Dom 09.11.2008
turismo

NAUTICA > EN LAS AGUAS DEL PLATA

Cuando el río llama

Con la llegada del calor, el Río de la Plata invita a vivir la náutica tanto a principiantes como a expertos. Diversos clubes de Zona Norte ofrecen cursos para aprender a navegar con embarcaciones a vela y a motor. Una actividad apasionante, a pasos de la agobiante Buenos Aires.

› Por Pablo Donadio

A lo lejos el Río de la Plata comienza a reflejar las primeras luces cuando veleros, kayaks y algún que otro loco con un kite-surf, se lanzan a vivir a pleno el sol de un nuevo día náutico. Una vela hinchada por el soplido del viento corta transversalmente la imagen, y a unos doscientos metros un puñado de chicos sale de regata desde uno de los muchos paradores de la zona Norte del Gran Buenos Aires. Así comienza a dibujarse el mapa sobre las colosales aguas por momentos plateadas, pocas veces azuladas, del río con horizonte de mar.

DEL REMO AL TIMON El río ha sido desde siempre un lugar ideal para los amantes de la naturaleza tanto como para los apasionados por los deportes de agua. A ese espacio al que cientos de personas se acercan cada día con el fin de ejercitar cuerpo y mente, es muy fácil llegar. En general, y si se trata de chicos, el comienzo en la náutica se hace a través de algún club en “optimist”, los pequeños veleros que simplifican el aprendizaje. Así principiantes o inexpertos se sumergen en los primeros conocimientos y participan de alguna regata (carrera náutica) donde aprenden reglamentos y técnicas. A ellos les siguen los famosos timoneles, un nivel más avanzado donde la enseñanza se remonta a la técnica y táctica aplicada a las regatas, así como la participación en competencias organizadas por las distintas instituciones que va forjando el particular espíritu náutico. Luego el panorama se abre a distintas clases donde el cadet (barco de tres velas y dos tripulantes) suele ser el más recomendado. En éste se comparten los conocimientos y la conducción del barco, cuestión que lo convierte en una disciplina asociada y que requiere trabajo en equipo más que conocimientos. Si la incursión la realiza un joven o un adulto, lo mejor serán las clases de 420, 470, 29er, snipe, europa y láser –en sus distintas versiones–, para luego ampliar el espectro a las clases mayores o barcos de quilla como los monotipos.

PARA APRENDER El Club Náutico Albatros cuenta con una escuela que inicia a mayores con dos cursos de timonel, patrón de yate y navegación astronómica. En tanto, su Escuela de Vela Ligera conduce a los más pequeños en cadet y optimist, con cuatro cursos en temporada (escuelita, pre principiantes, principiantes y timoneles). El Club Sudeste tiene una escuela de menores (7 a 14 años) para enseñanza en optimist, y otra de principiantes, timoneles y láser, mientras la de adultos tiene cursos de timonel, patrón y navegación astronómica. Por su parte, en el Club de Veleros San Isidro está la Escuela de Náutica para menores en cadet y optimist. Sus cursos para mayores de timonel de yate a vela y motor, canotaje y windsurf, son de lo más requeridos de la zona. También el Club de Veleros Barlovento se destaca por su escuela de optimist, que recibe a todos aquellos niños que deseen aprender el “arte de la navegación a vela”, como explica uno de sus instructores: “Mientras tengan más de ocho años, aquí podrán aprender todo lo necesario sobre la náutica. Sean socios o no, ya que este es un lugar abierto a todos”. La mayoría de estos cursos comienza en abril, pero con la llegada de los días más calurosos los clubes suman adeptos y mini cursos para disfrutar un fin de semana, se sepa navegar o no. Además de los conocimientos prácticos algunas instituciones tienen un espacio destinado a las clases teóricas y entretenimiento –generalmente dictadas en caso de mal tiempo–, porque la vela “es una disciplina formativa del carácter, ya que será el timonel quien deba tomar decisiones de lo que pase entre el barco y la naturaleza”. Para afianzar estas nociones, se organizan eventos programados como las famosas regatas interescuelas y otras salidas alternativas. Para participar de ellas, en general sólo se debe completar una solicitud que se eleva a la comisión del club y listo, ya que las instituciones tienen a disposición de los alumnos varias embarcaciones para el inicio. En cuanto a los aranceles, los costos son en general bajos y algunos constan apenas de bonos, pero varían de acuerdo con cada club y si se es socio o no.

TODOS A BORDO “Sin dudas lo más recomendable es tomar clases, tanto para navegación deportiva como recreativa. En ese sentido las escuelas de la mayoría de los clubes son muy completas, especialmente en vela, materia inicial de la náutica –explica Miguel Mooney, alma-mater del Salón Náutico, la fiesta anual del rubro–. En la Cámara Argentina de Constructores de Embarcaciones Livianas (Cacel) creamos hace varios años un curso de conductor náutico para embarcaciones a motor de menos de 7 metros de eslora y no más de 140 hp, que fue supervisado por Hernán Biasotti, un eximio navegante e instructor de embarcaciones. Allí hay instructores con lanchas propias que enseñan los primeros pasos en la náutica deportiva, y como resultado ya han salido más de mil alumnos con su carnet emitido por Prefectura.”

Las escuelas que menciona Mooney se encuentran hoy en la Guardería Albardón (Luis Pereyra 2, Tigre), Sarthou (Alvear y río Luján, San Fernando), Canestrari (Av. Libertador 3083, Victoria), en el Club Motonáutico Argentino (9 de Julio 58, San Fernando) además del Instituto Rivadavia de Rosario. Otro buen ejemplo está en el bajo Acassuso, partido de San Isidro, que suma a su belleza una fuerte movida náutica.

Huellas de disciplinas tradicionales como el windsurf y el remo, encuentran audaces adeptos a recientes tendencias como el kitesurf o el wakeboard. Allí se juntan todas las miradas, y en coherencia con la multitud que se suma, se han abierto nuevas escuelas y paradores que cubren la mayoría de las disciplinas. “Lo más importante para aprender es tener vocación de navegar y de relajarse muy cerca de Buenos Aires. Esta es una actividad fácil de aprender y en muchos casos gratuitamente. Además nos permite a los grandes poder compartir más tiempo con los chicos, que a cierta edad son los más difíciles de sumar a las salidas familiares. Así pueden practicar deportes como el esquí, windsurf o kite”, completa Mooney.

Lograr un fin de semana movido o tranquilo, descubrir el Delta y hasta visitar la costa uruguaya puede ser parte de un programa imperdible cuando la embarcación se adentra en el río. A esa altura, vale pensar, la palabra libertad es el justo significado del placer de navegar.

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