Domingo, 15 de marzo de 2009 | Hoy
JORDANIA > LA ANTIGUA CIUDAD DE PETRA
Fundada en el año 312 antes de Cristo como capital del antiguo reino nabateo, la ciudad de Petra atesora increíbles edificios labrados sobre la roca. De tonos rosados y perfecta arquitectura, sus restos son una de las joyas arqueológicas del Medio Oriente.
Por Pablo Donadio
Petra es, ante todo, territorio de los sentimientos. ¿Qué otra cosa le cabe a un edificio de más de 50 metros, esculpido perfectamente con columnas, puertas y ventanas sobre la cara de una montaña, que no sea asombro y fascinación? Descripta por muchos como la “otra joya” del Medio Oriente junto a las famosas pirámides de Giza, la mítica ciudad anclada en medio del desierto jordano estuvo oculta largo tiempo a los ojos de Occidente. Hoy es un verdadero centro de atracción histórico, con enorme valor social y cultural para el mundo. Escuchar los relatos de su evolución es como recorrer fragmentos del Antiguo Testamento, en un escenario que ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1985, y nombrado una de las Nuevas Siete Maravillas del mundo en 2007.
DESDE WADI-MUSA Ubicada al sur de Jordania, a unos 200 kilómetros al sur de Ammán (su capital), Petra se encuentra en un abrupto y accidentado valle, sobre uno de los bordes de la fosa del Rift, el hundimiento que surca el territorio africano de sur a norte hasta el Mar Rojo y el Valle del Jordán. La mítica ciudad –hoy, un sitio arqueológico con un conjunto de monumentos y esculturas– recibe cerca de 3 mil visitas diarias de todo el mundo. En ese alboroto cosmopolita en hoteles y restaurantes se mezcla el vivir cotidiano de algunos nómadas que ocupan las viviendas troglodíticas aún en pie. Para quien fija su destino allí, el paso previo ideal es la localidad de Wadi-Musa, una suerte de sendero por el cual se llega a Petra y que ofrece, además de hospedaje y buenos restaurantes, valiosa información para el turista. Muchos suelen alquilar un burro o camello para el traslado de bártulos, y contratar un guía beduino para no perderse detalle.
El camino a la ciudad se emprende desde la villa de Elji, siguiendo un tortuoso cañadón de más de un kilómetro de largo y ciento y pico de alto, conocido como el Siq. Esa garganta no sólo es un desfiladero de gente: en la antigüedad fue decisiva para proteger la ciudad de los ataques conquistadores, y clave en el suministro de agua a sus pobladores.
A medida que el desfiladero se va haciendo más angosto comienzan a aparecer inscripciones y hornacinas, hasta que al final del camino aparece, brutalmente, la ciudad de piedra. De frente interpela a quien se le atreva, el rosado Khasneh al Faroun (Tesoro del Faraón), el monumento más fotografiado de Petra, con 50 metros de alto, columnas y ventanas perfectamente talladas sobre una de las caras de la montaña.
MIXTURAS Según cuenta la historia, la tierra que hoy es parte de Jordania estuvo habitada por nómadas y fue influida culturalmente por los arameos; hasta que cerca del año 2000 antes de Cristo, un grupo de amoritas semíticos se estableció en las cercanías del río Jordán, cerca de Canaán. Invasiones hititas, egipcias, israelitas, asirias, babilónicas, persas, griegas, romanas y otomanas, entre otras, terminaron de darle forma a su territorio. Pero fue en el año 312 antes de Cristo cuando los nabateos se asentaron y fundaron Petra. Su ubicación entre Arabia y Siria fue estratégica en el circuito del comercio regional, ya que la legendaria ruta del incienso que comenzaba en Yemen a lo largo de la costa oeste de Arabia se dividía en Petra en dos ramas: una llevaba a Gaza y la otra a Damasco. Es así que la ciudad brindaba seguridad y provisión de agua (nada poco en aquella época) a las caravanas que llegaban con incienso del sur de Arabia, especias y seda de la India, marfil de Africa y perlas del Mar Rojo. Con la llegada demoledora de los romanos en el año 105 d.C., el territorio pasó a llamarse Arabia Petraea y Petra fue su capital hasta la caída del Imperio. Para ese entonces las rutas ya eran otras, y así la ciudad que recibía caravanas por doquier dejó de ser un paso necesario, fue perdiendo su esplendor y quedó prácticamente abandonada después de finalizado el período bizantino.
Recién en 1812, el trabajo de un explorador suizo llamado Johann Burckhardt y las investigaciones posteriores sobre las inscripciones de Petra contribuyeron a redescubrir la historia de la ciudad.
SOBRE LA ROCA La mayoría de las edificaciones de Petra no están sobre las calles sino en terrazas naturales. Así es posible ver restos de edificios con las columnas interiores y exteriores que separaban los patios, el majestuoso teatro romano tallado en roca para 8500 personas (con gradas en tres niveles y en forma de luna creciente) o la Iglesia Bizantina construida en el siglo V, descubierta en 1990 por los arqueólogos. Pero todo visitante que entra al sitio arqueológico, siente antes que nada el impacto emocional que genera contemplar el rosado edificio del Tesoro del Faraón, el más emblemático de la ciudad, estratégicamente esculpido en una montaña.
Frente al teatro romano están las Tumbas Reales, más imponentes que las de la Calle de las Fachadas, que alberga un conjunto de sepulcros construidos en los farallones rocosos del centro. El Monasterio o Templo fue excavado en la piedra en el año 100 antes de Cristo. Es el monumento más grande de Petra y puede llevar casi una hora subir sus 800 escalones, por lo que muchos visitantes lo hacen a lomo de burro.
El recorrido por este escenario fabuloso se completa con la visita al museo arqueológico, inaugurado en 1963 dentro de una antigua cueva nabatea en la colina de Al Habis, y al más moderno Petra Nabataean Museum (1994).
UN YACIMIENTO INAGOTABLE Desde que en el siglo XIX un científico descifró el alfabeto mezcla de arameo y árabe, los descubrimientos no han cesado. En 1973, el Departamento de Antigüedades de Jordania inició una colaboración con varias universidades para la realización de excavaciones. De allí en más los trabajos de profesionales han brindado interesantes contribuciones, sobre todo en la campaña de 1993 a 2002. En ese transcurso se halló un complejo de estanques cerca del Gran Templo, los restos de una villa nabatea fuera del Siq y tumbas talladas en la roca debajo de la Khazneh. Además, el tratamiento de electroforesis sobre las rocas para reducir la porosidad ha contribuido a resguardar los tallados nabateos.
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