Domingo, 21 de junio de 2009 | Hoy
En Parintins, una ciudad emplazada en la exuberante geografía del Amazonas, se celebra un Carnaval oculto e inesperado: la Fiesta del Bumba Meu Boi. Carrozas alegóricas, impactantes disfraces, ritmo y sensualidad se fusionan con tradiciones que recuerdan duras historias de desigualdades entre conquistadores y hacendados y sus esclavos negros e indios.
Por Guido Piotrkowski
Si el Carnaval carioca es el más conocido del mundo, o el de Bahía el más popular y el de Olinda el más frenético, en Parintins se vive otro Carnaval, menos conocido pero más sorprendente. Año tras año, entre el 24 y el 30 de junio, Parintins, la capital de Tupinambarana, una de las tantas islas del Amazonas, es testigo de la multitudinaria fiesta del “boi-bumbá”: una mezcla de varias culturas donde los ritmos africanos, las coreografía indígena y la indumentaria europea, se funden en una sola fiesta: el Festival Folklórico Bumba Meu Boi.
Si bien los orígenes de la celebración se remontan al siglo XVII, la fiesta en estos tiempos modernos comenzó en 1964, con una competencia oficial entre distintas escolas Bumbás: Caprichoso y Garantido. A lo largo de los años, la presentación fue creciendo y transformándose en el mayor espectáculo folklórico del norte brasileño. Se trata de una historia que dramatiza la captura y la muerte de un buey por parte de los fazendeiros (grandes hacendados).
DEL SUFRIMIENTO AL FESTEJO La eterna pelea con el blanco conquistador y opresor es el motivo de esta alegre y desenfrenada fiesta que hoy convoca multitudes, pero que, como toda la historia de la conquista de América, guarda un triste recuerdo.
Hacia fines del siglo XIX llegaron a la región una gran cantidad de inmigrantes del nordeste del Brasil, que se instalaron en la Amazonia en busca de la riqueza generada por la extracción del látex. Y trajeron una de sus tradiciones culturales más fuertes: el bumba-meu-boi nordestino, que allí se cruzó con otro buey genuinamente amazónico dando origen al boi-bumbá de Parintins.
Pero hay una historia anterior a la de los inmigrantes nordestinos, y es la que se remonta a finales del siglo XVII, cuando el buey, introducido en Brasil promediando el 1500, se convierte en un importante factor de la economía colonial a nivel nacional. Además de ser utilizado como base de la alimentación, es el ayudante principal en los trabajos pesados de esclavos negros e indios, quienes lo consideran como un compañero más de labores a quien cuidar y apreciar. Así, el buey se convierte en un símbolo de fuerza y resistencia, de equilibrio, calma y solidez. En esa “fraternidad”, tiene su lejano origen la celebración que como tal también es memoria de las grandes desigualdades sociales y económicas existentes entre colonizadores o hacendados y sus esclavos negros e indios.
Su impronta teatral se basa en las tradiciones españolas y portuguesas de representar piezas religiosas destinadas al pueblo para conmemorar fiestas católicas derivadas de la lucha de la Iglesia contra el paganismo. Esta costumbre fue llevada a Brasil por los jesuitas en su proceso de evangelización de esclavos indígenas y africanos.
PARINTINS Y LA PREVIA Verde, marrón y sus derivados son los tonos que conforman la paleta de esta calurosa y húmeda ciudad, donde atracan cientos de barcos que surcan el inabarcable río Amazonas y sus afluentes. En tiempos de fiesta, Parintins cobra tanta vida que la energía de la multitud que atesta las calles la embellece por sí misma, y la gama bitonal se tiñe con los chirriantes colores de las luces del neón, los brillos de los trajes y el colorido de los fuegos artificiales.
Durante los tres meses que preceden al festejo, los artistas de la ciudad trabajan entusiasmados dentro de sus galpones en la confección de los carros alegóricos que representarán las historias del hombre amazónico, inspirados en rituales y leyendas de las tribus indígenas y los caboclos (mestizos).
Estos habilidosos artesanos utilizan todo tipo de materiales, desde plumas artificiales y telgopor hasta semillas, paja y brillos, entre otros. Las ropas son carnavalescas: vistosas camisas para ellos y floridos vestidos y cortas y provocativas faldas para ellas; la sensualidad, como en todo Brasil, no puede faltar en esta fiesta donde la danza, el teatro y la música se fusionan mágicamente.
Hasta la década del sesenta, los bois se presentaban en las casas y patios de Parintins aunque de vez en cuando se encontraban en la calle y el enfrentamiento, muchas veces violento, era inevitable. El juego se fue organizando, creció, evolucionó y se transformó en el espectáculo que es hoy en día. Desde 1988, las presentaciones se llevan a cabo en el Bumbódromo, especialmente construido para este Carnaval fuera de época.
EL FESTIVAL Unas doscientas mil almas de diversas partes de Brasil y el mundo invaden este enclave amazónico, donde viven ochenta mil personas durante todo el año. Como los hoteles de Parintins se llenan en la época del festival, las embarcaciones que transportan a los turistas también hacen las veces de alojamiento.
El Bombódromo es lo que el Sambódromo a Río de Janeiro, una especie de coliseo romano que concentra las actividades centrales de este Festival Folklórico. Si en el Sambódromo las morenas se contonean sensualmente al ritmo de samba, el Bumbódromo es la sede de un espectáculo diferente: la contienda entre las escolas Caprichoso, identificada con la figura de un buey azul, y los Garantidos, con el buey rojo, mientras el estadio se parte al medio entre estos dos colores.
Los Bois, con aproximadamente dos mil quinientos brincantes (participantes), representan espectáculos de dos horas y media. Las tribus de bailarinas y bailarines forman una especie de alfombra de color en movimiento y las gigantescas alegorías que se mueven y articulan construyen el escenario en que actúan las figuras principales: la cunhã-poranga (doncella bonita), la reina del folclore, la portabandera, la sinhazinha da fazenda (la niña, hija del patrón de la hacienda) y el poderoso pajé (chamán). Todo es relatado y explicado en detalle por los locutores, en tanto los “levantadores de toadas, interpretan canciones típicas acompañados por más de doscientos cincuenta tambores.
Ambas hinchadas viven intensamente el evento y, a su manera, también forman parte del espectáculo: durante la presentación de un boi se estremece una mitad del Bumbódromo, mientras la hinchada contraria, al otro lado, permanece en silencio. Los equipos también compiten diseñando y construyendo figuras en papel y metal de hasta veinticinco metros de altura, representando la mitología indígena y la llegada de los portugueses. Los tambores suenan sin cesar hasta el amanecer y así, durante toda la noche, ambos grupos se van turnando en sus demostraciones. El clímax de la representación es la resurrección del animal, donde todos cantan y danzan festejando a su alrededor.
La bebida por excelencia aquí es la cerveza y, cuando corre, el griterío de los seguidores se apodera de todo y todo se vuelve más desenfrenado aún, al ritmo de las percusiones amazónicas. Una suerte de histeria colectiva envuelve el estadio y la isla vibra, tiembla, y no duerme hasta que la lucha de los bueyes sagrados llega a su fin.
La mezcla de indígenas, blancos y negros dejó su marca por estas verdes y humedecidas tierras que constituyen el mayor reservorio de agua dulce del planeta, el semillero de las mujeres más exóticamente bellas, y el secreto a voces mejor guardado: el Carnaval de Parintins.
Se puede llegar a Parintins tanto por vía aérea como fluvial. Hay barcos que parten desde Manaos, Belén y Santarém. Las embarcaciones pueden ser desde las más simples, utilizadas por los lugareños y en la que se duerme en hamacas, o en lujosos catamaranes de líneas o alquilados especialmente para la ocasión. La travesía desde Manaos puede durar entre 8 y 24 horas de navegación, y desde Belén unas 60 horas. El viaje resulta una experiencia inolvidable para conocer el extenso Amazonas, con la posibilidad de descender y quedarse en ciertos puntos del trayecto.
Para los menos aventureros, hay ciertas compañías aéreas que cubren el trayecto. Los aviones a Parintins despegan de Manaos y el vuelo dura poco más de una hora. El viaje resulta atractivo desde otro ángulo ya que la vista aérea del extenso y rico Amazonas es maravillosa.
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