En la Fiesta Nacional del Pomelo se venden desde camionetas 4x4 de 100 mil dólares hasta frascos de harina de algarrobo molida por aborígenes wichí, quienes llegan desde lejos para ofrecer su producción. Pero también hay negros de Senegal ofertando bijouterie dorada y relojes pulsera, y dos taiwaneses –oriundos por lo tanto de la isla de Formosa– llamados José Cheng y José Chen. José y José, quienes no tienen parentesco entre sí, venden tártago para hacer biocombustibles el uno, y el otro tunas cabeza de dragón, mangos de oro, guayabas blancas y limones sin semillas que son tan grandes como melones, todo para exportar a Asia. En un stand una chef formoseña enseña recetas con yacaré y búfalo, y en otro unas infartantes promotoras entregan folletos de tractores. Y 200 metros al costado, en la pista de jineteadas, un hombre de 58 años azota un pingo que lo revolea por los aires y lo hace aterrizar “patas pa’ arriba” en la tierra.

Los altoparlantes también reflejan la diversidad de la feria, superponiendo reguetones con cumbia rosarina, chamamés con salsa y a Peteco Carbajal con Britney Spears. En un gran escenario se elige la reina de rigor –la reina del Pomelo– y desfilan hasta las 5 de la mañana figuras como Rally Barrionuevo, Abel Pintos, Roxana Carbajal, Teresa Parodi y Los Auténticos Decadentes.

La celebración, que se realiza desde 1972, es una singular mezcla de feria de tecnologías de campo con genuina fiesta popular acompañada de diversión sencilla y tradicional, donde se intercambian sonrisas inocentes que a veces no lo son tanto. Todo el pueblo de Laguna Blanca –6 mil habitantes– se da cita en un gran predio con piso de tierra y pasto al aire libre, donde también hay stands techados. Es el gran evento social de la provincia y por eso están el gobernador Gildo Insfrán y todos sus ministros y las grandes empresas agroganaderas. Pero la principal atracción son las jineteadas, que reúnen a varios miles de personas alrededor de una pista de 100 metros de largo.

La gastronomía ocupa un lugar importante en improvisados restaurantes donde se puede saborear un suculento pirarucú, un pez conocido como “el lechón de río” por su sabor. Pero también hay quioscos que ofrecen empanadas de charqui, chopiranes, sopa paraguaya y cataratas de jugo de pomelo. Aunque a decir verdad no se ven tantos pomelos, y éstos parecen más que todo la excusa para la fiesta.

En uno de los laterales del predio de 120.000 metros cuadrados hay una feria de venta de todo un poco, que incluye objetos de campo como sombreros, fustas, alpargatas y monturas, pero también artesanías, baratijas de Paraguay y de Taiwan, embutidos, licores y casi cualquier cosa imaginable. Justo detrás hay dos canchas de tenis donde los tenistas juegan de lo más tranquilos, indiferentes al gran bullicio de alrededor. También hay carpas dentro del predio, donde duermen las personas llegadas del interior de la provincia y del Paraguay. Pero como no todas las carpas caben en el predio, en las casas de familia se suelen alquilar los grandes patios para instalar carpas.

En algunos sectores se improvisan bailes de chamamé y en un escenario lateral se presentan conjuntos de baile folklórico y grupos de rock. Para los chicos hay un microcine y un parque de diversiones bastante completo. Y cerrando una de las noches, estuvo el humorista cordobés Cacho Buenaventura: “Salaaaditos los booombones dijo el hombre... mientras se comía los calditos Knorr Suiza en la cocina”. “Picaaaaantitas las mentitas, dijo el chango en el cine, mientras se comía las bolitas de naftalina que sacaba del saco.”