Domingo, 31 de agosto de 2008 | Hoy
CORRIENTES > DE BELLA VISTA A ITA IBATE
Riberas de arena, atardeceres de silencio, pero también la lucha contra el “tigre del río”: el dorado. Corrientes, reino del agua, es un paraíso familiar hecho de vegetación, playas y barrancas, ideal para los deportes náuticos, la pesca y el descanso.
Por Graciela Cutuli
“Como el mar”, en lengua tupí, no es un nombre exagerado para el majestuoso Paraná. Aquí donde el mapa de la Argentina termina para encontrarse con Paraguay, aquí donde todo tiene un regusto guaraní, la anchura y la fuerza de las aguas –esa fuerza que le dio nombre a Corrientes– es el elemento dominante del paisaje intensamente verde. Todo el corredor del Paraná correntino es lugar de descanso y recreación, con el atractivo adicional que le pone la pesca, una de las actividades más convocantes por el desafío que representa el dorado, habitante y trofeo mayor de las aguas del río.
BELLA VISTA Y EMPEDRADO El atardecer es el momento que resume toda la experiencia. Cuando la luz se va, borrando los colores que el sol dibuja con nitidez desde la mañana, cada uno se queda solo con el río y lo que el agua, generosa, le haya brindado. Tal vez por eso Corrientes no es tierra de apuros: aquí el ritmo es lento, se va despertando después de la siesta y el tiempo parece estirarse yéndose sin prisas, pero volviendo eternamente, como las aguas del río.
Comenzando el recorrido de sur a norte, Bella Vista no desmiente su nombre, con algunas de las playas más lindas que ofrecen las costas del Paraná. Parecen muy lejos los tiempos siniestros de la epidemia de fiebre amarilla, cuyas innumerables víctimas fueron enterradas en lo que hoy es el parque Cruz de los Milagros. Pero, más allá de las playas, Bella Vista tiene gran interés histórico: en las cercanas Islas del Toropí se reunieron Sebastián Gaboto y Diego García, y aquí hay también yacimientos del Cuaternario Superior, con fósiles de armadillos gigantes. Conviene planificar la visita con cierta anticipación, ya que varios lugares de interés, como el escenario de la batalla de Punta Cuevas, que signó la retirada del ejército del Paraguay, o la zanja de Toropí, con una espléndida cascada, se encuentran en propiedad privada. Además es muy interesante visitar las plantas de empaque y embotelladoras de jugos: cerca de Bella Vista hay varias empresas que se abastecen con la producción de la región, desde donde las cargas de mandarinas, pomelos y naranjas emprenden el largo camino que las lleva a Europa y Estados Unidos.
Hay que seguir río arriba para llegar a las espectaculares playas y barrancas de Empedrado, “la perla del Paraná”. Todavía tranquilas, en verano las arenas de Empedrado son literalmente invadidas por los amantes del agua, que también tienen aquí un lugar perfecto para los deportes náuticos como kayak, canotaje, windsurf: sólo hay que elegir de qué manera cada uno se hace amigo del río. Pero, entretanto, el paisaje de este rincón correntino tiene muchos otros atractivos para el amante de la naturaleza; y no son menores sus senderos de interpretación, los circuitos de mountain-bike y las salidas para avistar aves o realizar safaris fotográficos.
DORADOS EN PASO DE LA PATRIA Difícilmente se pueda seguir subiendo por el mapa y resistirse a la tentación de la pesca. Quienes ven la vida desde la perspectiva de una caña, en Corrientes se sienten como en el paraíso; y Paso de la Patria, donde todos los años en el mes de agosto se realiza la Fiesta Nacional del Dorado, con un multitudinario concurso de pesca, es una suerte de capital nacional para la actividad. Claro que incluso el pescador más empedernido puede hacer un alto para escuchar algo de la historia de Paso de la Patria, que se remonta a fines del siglo XVIII, cuando el Cabildo de Corrientes le encomendó a don Francisco de Quevedo la búsqueda de un paso para la comunicación de Curupaytí. Ese fue el origen de la fundación de la ciudad frente a la desembocadura del río Paraguay; y si primero fue apenas un simple fuerte conocido como Paso del Rey, estaba destinada a tener un papel importante en la Guerra de la Triple Alianza. Varios lugares en los alrededores guardan recuerdos de aquellos tiempos, y son un pasaporte a la historia del Litoral y los años fundacionales de la Argentina.
Aquí, como en torno de cualquiera de las localidades costeras correntinas, se encontrarán todos los servicios que el pescador necesita; luego será preferencia de cada uno el destino y el guía elegidos. Verdaderos especialistas en leer los secretos del agua, conocedores de cada pozón, remolino o piedra del río, los guías no aseguran que se consiga el preciado dorado –al fin y al cabo, el “tigre del río” bien se resiste–, pero sí llevan a los mejores lugares, y asesoran en las modalidades de pesca, los reglamentos y los equipos necesarios. También es posible iniciarse en la pesca con mosca del dorado, todo un desafío cada vez más popular entre los pescadores. Y, además del pez estrella del Paraná, en Paso de la Patria también se pescan el imponente surubí, pacúes, bogas, salmones de río, bagres y chafalotes, entre otras especies.
ITATI, MISTICA Y COLONIAL Aunque Itatí también sea conocida por la pesca –-a nadie niega el Paraná sus bondades–, su nombre es sinónimo de religiosidad: tranquila y discreta, esta ciudad colonial de casas antiguas y calles de tierra se transforma por completo el día de la Virgen de Itatí, en el mes de julio. Miles de personas, muchas de Corrientes por supuesto, pero también de toda la Argentina y de países vecinos, se dan cita en torno de la imponente basílica, cuya cúpula domina todo el paisaje. En el interior del edificio, que se construyó en 1950 para dar un marco al fervor popular, se conserva la imagen de la Virgen tallada en timbó y nogal, llevada por el misionero Fray Luis de Bolaños en tiempos de la fundación de la ciudad. La visita a Itatí es sencilla: se centra en la basílica, la manzana que alberga los principales edificios históricos y la gruta de la Virgen. Pero sobre todo no hay que dejar de subir a la terraza de la iglesia: allí, el horizonte no tiene límites, y la vista se pierde sin obstáculos sobre los techos de la ciudad, las aguas del Paraná y los bancos de arena del río, haciendo recordar en su anchura por qué en la lengua nativa se lo bautizó como un “casi mar”.
ITA IBATE, AGUA Y SELVA Itá Ibaté es una ciudad pequeña, pero la riqueza de sus “canchas de pesca” ayudó al desarrollo de toda una infraestructura turística en relación con este deporte. Hay que reconocer que la belleza del entorno ayuda, con algunos sectores de selva en galería, y otros donde las palmeras y las playas de arena harían creer sin mucha dificultad que se está ante un paisaje caribeño. Desde la costa también se puede tomar una embarcación para pasar el día en las islas Ovechá, Melilla y Santa Isabel, que ofrecen quinchos y lugares de descanso. Pero no es todo: porque cerca de Itá Ibaté hay estancias con distintas propuestas de turismo ecológico, y si se sigue hacia el este para recorrer los kilómetros que separan la ciudad de Ituzaingó, ya se está ante una buena puerta de acceso para uno de los emblemas del turismo y la ecología correntinos: los Esteros del Iberá.
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