CHILE > EL DESIERTO DE ATACAMA
Ubicado del otro lado de la Cordillera, en el norte chileno, el desierto de Atacama subyuga con su árido encanto. Desde el pueblito de San Pedro salen excursiones hacia volcanes, géiseres humeantes, lagunas saladas e interminables dunas. En estos paisajes donde no se conoce la lluvia, todo es extraño y asombroso.
› Por Pablo Donadio
Silencio y aridez son las palabras clave en el imponente desierto de Atacama, ubicado al norte de Chile, donde no se conoce la lluvia. Allí, la vida se vuelve un desafío y la naturaleza roza lo heroico más que lo exótico. Su amplitud térmica entre el día y la noche es impredecible. Es difícil entender tanta belleza sin la acción permanente del agua, salvo la que brota en forma de vapor desde sus géiseres o lagunas saladas.
Lo inhóspito del lugar, sin embargo, cautiva a quien llega de otros lados. Sus disímiles escenarios de volcanes, géiseres, lagunas, dunas, minas de cobre o salares, son la prueba de transformaciones geológicas de miles y miles de años, donde habitan especies únicas de flora y fauna.
Anclado en esa calma, sobre la cuenca del río que le da nombre, aparece el pueblito de San Pedro de Atacama, donde algunas excursiones abren el fascinante paisaje del desierto a quien se le atreva.
PUNTO DE PARTIDA Alrededor de 5000 personas forman parte del poblado estable de San Pedro de Atacama, ubicado a 2470 metros sobre el nivel del mar, y técnicamente en el altiplano de la II Región de Chile, un sector donde se encuentran algunas de las más altas cumbres andinas. Poco menos de 100 kilómetros lo separan de Calama (ciudad y aeropuerto más cercano) y 1670 de Santiago. Pero no sólo en esa pequeñez y lejanía de la capital chilena encuentra su atractivo: el lugar sabe concentrar una riqueza que se cuenta con valor en los relatos de los sanpedrinos más ancianos, fieles representantes de la cultura atacameña. Por los restos encontrados de ese pasado y la impronta cultural aún viviente, la zona es considerada una capital arqueológica para el país.
Por supuesto, haber nacido en medio de semejante cúmulo de paisajes hace del turismo la mayor fuente de ingresos del lugar, y el pueblo está prácticamente organizado en función de prestar servicios a los visitantes. Algunos de los lugareños aún no comulgan con la idea de ser el centro de partida para las muchas excursiones por la región, y casi en las sombras viven de la agricultura, con pequeños cultivos y la cría de llamas y ganado menor. El cambio de ritmo en algunas épocas del año, cuando sus calles tranquilas se llenan de turistas (europeos sobre todo), torna el clima de San Pedro por demás cosmopolita. A nivel servicios esta prosperidad repercutió para que el pueblo hoy ofrezca excelentes alojamientos (tanto rústicos como pomposos), donde es posible dormir plácidamente en una cama de dos plazas y media a todo confort, o vivir la siempre aventurera experiencia de la carpa.
En ese abanico de ofertas se destaca el Hotel Awasi, instalado en un antiguo solar, rodeado de un muro histórico que ha cobijado durante siglos a arrieros y pastores. Ubicado a pocas cuadras de la plaza, la antigua iglesia y el museo local, su casa de piedra, madera y barro resume la esencia del propio desierto. A la hora de comer, los restaurantes también saben de variedad: papas moradas, patasca, quínoa y chañar son algunos de los ingredientes que durante años han formado parte de la dieta de estos pueblos. Esas comidas regionales, o la gastronomía clásica de cartas gourmet, están a la orden del día.
TIERRA EXTRAÑA A primera vista impresionan las formas de los volcanes, las del salar, las de las lagunas o los géiseres. En cada salida todo es tan asombroso como raro: pararse en un suelo que escupe vapor desde vaya a saber cuánto tiempo y que no piensa ceder. O encontrarse sobre un perfecto espejo formado por el agua emergente del salar, donde la diferencia entre el cielo y la tierra es sólo cuestión de gravedad.
Para cualquiera de las excursiones se recomienda una camioneta, ya que todos los circuitos deben ser catalogados como experiencias off roads. Las agencias locales suelen recomendar un guía para la aventura, que permite descubrir los secretos de algunos sitios y paisajes “exclusivos” para quien pueda contar con sus servicios.
Si bien es cierto que cada cual hace su juego cuando de disfrutar se trata, lo ideal para conocer bien San Pedro y los alrededores es estar al menos cuatro días, porque las distancias son cortas (en promedio unos 40 kilómetros a cada sitio), pero hay mucho por visitar.
Primero, sin dudas, hay que llegar al salar, que es nada menos que la mayor reserva mundial de litio, casi con un 45 por ciento de presencia en su suelo. Está ubicado al sur, y camino a él puede apreciarse la vista de los volcanes Licancabur y Lascar, como paso previo al poblado de Toconao, famoso por sus construcciones en piedra liparita de origen volcánico. Esta visita suele ser de medio día, y la parada obligada en los puestos artesanales permitirá obtener regalos a muy buen precio para la vuelta a casa. A la hora del regreso queda la Quebrada de Jere, el cañón por el cual corre el único cauce de agua dulce en los alrededores, y las ruinas de antiguos huertos que se encontraban en pleno desierto salino.
UN CAUDAL DE AVENTURAS Los escenarios se suman con el paso de los días y el gusto particular de los lugareños. Otro destino tan magnífico como el salar lo propone el Valle de la Luna, frente a la Cordillera de la Sal y a 15 minutos del pueblo. El desafío de caminar por el hilo que traza su duna principal estremece a cualquier mortal. Desde allí es posible apreciar el extraordinario paisaje de superficie lunar y las insólitas formaciones geológicas que siguen su remodelación por la permanente acción del viento. En una excursión de día completo se llega al géiser del Tatio, un campo geotérmico ubicado en plena cordillera andina y a 4200 metros de altura, donde sorprende ver la extraña e incesante actividad de las fumarolas de vapor que brotan de los cráteres. Esta salida suele durar ocho horas (hay cuatro de viaje y se almuerza allí). A la vuelta, un buen chapuzón en las termas de Puritana (unos pozones de aguas termales a 30 grados centígrados) devuelve la energía perdida en la travesía. Estos bañados son administrados actualmente por el Hotel Explora, pero su entrada está abierta a todo público.
Un tercer día a puras lagunas puede comenzar con Miscanti y Miñique, espejos de agua ubicados a más de 4000 metros sobre el nivel del mar. Son parte de la Reserva Nacional Los Flamencos y su agua alberga aves autóctonas como las taguas y los blanquillos, que llegan cada primavera y son el deleite de los fotógrafos naturalistas. De allí el paso a la laguna Cejar, un conjunto de tres espejos en pleno Salar, invita a un baño salado frente a la Cordillera de los Andes. Como una gran curiosidad, y dado el alto grado de concentración salina, en Cejar es imposible hundirse y sólo se puede flotar, fenómeno similar al que se da en el Mar Muerto.
Para el final, una recorrida histórica propone la visita a las ruinas de Tulor (antiguo poblado atacameño sepultado por la arena 3000 años atrás) y al Pucará de Quitor, el antiguo fuerte atacameño.
ATACAMEÑOS Unos 11.000 años atrás se asentaron los primeros pueblos en el extremo norte de Chile, principalmente hacia la puna y las quebradas del desierto. Los atacameños se establecieron en la hoya del río Loa, y en los pocos espacios fértiles del Atacama. Ellos fueron los fundadores de lo que se conoce como Cultura San Pedro, y algunos aseguran que llegaron a ser el pueblo precolombino más desarrollado del país. Se sabe que se dedicaban a la agricultura, y por ende fueron el primer asentamiento sedentario de la región. Como el suelo cultivable era escaso, la construcción de terrazas en los faldeos de los cerros les permitió regar artificialmente la tierra, donde cosecharon maíz, quínoa, frijoles, tunas, algodón, calabazas, papas y porotos. La cría de llamas y alpacas los proveían de carne y lana y algunos historiadores les adjudican el innovador uso de estos animales como medio de transporte, cuando hacían intercambios con otras comunidades alejadas.
Si San Pedro es un pueblo rico en artesanías, su éxito no es casualidad: la tradición se ha pasado como un rito ancestral de generación en generación. El desarrollo artístico en cerámicas, tejidos, cestería, tallados en madera y hasta en cobre y bronce viene de aquellos pueblos originarios. Hoy están a la venta finos tejidos en lana de llama, alpaca y oveja y las creaciones en piedra volcánica de la localidad de Toconao son una muestra de la perfección del oficio adquirido tiempo atrás. Trabajos más actuales en madera de cactus completan una oferta que va desde paneras o veladores a típicos instrumentos musicales.
Parte importante de esta historia se encuentra resguardada en el Museo Arqueológico Gustavo Le Paige, que hace honor al sacerdote belga que supo interesarse por el pasado atacameño. Le Paige recolectó desde 1957 material arqueológico de incalculable valor, desde los cementerios prehistóricos hasta los talleres líticos y otros lugares habitados por las viejas comunidades. El museo cuenta con 380.000 piezas que corresponden a los orígenes de la Cultura San Pedro hasta la llegada de los españoles. En 1991 fue inaugurada la Sala del Tesoro, que contiene las piezas arqueológicas confeccionadas con oro.
Y antes de emprender el regreso al cemento del paisaje urbano, nada mejor que despedirse de San Pedro de Atacama con un tranquilo paseo por este pueblo donde la plaza y la iglesia mayor son un resumen de un asentamiento que conjuga a la perfección su pasado con el creciente turismo moderno.
Cómo llegar. LAN Argentina (www.lan.com / 0810 999 9526) tiene vuelos directos a Calama, la ciudad y aeropuerto más cercanos (98 kilómetros) con tarifas que rondan los 800 dólares más impuestos. Aerolíneas Argentinas (www.aerolineas.com.ar / 0810-222-86527) vuela a Santiago de Chile. De allí se puede llegar a Calama en las cinco frecuencias diarias en días de semana y tres en fin de semana que brinda Lan. En ambas empresas se recomienda buscar promociones con tiempo. Si el viaje es en auto particular u ómnibus (Terminal de Retiro: www.tebasa.com.ar), es conveniente ir a Jujuy y tomar el Paso de Jama, desde donde se recorren unos 350 kilómetros hasta el desierto.
Dónde dormir. En el pueblo de San Pedro hay alojamientos de máximo confort como ofertas para mochileros. El Hotel Awasi (www.awasi.cl) brinda ocho cabañas de piedra, adobe y madera, con habitaciones con más de 50 metros cuadrados y techos de paja, con excelente servicio durante todo el año.
Más información. Embajada de Chile en Argentina: Tagle 2762, ciudad de Buenos Aires. Tel.: 4808-8600. Sitio web oficial: www.sanpedroatacama.com
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