Domingo, 2 de agosto de 2009 | Hoy
BRASIL > EN EL ESTADO DE SANTA CATARINA
Praia do Rosa es un hermoso balneario cuyas playas son unas de las elegidas por los turistas del verano tropical. Pero en invierno recibe a un visitante muy especial que llega desde el frío antártico: la Ballena Franca Austral. Crónica de un avistaje embarcado por aguas brasileñas.
Por Guido Piotrkowski
Si!, hay ballenas en el sur de Brasil. Y Praia do Rosa, a poco más de una hora de Florianópolis, es el lugar indicado para acercarse a verlas. Son muchos los que se sorprenden al saber que la Ballena Franca Austral puede andar por estos mares, pero en las bellas costas del estado de Santa Catarina el avistaje de este gigante marino que llega entre junio y noviembre desde la Antártida para aparearse, reproducirse y amamantar en aguas más cálidas ya no es novedad.
En busca de la ola perfecta Enrique Litman, un argentino que ancló junto a su familia por estas playas dos décadas atrás, es el principal impulsor desde hace más de diez años del avistaje de ballenas. Enrique cuenta su historia en la calidez del comedor de su posada Vida, Sol e Mar, que alguna vez fue un ingenio de mandioca, luego su casa, y hoy es el salón principal de este paradisíaco hospedaje en Praia da Rosa con vista al mar. “En marzo del ‘68 viajé con unos amigos surfistas a Río. Como el viaje era muy largo y aún no existía la carretera Br 101, íbamos por la sierra y descansamos en Imbituba, una playa a mitad de camino. Si había olas nos quedaríamos surfeando, y si no, seguiríamos viaje”, recuerda Litman. Pero cuando llegaron, el mar estaba gigante, con olas de tres o cuatro metros, lo cual no es nada aconsejable para meterse. Fue así que rumbearon hacia Rosa, el primer lugar donde el mar se “ordena”, es decir, donde se puede entrar sin correr riesgos, y se quedaron en el rancho de Dorvino Rosa, que era el dueño de todo el paraje. De ahí el nombre: Praia do Rosa.
Litman quedó fascinado con esta tierra virgen pero recién pudo volver varios años después hasta que finalmente compró dos de las cuatro hectáreas donde hoy se encuentra la posada, que a su vez es sede de la ONG Instituto Baleia Franca y base de operaciones para la actividad que lo apasiona hoy en día: la observación de ballenas. “Descubrí las ballenas un 17 de agosto del ’88, cuando este lugar aún era mi casa –cuenta Enrique–. Estábamos tomando mate y mi mujer me dice: ‘¡Mirá, un maremoto!’. Enseguida me di vuelta y apareció la cabeza de una ballena. Cuando abrimos la posada, nos enteramos de que había un proyecto de observación de ballenas en otro de los hospedajes, y fue ahí cuando comencé a interesarme en el tema.”
El primer paseo “oficial” y los sucesivos se hicieron en camioneta, allá por el ‘95. Llevaban a los turistas buscando el sitio exacto donde estuvieran las ballenas, y así recorrían las playas vecinas como Ferrugem, Ibiraqueira, Ouvidor o Ribançeira. Ese mismo año se realizó la Primer Semana de la Ballena en Praia do Rosa, y fue Peke Sosa, el principal impulsor del avistaje en Península Valdés, quien incentivó a Litman. Hoy en día, hasta los pescadores que antaño las cazaban para extraerles el aceite, entre otras cosas, están interesados en su preservación: saben que el turismo que llega atraído por esta incipiente actividad les traerá beneficios a ellos y sus familias. La prueba más fehaciente es Denis, capitán del barco que nos llevará al avistaje, hijo de un pescador ballenero.
Proteger la especie Las ballenas fueron cazadas durante siglos, desde la época de la colonia –de la que se tienen varios datos ya que los españoles y portugueses eran bastante minuciosos en sus diarios–, hasta no hace mucho tiempo atrás, cuando el mundo abrió los ojos y comenzó a protegerlas, especialmente de los barcos japoneses que aún hoy, e ilegalmente, siguen cazándolas. Es por eso que es muy importante el trabajo que realizan ciertas ONG como el Instituto Baleia Franca aquí en Praia do Rosa, y otras entidades similares en el ámbito mundial, realizando tareas de protección, investigación y observación responsable.
La ballena franca sólo come krill, un alimento que se encuentra únicamente en las gélidas aguas de la Antártida y que va almacenando en forma de grasa, por lo tanto durante los meses que se encuentra fuera de aquel territorio no se alimenta, a pesar de la intensa actividad que desarrolla en estas aguas. La hembra se dedica procrear, a amamantar a su cría y enseñarle los movimientos esenciales para luego sobrevivir en altamar. El macho, en tanto, busca aparearse, actividad que desarrolla a partir de los ocho años y que requiere de un gran esfuerzo físico. Las hembras pueden llegar a copular con cinco machos diferentes y la mayoría de los movimientos que realizan y que son visibles fuera del agua, como los saltos, aleteos o giros, tienen que ver presumiblemente con intentos de atracción al sexo opuesto, con diversas formas de comunicación y demostración de territorialidad.
Al avistaje Abordamos la embarcación especialmente diseñada para realizar la observación en la playa de la vecina ciudad de Garopaba, a escasos 15 minutos de Praia do Rosa. Es media mañana y los pescadores están volviendo de su faena diaria con sus pequeños barcos repletos de corvinas, que irán a parar derecho a los grandes mercados de Florianópolis.
Previo al embarque, Mónica Pontalti, bióloga de la ONG Instituto Baleia Franca, ofrece una charla introductoria acerca de esta especie, del trabajo que ellos realizan para su preservación e investigación y de cómo debemos comportarnos dentro del barco para no asustar a las ballenas, si es que tenemos la suerte de ver algún ejemplar, dado que es el inicio de temporada y recién están llegando. Ni siquiera Mónica tuvo aún la oportunidad de ver alguna este año en sus esporádicas incursiones por las playas. El pico máximo de ballenas se da entre septiembre y noviembre, y se estima que llegan a estas costas entre unos 200 y 300 ejemplares, siendo los machos los más rezagados.
Una vez a bordo, con piloto y chaleco salvavidas reglamentario, Denis, el capitán, deja en claro quién manda arriba del barco y pone proa a la ilusión. A esta altura del año el tropicalismo de Brasil deja de ser tal en el litoral sur, y el frío y el viento se hacen sentir dentro del barco que comienza a balancearse mar adentro. El trayecto que en la combi nos llevó 20 minutos demanda casi una hora de navegación a los saltos, provocando inevitables mareos entre los pasajeros más sensibles. Pasamos frente a las playas de Ouvidor y Ferrugem hasta llegar a la costa de la Ribançeira, dónde finalmente divisamos, a lo lejos, un ejemplar.
Enrique y Mónica se encuentran en el barco, apostados en el techo para obtener una mejor visión, y son ellos quienes avisan que no está sola: ¡tiene una cría! Denis detiene el motor, y deja el barco a la deriva para comenzar la aproximación, así no hay riesgo de espantar a la ballena, mucho más celosa y sensible ya que se encuentra custodiando a su hijo.
La excitación que provoca el encuentro es realmente notoria, una de las pasajeras llegó a emocionarse hasta las lágrimas entre un clic y otro de su máquina de fotos. El silencio es total, el barco no para de balancearse y se hace difícil acertar una buena foto. Aún lejos, alcanzamos a verla gracias al característico chorro de vapor y agua que lanza desde sus espiráculos o respiradores dorsales en forma de V hacia arriba, que pueden alcanzar entre dos y cinco metros de altura. Lentamente, nos vamos aproximando. Enrique comenta que aún no debe estar acostumbrada al “acercamiento”, ya que éste es el primer avistaje que realizan este año.
De todas maneras, entre un “estornudo” y otro avanza hacia nosotros, y de pronto la tenemos ahí, al lado, casi podemos tocarla. En pocos segundos pasa a un costado del barco, una parte de su aceitoso y calloso cuerpo emerge como un submarino gigantesco que viene a saludarnos, y podemos ver a su cría bajo el agua. Es realmente impresionante, el doble del tamaño del barco, y a pesar de ser un bicho enorme y estéticamente feo, genera una ternura inusitada.
Praia do Rosa forma parte del selecto club de las Bahías más Lindas del Mundo, una ONG fundada hace diez años con sede en Vannes, Francia, que cuenta con el reconocimiento de la Unesco. Su principal objetivo es contribuir para el desenvolvimiento turístico, económico y social sustentable, a través del intercambio de experiencias entre sus integrantes. Los miembros se comprometen a servir de ejemplo en términos de gestión turística y protección ambiental. Praia do Rosa fue seleccionada por ser parte del Area de Protección Ambiental (APA) de la Ballena Franca, por ser núcleo de la Reserva de la Biosfera de Mata Atlántica, por su belleza natural y su preservación ambiental. El título fue recibido en 2003, en Tadoussac, Canadá, por un representante de PROA (Pousadas do Rosa Asociadas) entidad que contribuyó decisivamente a ese reconocimiento.
Cómo llegar: Gol líneas aéreas vuela de Buenos Aires a Florianópolis. El costo de los pasajes ida y vuelta es de 412 U$S. Más información en: www.voegol.com.br
Dónde hospedarse: PROA (Pousadas do Rosa Asociadas): www.praiadorosa.com.br
Ecoresort Vida Sol e Mar: www.vidasolemar.com.br Tel: (0055) 48-3355-6111. Chalets localizados entre 50 y 200 metros del mar.
Además de organizar los avistajes de ballenas, aquí se organizan cabalgatas y hay una escuela de surf.
Hospedaria das Brisas www.hospedariadasbrisas.com.br Tel: (0055) 48-3355-6020. Recomendada por la Guia 4 Rodas como una de las mejores posadas da Praia do Rosa, está localizada a 400 metros de la playa.
Quinta do Bucanero: www.bucanero.com.br Tel: (0055) 48 - 3355-6056
Esta posada es parte del selecto Roteiros de Charme. 10 apartamentos con vista al mar y la laguna. Cuenta con jacuzzis, sauna seca, gimnasio y sala de masajes.
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