmos y bailes oscila entre los carnavalitos, el gato, la chacarera, el chamamé y la zamba. Pero lo más llamativo es que también es común encontrarse con algún conjunto de blues o de rock interpretando covers de viejos temas. Un sábado a la noche puede haber en el lugar entre 100 y 300 personas, en su mayoría jóvenes, bohemios, turistas y simples parroquianos que van a escuchar música y a comer empanadas, locro y tamales, acompañados con vino cafayateño.
LA PANADERIA DEL CHUÑA Una de las peñas con mayor tradición en la calle Balcarce es La Panadería del Chuña, que existe desde hace 12 años y ofrece un show muy variado, orientado un poco hacia al folklore “carpero”, en referencia a los festivales que se hacen en el interior de la provincia con los grupos tocando una música muy bailable al abrigo de una carpa. A lo largo de la noche pasan por el escenario ocho o nueve grupos, comenzando a las 21.30 –incluso con poca gente–, para ir ambientando la velada.
El show arranca con todas las luces a las 22.15 con un conjunto de danza que introduce a un grupo de mujeres llamado Imán, que interpreta coplas acompañadas con violín y bandoneón. Más tarde llega el momento del tango, con una pareja de baile primero y un cantante después. El siguiente número está dedicado a las danzas kollas, y entonces entra a escena el comediante y ventrílocuo Rodolfo Aredes con su muñeco Pepito. En la Panadería del Chuña se baila, y hay entre el público quienes se atreven a subir al escenario y cantar. Además se puede comer una cazuela de cabrito o un picante de pollo, tamales, humitas y empanadas.
HAMBURGUESAS NO En la ciudad de Salta hay alrededor de diez peñas a las que asiste un público masivo y de todas las edades. También existen un McDonald’s, pero con un éxito mucho menor. Muchos prefieren la empanada a la hamburguesa, pero además hay otro plato emblemático de la cocina local que rompe con las leyes globales del marketing: el locro. Su trabajosa receta incluye maíz pelado, zapallo amarillo criollo, porotos, batata, carne seca y fresca, costillas, cuerito y patitas de cerdo, panceta, chorizo colorado, tripa gorda, ají, pimentón, salsa de grasita colorada, canutillos de cebolla verde picada y una cucharada de grasa, entre otros condimentos elegidos al gusto personal del cocinero. La cocción es a fuego lento, muy lento, durante varias horas, y luego se lo degusta entre amigos o en familia, en extensas veladas... Lo radicalmente opuesto a un fast food.
La Cacharpaya es una peña espaciosa y con lugar para bailar, por donde pasan unos siete grupos por noche que tocan una hora y se van. A veces aparece por la peña alguna figura local como la coplera Mariana Carrizo y la invitan a subir al escenario. En general se toca un folklore clásico y también hay espacio para conjuntos andinos y bolivianos, que interpretan carnavalitos, sayas y taquiraris. La especialidad de La Cacharpaya en lo que hace a las comidas es la parrilla, donde sobresalen el cabrito y el matambre tiernizado.
La Vieja Estación: Balcarce 885. Tel.: 0387-4217727, www.viejaestacion–salta.com.ar
La Panadería del Chuña: Balcarce 475 Tel.: 0387-4312896. Abre todos los días y la entrada cuesta $ 10.
La Casona del Molino: Luis Burela Nº 1. Tel.: 0387-4342835.
La Cacharpaya: Balcarce 922. Tel.: 0387-4011546.
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