Domingo, 18 de mayo de 2008 | Hoy
NUEVA YORK > EL TEATRO CARNEGIE HALL
El famoso teatro, ubicado en el corazón de Manhattan, ha visto pasar por su escenario a las orquestas, los músicos y los cantantes más importantes del mundo. Desde las batutas y partituras de Peter Tchaikovsky e Igor Stravinsky al jazz de Duke Ellington y Billie Holiday, en sus salas también se escuchó el ritmo de los Beatles y de los cubanísimos Buena Vista Social Club... y hasta la inconfundible voz del Polaco Goyeneche.
Por Leonardo Larini
El grupo de hombres y mujeres se encamina por el pasillo portando una enorme bandera y, al llegar al escenario, se la entrega a los músicos y cantantes que están ofreciendo el último bis de la noche, quienes la toman entre sus manos y la levantan y hacen flamear. En aquella memorable noche de julio de 1998, todo el teatro se pone de pie y, además de cantar, aplaude rabiosamente. Es en ese emotivo momento cuando aparecen las nostálgicas lágrimas en los rostros de Ibrahim Ferrer, Omara Portuondo, Compay Segundo, Elíades Ochoa, Rubén González y Pío Leyva, y en cada uno de los espectadores que, más tarde o más temprano, tuvieron la oportunidad de ver y vivir ese film conmovedor que es Buena Vista Social Club. Y si bien la escena transmite fielmente el alma y la sensibilidad cubanas, tiene la particularidad de transcurrir en el corazón mismo del capitalismo: en el legendario teatro Carnegie Hall de Nueva York.
ELEGANCIA ITALIANA Inaugurado oficialmente el 5 de mayo de 1891 con un concierto conducido por Peter Ilych Tchaikovsky, el Carnegie Hall –situado en la calle 57 y la esquina de la 7ª Avenida– es una de las salas de conciertos más importantes del mundo, reconocida no sólo por su acústica perfecta –“toma lo que tú haces y lo convierte en algo inmortal”, dijo en cierta oportunidad el gran violinista Isaac Stern– sino también por su belleza arquitectónica y su importancia en el ámbito cultural de Estados Unidos. En sus cinco niveles, tiene capacidad para 2804 espectadores.
Diseñado por William Burnet Tuthill a pedido del millonario empresario Andrew Carnegie –también un desmedido amante de la música–, su construcción comenzó en 1890 a cargo de la Isaac A. Hopper & Company y, aunque ya se realizaban espectáculos, concluyó en 1897. Después de varios pases de mano, en 1960 fue adquirido por la ciudad de Nueva York y alquilado a una corporación sin fines de lucro.
De un estilo influenciado por el renacimiento italiano, y construido totalmente en piedra –sin un gramo de acero–, el Carnegie Hall es una de las edificaciones más grandes de La Gran Manzana. Su exterior está hecho con ladrillos de color ocre y tiene detalles en terracota, mientras que el distinguido hall de entrada se caracteriza por su estilo florentino semejante al de la Capilla Pazzi, de Filippo Brunelleschi, con arcos abiertos y pilastros corintios que sostienen una cornisa con lunetas circulares debajo de un techo abovedado.
Además de la sala principal –The Main Hall, rebautizada Isaac Stern Auditorium en homenaje a quien fuera presidente del teatro durante 35 años–, cuenta con otras dos. Una de ellas es el Joan and Sanford I. Weill Hall, con 268 butacas. Localizada en el tercer piso, se trata de un cálido y bello espacio cuyo estilo remite a la Belle Epoque. Principalmente se brindan aquí conciertos de cámara, simposios, clases magistrales, conferencias y recitales íntimos. Otro auditorio, inaugurado en 2003, es el Judy and Arthur Zankel Chamber Hall, que dispone de 599 asientos y donde se ofrece un variado abanico de performances y eventos educacionales.
UN ESCENARIO LEGENDARIO Vaya uno a saber qué buscaban aquella mañana de 2005 los archivistas de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. La cuestión es que en el subsuelo del lugar encontraron unas viejas cintas grabadas que, al ser examinadas por expertos, resultaron contener una de las más legendarias actuaciones de Thelonious Monk y John Coltrane juntos. Fue el 29 de noviembre de 1957; en el Carnegie Hall, claro, y allí está el disco editado en el 2006 para regocijo de todo melómano.
Los que no pudieron tener su disco grabado en el mítico teatro, por razones burocráticas, fueron los Beatles. Durante su primera gira americana, y después de pasar por el famoso Ed Sullivan Show, los Fab Four brindaron dos breves recitales de 35 minutos el 12 de febrero de 1964. Con localidades agotadas, aquella noche fue el comienzo de la locura beatlemaníaca a nivel mundial.
El Carnegie Hall ha visto pasar por su escenario a las orquestas y cantantes más importantes del mundo. La lista es interminable, y entre otros incluye a Bob Dylan, Charles Mingus, Peter Tchaikovsky, Benny Goodman, Nina Simone, Tito Puente, Judy Garland, Igor Stravinsky, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Billie Holiday, Maurice Ravel, Joao Gilberto, Luciano Pavarotti, Chavela Vargas, George Gershwin, Tom Jobim, nuestro querido Roberto Goyeneche y Olga Guillot, que en octubre de 1964 se convirtió en la primera artista de habla hispana en pisar las tablas de la prestigiosa sala.
Y si bien existieron centenares de noches memorables, una de las más recordadas es la de la Navidad de 1949, documentada en el disco Carnegie Hall X-Mas ‘49, en la que tocaron nada más y nada menos que Charlie Parker, Miles Davis, Bud Powell, Max Roach, Lee Konitz, Lennie Tristano, Sonny Stitt y Stan Getz, además de Sarah Vaughan. Ni más ni menos que casi todas las más grandes estrellas de jazz de la época.
Pero además de orquestas y músicos, el Carnegie Hall también atesora en sus paredes los ecos de discursos de Winston Churchill, Albert Einstein y Martin Luther King, y de actuaciones de Groucho Marx y Marlon Brando.
ECOS ILUSTRES Casi todo lo ocurrido en el Carnegie Hall está conservado en el Rose Museum, ubicado en el primer nivel y creado en 1991 como parte de los festejos por el centésimo aniversario. Este maravilloso museo, que puede ser visitado gratuitamente, cuenta con exhibiciones temporarias y una colección permanente que documenta los más de 100 años de actividad de la sala. La muestra incluye fotografías, textos de disertaciones famosas, instrumentos musicales, autógrafos, programas, afiches, posters, volantes, todos los discos allí grabados y variada memorabilia, además de tesoros como una batuta de Toscanini, un clarinete de Benny Goodman y un programa autografiado por los
Beatles la misma noche de sus inolvidables actuaciones.
El archivo, en tanto, contiene una lista que recopila todos los conciertos, lecturas y eventos realizados, como también la historia ilustrada del edificio y su construcción.
Al lado del museo hay una tienda en la que pueden ser adquiridos discos, valiosos libros, dvd’s y memorabilia de todo tipo.
Durante la visita guiada, que incluye todos los sectores, pasillos y el mismísimo escenario, uno no puede evitar los escalofríos que provoca estar caminando en medio de tantos ecos ilustres. De sólo imaginar juntos la ronquera porteña de Goyeneche, el nervioso saxo de Charlie Parker, el piano y la suave voz de Tom Jobim y las lágrimas de Ibrahim Ferrer, se cae inevitablemente en una profunda emoción. Tan profunda y conmovedora como la de los músicos cubanos aquella noche de 1998.
El Carnegie Hall ofrece visitas guiadas los lunes, martes, jueves y viernes a las 11.30, 14 y 15.
El Rose Museum puede ser recorrido gratuitamente todos los días –excepto los miércoles– a las 11 y a las 16.30.
Más información: www.carnegiehall.org
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