Dom 25.01.2009
turismo

COSTA ATLANTICA > SANTA CLARA DEL MAR

Fruto del mar

Muy cerca de Mar del Plata, Santa Clara del Mar atesora la calma de una villa balnearia, ideal para escapar del bullicio que suele imponer el verano. Sobre sus playas se ofrecen salidas para la pesca embarcada, una actividad que crece y crece.

› Por Pablo Donadio

Plomada de 120, cinco metros de caña de bambú, cuatro tiras de tanza y un medio mundo bastan para que el reinado de los cornalitos sea suyo. Ahora, si la idea es superar el intento (siempre válido y muy divertido, por cierto) de la pesca amateur, Santa Clara del Mar ofrece una experiencia casi profesional y abierta a todos, para encontrarse desde sus propias aguas con las mejores especies del Atlántico. Fruto del mar y discreta desde sus inicios, su villa balnearia sabe de tranquilidad y de buena pesca. La captura de excelentes piezas en la pesca embarcada, así como las salidas en busca de tiburones y las espectaculares corvinas rubias y negras, han enaltecido el ego de pescadores y varios amantes del deporte en los últimos años.

VECINA DE LUJO Santa Clara del Mar se encuentra a poco menos de 400 kilómetros de Buenos Aires y a sólo 18 de Mar del Plata. Este contacto tiene matices muy llamativos. La proximidad le provee visitas “extra” que tienen como destino base a la gran ciudad balnearia, con actividad para todos los gustos y durante los 12 meses. Santa Clara en cambio, hace las veces de oasis para los vecinos que imploran por un rato de paz. En este sentido suele reconocerse como un apéndice para los pobladores de Mar del Plata que en enero y febrero huyen despavoridos de los miles de turistas que arriban a la playa Bristol, al casino, el puerto y el teatro, entre otros sitios marplatenses muy visitados.

Fundado por Antonio Orenzans sobre un predio de 400 hectáreas de campo que le pertenecía a la familia Anchorena, el pago santaclarense comenzó su vida pública en 1949. Su ubicación es estratégica en el denominado circuito de mar y sierras de la región y la posiciona como una interesante y económica alternativa de descanso. Si bien sus calles exhalan tranquilidad (nada poco en estos días) y ha podido conservar la esencia de un pueblo pesquero, la crítica interna y externa que sobrevuela a Santa Clara es que no ha sabido desarrollarse como la mayoría de los balnearios vecinos. Algunos oriundos de la zona sostienen que fueron las políticas relacionadas con la construcción las que boicotearon muchos proyectos hoteleros y de mejora en lo turístico, y otros creen directamente que es el destino que todo satélite debe llevar con su estrella mayor. Como quiera que sea, desde los años ‘80 (cuando se crearon la mayoría de las instituciones locales, como la Sociedad de Fomento, el Club Social y Deportivo, el edificio de la Unidad Sanitaria y hasta la propia comisaría), el desarrollo le ha sido extrañamente esquivo.

DIAS DE PESCA Si de pescar se trata, Santa Clara tiene ofertas más que interesantes. Desde las escolleras o espigones, construidos especialmente para la actividad y preparados con luz para los pescadores nocturnos, a la pesca embarcada (la vedette de estos días), el balneario sabe de tiburones, corvinas de 25 kilos y alguna que otra peligrosa raya. Por eso si el deseo de pesca supera el marco tradicional (caña, escollera y paciencia), el lugar recomendado es La Asociación Civil de Pesca, Caza y Náutica, complementada por la comodidad de las instalaciones y alguna que otra recomendación de la sede del Club de Pescadores de Buenos Aires. Allí es posible asesorarse sobre el lugar y la hora propicia para la actividad, así como el reconocimiento de las variedades posibles a obtener en cada época. Sobre la avenida costera, media docena de lugares ofrecen salidas en gomones súper equipados, que aseguran un día a pleno. La actividad comienza temprano y suele darse en grupos de cuatro a seis personas, más los guías de pesca. Claro que si la paga es buena, hasta puede hacerse de manera individual. La tarifa normal es de $120 –incluido el seguro–, y la salida está abierta a grandes y chicos.

HACIA EL MAR Una vez hecha la contratación, los integrantes del grupo repasan las normas de seguridad ampliamente repetidas por los guías, se colocan el chaleco y parten hacia la bajada de la Asociación. Mientras tanto, los líderes de salida cargan todo lo necesario en los gomones y recogen los equipos para adentrarse en el mar hasta desaparecer. El primer golpeteo de las olas pone tensos a los inexpertos, pero la excitación y adrenalina lo pagan todo. Cuando el océano comienza a hacerse más y más grande, la emoción crece más todavía. Es que la experiencia es sorprendente para quien está acostumbrado a la pesca desde la costa y con los pies firmes en la piedra o arena. A la velocidad que toma la embarcación cuando se aleja de la tierra, se suma un horizonte que comienza a volverse distinto: pese a la ausencia de cerros o colinas, las aguas se convierten en un mirador de lujo para la lejana, diminuta y silenciosa Santa Clara. Además, la variedad y colores de peces que se extraen mar adentro (que deben ser devueltos) proponen una vivencia que se recomienda ampliamente. Esta actividad se realiza durante todo el año y es guiada por expertos profesionales, con estrictos controles climáticos. Las embarcaciones semirrígidas están equipadas con radios VHF y todos los elementos de seguridad náutica requeridos por Prefectura Naval Argentina. Servicios adicionales como la limpieza, el fileteado y freezado de la pesca obtenida (pescadilla, corvinas, palometas, brótolas, tutucas y cazones, entre otros), completan la jornada.

Más allá de la pesca, la práctica deportiva y recreativa es otro de los atractivos por los que muchos turistas llegan hasta aquí. La Asociación es el único puerto de entrada y salida oficial que hay desde Mar del Plata hasta Villa Gesell, y brinda el servicio de asesoramiento de las condiciones náuticas y acarreo de embarcaciones a quienes deseen entrar y/o salir del mar. Para esto es necesario que cada integrante cuente con el carnet personal, la matrícula y los elementos de seguridad que pide Prefectura. Así llegan al mar, además de los prestadores comerciales, muchos particulares con intenciones de realizar diversas actividades. “En temporada crece mucho el número de naves en el mar, y éste es el único lugar seguro para entrar y salir”, afirma Dora, responsable de la oficina de control desde hace varios años.

TIERRA CERVECERA Santa Clara goza de un nuevo-viejo detalle que atrae turistas. Cuentan los locales que Juan María Orenzans, hijo del fundador de la ciudad, viajó hasta Seattle, Estados Unidos, hace 30 años, para conocer los secretos de la producción artesanal de cerveza. Allí contrató a un técnico que estuvo de visita en estas playas para asesorar a Orenzans y su gente, y crear una pequeña planta. La producción local, la primera del país, comenzó así su camino en La Posta del Angel, una de las instituciones emblemáticas del pueblo. Viejo casco de estancia que se reconvirtió en posada para artistas y bohemios en los lejanos años sesenta, el lugar ofrece hoy un restaurante-parrilla con esencia campera, y un paseo que vale la pena conocer. La producción artesanal de cerveza fue dinamizada por la movida que le impuso su fiesta anual, un encuentro celebrado hacia fines de enero (va ya por su décima edición), y que año tras año se realiza sobre la bellísima avenida peatonal Acapulco.

Gracias a su liviano sabor, y haciendo gala de sus componentes naturales (nada de productos químicos, colorantes ni estabilizadores), la cerveza santaclarense supo llegar a los 6000 litros mensuales, distribuidos en varias localidades de la costa, Buenos Aires y Entre Ríos. Hoy, sin el marketing de las famosas marcas ni la producción de los buenos viejos tiempos, rubias, negras y coloradas han sido reanimadas con la reciente ley bonaerense que instala a Santa Clara como Capital Marítima de la Cerveza Artesanal. Por ello, una de las tres fábricas que siguen en pie, trabaja con la malta de cebada, levadura, agua mineral natural y el lúpulo (traído de tierras patagónicas) cerca de una de las playas más famosas.

Según dicen, es el corte de malta y la cantidad de lúpulo los que determinan el sabor de cada variedad, y donde radica la particularidad de la casera santaclarense.

Antes de volver, el paso por los médanos de Camet (apenas a unas cuadras), por los acantilados de la playa El Morro (cuyo boliche ofrece una vista inigualable del amanecer sobre el mar), por el paseo de compras Mica, así como por algunos refugios gastronómicos que glorifican el buen comer (la casa de té Mis Retoños y el restaurante El Viejo Contrabandista) son ideales para llevarse el sabor a pueblo de uno de los balnearios familiares más tranquilos de la Costa Atlántica.

DATOS UTILES

Se llega por la autovía 2 a Mar del Plata, y hay que girar a la izquierda en el kilómetro 386 (justo después del parque Acuasol), donde nace el acceso. Allí son 11 kilómetros más hasta la rotonda de entrada.

También se puede llegar por la ruta provincial 11 (la interbalnearia que viene de Gesell, a la altura del kilómetro 495).

Varias compañías salen desde la Terminal de Retiro (www.tebasa.com.ar) para un viaje que dura cerca de cinco horas. La tarifa ronda los $80.

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