GUATEMALA > CULTURA Y NATURALEZA
El carácter mestizo de Guatemala está impreso en cada rincón del país: de las casas de colores a los vestidos de las mujeres, del paisaje verde intenso a los alegres sonidos de la marimba, de las ciudades mayas al enclave garífuna de Livingston.
› Por Maribel Herruzo
Guatemala es “tierra de árboles”, según su nombre en náhuatl (Quauhtemallan), un país acostumbrado a sufrir terremotos, erupciones, tormentas y huracanes, dictaduras y una guerra interna que parecían eternas pero que ya quedaron atrás. Desde hace algunos años la tensión política se ha suavizado, permitiendo a los visitantes gozar de los muchos tesoros del territorio, variados y sorprendentes, humanos, naturales y materiales. La mayoría de la población es de ascendencia puramente indígena, algo que se hace evidente nada más pisar la cuna de la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, con lo que ello conlleva de riqueza en culturas y lenguas diversas, apreciables a simple vista en la artesanía, la gastronomía e incluso en la vestimenta tradicional de los diferentes pueblos.
El país centroamericano posee uno de los tesoros biológicos más importantes del mundo, ya que es hábitat del 10% de las especies registradas del planeta, lo que incluye 19 ecosistemas, 300 microclimas y 33 volcanes, cinco de los cuales están activos. Existen 93 áreas protegidas y 25 clasificadas como especiales, además de los 1,4 millón de hectáreas de la Reserva de la Biosfera Maya. Y en Ciudad de Guatemala, la capital del país desde finales del siglo XVIII, los visitantes podrán admirar tesoros culturales e históricos, como las cuatro joyas de su arquitectura colonial: la Catedral Metropolitana, el Palacio Presidencial (ahora Palacio Nacional de la Cultura), la antigua Oficina de Correos y la Clásica Estación del Tren.
ESPLENDIDA TIKAL Otros tesoros tienen un valor tan incalculable como Tikal, la espléndida ciudad maya perdida en la selva, en el departamento de Petén, cuya visita es una de las mejores maneras de comprobar la grandeza que un día alcanzaron estos pueblos. Como si fuera una escenografía inconclusa, algunas partes de la ciudad no han podido recuperarse aún por falta de presupuesto y permanecen todavía bajo las garras de la jungla, agazapadas bajo raíces y ramas intrincadas. Es importante acudir con el tiempo suficiente como para recorrer tranquilamente todo el perímetro (16 km2) del que fue uno de los más importantes centros de la cultura maya del período clásico. El paisaje visto desde sus puntos más elevados es tan impresionante como la historia que albergan los distintos edificios desperdigados por la selva.
Paso obligado si se visita la ciudad maya de Tikal, la pequeña isla de Flores, en el lago Petén Itzá, posee una singular arquitectura y una animada vida nocturna. Alrededor del lago pueden realizarse diversas excursiones: Biotopo Cerro Cahuí, El Remate, los poblados de San José y San Andrés, las cuevas de Actum Kam. Al norte del lago se puede recorrer a pie o a caballo la Reserva de la Biosfera Maya, la región más inexplorada de Guatemala.
ATITLAN Y ANTIGUA En el departamento de Sololá se encuentra el lago Atitlán, donde se da la mayor concentración de pueblos mayas del país, un lugar donde los coloridos vestidos de las mujeres realzan su belleza y delatan su procedencia. Custodiado por volcanes, el lago acuna a la decena de pueblos instalados a su alrededor, les hace de espejo, de carretera, de lavandería...
Muy cerca está la vieja capital, Antigua, la ciudad colonial que renació de sus cenizas una y otra vez. Lo de las cenizas no es una metáfora: esta tranquila y bella ciudad ha sufrido varias erupciones violentas o deslaves de algunos de sus tres volcanes (el de Agua, el de Fuego y el Acatenango), además de terremotos y el traslado de la capital en 1773 a Ciudad de Guatemala, a sólo 45 kilómetros. Tras un largo período de abandono, hoy en sus calles aún se puede contemplar el amanecer entre casas de una planta pintadas con los colores que sueñan los niños, y los conventos, iglesias y monasterios que quedaron sin techo tras los desastres imprimen a la ciudad un aire melancólico y misterioso.
Antigua, fundada en 1524 por Pedro de Alvarado, bajo el nombre de Santiago de Guatemala, fue durante dos siglos más que la capital de un país, el centro religioso, político y cultural del istmo centroamericano. Todo en la ciudad remite a otro tiempo: el color de sus casas, el sonido de la marimba resonando desde sus patios, el adoquinado irregular, sus calles sin neón ni semáforos ni cables, la ausencia de edificios altos, su arquitectura barroca y renacentista, la presencia perpetua y notoria de los tres volcanes que la custodian... Desde hace algunos años Antigua se ha convertido en centro de peregrinaje mundial para quienes quieren aprender castellano, impregnándose de un aire cosmopolita gracias a los artistas, escritores, artesanos y extranjeros que se han instalado allí.
Desde Antigua y también desde Atitlán se puede visitar el inigualable mercado de Chichicastenango, uno de los más conocidos y coloridos del continente americano, el lugar al que acuden diferentes pueblos de la región para ofrecer sus artesanías y donde los productos se mezclan con el incienso y los ritos de los chamanes al pie de la iglesia de Santo Tomás.
REGGAE VERSUS MARIMBA En la costa Atlántica, en el golfo de Honduras, se encuentra Livingston, poblada mayoritariamente por los descendientes de los esclavos que se rebelaron contra los ingleses en la isla de San Vicente y que se extendieron por toda esa zona de costa. Es el último refugio de la casi extinguida cultura garífuna, cuya lengua y costumbres revelan resonancias africanas. La mezcla entre garífunas e indígenas q’eqchi’s y la de éstos con los españoles, y la reciente llegada de alguna que otra etnia peculiar, como la colonia de hindúes procedentes de Belice, hace de Livingston un lugar doblemente interesante. Es como estar en otro país sin haber salido. A esta pequeña población no se puede acceder sino en barco por el océano o recorriendo el río Dulce desde el lago Izabal, una vía prodigiosa de naturaleza virgen que muestra a su paso manglares, cabañas de pescadores, cocodrilos, iguanas, cormoranes, inmensos jardines acuáticos, pozas de aguas termales e incluso algún pequeño hotel inmerso en la misma selva.
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