Domingo, 9 de agosto de 2009 | Hoy
SAN LUIS > DESCANSO Y VIAJE AL PASADO
Para desenchufarse, Merlo es la meca, a fuerza de microclima, arroyos y relieves serranos. Y para explorar nuevas aventuras, Sierra de las Quijadas, donde San Luis propone un viaje a los orígenes de la Tierra.
Por Graciela Cutuli
San Luis tiene sus particularidades, desde esa hora de diferencia que la separa del huso horario nacional hasta los iones negativos que cargan de energía el aire de sus sierras, pasando por una posición central que la pone en el camino de quienes viajan entre el este y el oeste del país. Tal vez por eso cubre las expectativas de viajeros muy diferentes, tanto de quienes buscan aislamiento y tranquilidad como de quienes prefieren aprovechar las vacaciones para recargar sus dosis anuales de adrenalina. En el medio, hay una gama tan extensa como aquellos gustos sobre los cuales, como se sabe, no hay nada escrito... o tal vez demasiado. Lo cierto es que variedad no es lo que falta: turismo minero, deportes de aventura, arroyos correntosos, salinas desérticas, quebradas y embalses dibujan la geografía provincial e invitan a recorrer los relieves puntanos con curiosidad, ánimo de descubrimiento y unos cuantos megas libres en la tarjeta de memoria de la cámara fotográfica.
VIAJE GEOLOGICO En el noroeste de la provincia, del lado opuesto a Merlo, San Luis muestra su faceta más agreste. Al este del río Desaguadero, cuatro cadenas serranas –sierra de Guayagás, sierra de Cantantal, sierra de las Quijadas y sierra del Gigante– surcan el territorio puntano desde el límite con la vecina San Juan hacia el sur.
Sierra de las Quijadas es un Parque Nacional, extendido sobre unas 150.000 hectáreas y relativamente reciente: creado hace menos de dos décadas, protege una zona de extremada aridez y al mismo tiempo de notable belleza, cuya vida latente requiere de ojos atentos para descubrirla y donde el paisaje permite leer entre líneas un vasto pasado que se mide en millones de años.
Para adentrarse en la sierra de las Quijadas, hay que tener en cuenta que es un territorio de aventura: a diferencia de otros parques nacionales, consolidados como destinos turísticos y provistos de infraestructuras, aquí es la naturaleza la que manda y se impone con su clima extremo y su relieve accidentado. Si se las pudiera ver desde arriba, se apreciaría que tienen una estructura convexa, donde los pliegues del terreno van revelando las distintas edades de cada capa geológica y los caprichos de una fractura que forma marcados desniveles. La aridez es extrema, pero los colores de la tierra son extraordinarios: rojos, ocres y dorados contrastan con un cielo donde los rayos del sol brillan sin obstáculos, mientras las noches de Luna permiten orientarse entre relieves mágicamente iluminados con matices plateados. Los ojos expertos de los guías son los mejores intérpretes del paisaje, y su compañía, la ideal para adentrarse en los senderos del parque, tanto a pie como en bicicletas todo terreno. Siempre teniendo en cuenta que en estas tierras secas cada huella es como una herida que tarda en cicatrizar, y por lo tanto hay que extremar las precauciones ante el paso de cada visitante.
FARALLONES Y PAMPAS DE PIEDRA El centro de la sierra de las Quijadas es una gran depresión, el Potrero de la Aguada, donde la naturaleza parece haber desplegado sus máximos recursos escenográficos. Hay que penar un poco y pisar firme para llegar, pero de pronto se abre un espacio inmenso donde se suceden los acantilados, las cornisas vertiginosas y los farallones donde la roca parece haberse plegado y acumulado bajo el efecto de hercúleas fuerzas invisibles. Y en medio de esa demostración de fuerza de los elementos, aparece el milagro del agua que corre por el fondo sobre un lecho de arena y roca. Como otros cursos de agua en la Sierra de las Quijadas, también éste es efímero: aparece y desaparece según las lluvias, que se hacen rogar pero cuando llegan reviven los pocos verdes de este paisaje rojizo.
Para quien esté decidido a emprender una caminata, además de una buena provisión de agua conviene tener en cuenta los tiempos necesarios: alrededor de una hora para llegar hasta el paraje Miradores, unas dos horas si se camina hasta el circuito Huellas de los Dinosaurios y unas cinco horas si se continúa hasta Farallones. Poco a poco, se irá descubriendo que sierra de las Quijadas –como otras regiones áridas en San Juan y Neuquén– es un extraordinario reservorio de huellas, huesos y huevos de dinosaurios y otras especies aún menos conocidas: aquí se encontraron, por ejemplo, los restos del Pterodaustro guiñazui, una suerte de reptil volador a medio camino entre el pájaro gigante y el dinosaurio, que vivió en el Cretácico.
En cuanto al presente, el parque tiene una fauna variada a pesar de la aridez: es sobre todo en torno de los humedales del río Desaguadero donde las distintas especies encuentran un hábitat más favorable, entre ellas los pumas, los zorros grises, las maras, los pecaríes de collar, los gatos monteses, las tortugas (tristemente en peligro, por la práctica de convertirlas en mascotas domésticas) y los guanacos. Tampoco es raro divisar jotes y cóndores sobrevolando majestuosos los farallones y hondonadas: son parte de una avifauna que incluye halcones peregrinos, águilas coronadas, cardenales amarillos y otras especies. Con un buen guía, se va interpretando también la flora del parque: y a medida que el ojo se hace más experto, cada verde parece distinto y cada pequeña planta, cactus, árbol y arbusto se muestra como un milagro de adaptación y resistencia frente a las condiciones adversas. Que, curiosamente, fueron favorables para algunas especies exóticas tan bien adaptadas que a veces invaden el territorio de la flora nativa.
AIRES DE MERLO Siempre en el norte de San Luis, pero del lado este de la provincia, Merlo es el destino estrella para quienes buscan un descanso energizante lejos de los apuros urbanos. Hasta los escépticos que desconfían de las explicaciones científicas terminan convencidos después de un par de días: y no es tanto por las explicaciones en cuestión como por la experiencia de que algo hay en este lugar que influye positivamente en los ánimos, las energías y la recuperación de las fuerzas. Será que la vista se pierde tranquila entre las sierras y es un placer respirar este aire diáfano, que por las noches siempre refresca, y durante el día siempre aporta la calidez del sol. El clima, o microclima de Merlo, es una de las razones de su celebridad: tiene que ver con las cantidades de ozono, la ionización negativa del aire y la presencia de óxido nitroso. Pero otra de las razones es su ubicación privilegiada entre las sierras, sobre una ruta que kilómetros más adelante lleva a las bonitas localidades de Traslasierra cordobesa, y una cierta sensación de lejanía que contribuye a su encanto.
Sin embargo, no todo es descanso: Merlo también es un buen destino para el turismo activo, con numerosas posibilidades para todos los gustos y edades. Primero, hay que hacer un reconocimiento del terreno visitando los circuitos clásicos que parten de la villa serrana: el Circuito Chico, con el famoso Algarrobo Abuelo (se estima que tiene más de 800 años), los bosques de molles, el arroyo Piedra Blanca (límite natural con Córdoba) y el salto del Tabaquillo. Partiendo en cambio hacia el sur se puede hacer trekking y explorar el cerro de Oro, o bien intentar un lanzamiento en parapente en Carpintería, al pie de la sierra de los Comechingones. La experiencia vale la pena, porque una vez pasado el sacudón inicial y el temor al vacío, que se supera con ayuda de los instructores y una dosis de coraje, el vuelo sobre el valle desde el Mirador de los Cóndores –uno de los puntos más altos del país para vuelos en parapente– es digno de los pájaros. Después, se puede descansar en la quebrada de Villa Elena, donde las sierras se multiplican en arroyos, saltos, ollas y bosquecitos. Más allá de la recreación tranquila, los operadores de ecoturismo proponen salidas de avistaje de aves, pesca de truchas, cabalgatas, iniciación al rappel y la escalada en roca y excursiones en vehículos 4x4 para explorar las partes más inhóspitas de las sierras. Y por la noche, siempre hay tiempo para disfrutar de un buen asado, un chivito, carnes hechas al disco y otras especialidades propias de la región, muchas veces junto a los vecinos de cabañas que se juntan para compartir una cena y prolongar la camaradería a la que invitan el lugar y el paisaje.
Desde Merlo se puede visitar el Bajo de Véliz, una depresión atravesada por el arroyo Cabeza de Novillo. En este lugar se pueden contemplar restos de los pueblos aborígenes que vivieron en la región, en particular morteros, y restos fósiles de animales y vegetales.
Lugar favorito de los puntanos para el fin de semana, el Potrero de los Funes es un importante centro de servicios turísticos, cerca de la capital. Es un buen lugar para practicar deportes de aventura, visitar algunas de las estancias que ofrecen jornadas de turismo rural y avistar cóndores en la quebrada cercana.
San Luis toma colores exóticos en las Salinas de Bebedero, formadas hace millones de años, cuando se generó una enorme laguna salobre que cada invierno se convierte en un desierto de sal. Aquí se puede apreciar la producción y el almacenamiento de sal comestible.
Un puñado de kilómetros al oeste de la capital se puede pasar el día en las Termas de Balde, descubiertas a principios del siglo XIX por un estanciero local. Las aguas brotan a unos 43 grados y tienen buenas propiedades curativas.
En San Francisco del Monte de Oro, al pie de las sierras de Michilingue, se levanta todavía la escuela-rancho donde comenzó su trabajo como maestro Domingo Faustino Sarmiento. La región es conocida, asimismo, por las artesanías en madera, cuero y ónix.
Consultas a guardaparques en sierra de las Quijadas: tel.: 02652 490182.
En los ríos y arroyos de montaña es importante prestar atención a las crecidas y no alejarse de los balnearios autorizados.
Más información: www.parquesnacionales.gov.ar www.lavillademerlo.com.ar, www.sanluis.gov.ar
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