MEXICO > EN LA PENíNSULA DE YUCATáN
En la península de Yucatán hay más de 3 mil misteriosos ojos de agua llamados cenotes, donde los mayas arrojaban ofrendas y sacrificios humanos. Hoy en día son una de las mecas mundiales del submarinismo, donde se bucea entre estalagmitas y estalactitas por un entramado de cuevas sumergidas.
› Por Julián Varsavsky
La naturaleza privilegiada del mar Caribe no es exclusiva de las islas de la región. También se extiende por las costas continentales, entre las que sobresalen las de la península mexicana de Yucatán . Es la zona del Caribe Maya, donde la extraordinaria civilización prehispánica dejó el testimonio de su pasado a lo largo de un corredor arqueológico en el que se yerguen las ruinas de Chichén Itzá, de Tulum y de Cobá, y donde están los antiguos cenotes, esas bocas que se abren en la tierra sobre ríos subterráneos que los mayas consideraban sagrados.
TULUM Y COBA Ubicada en un acantilado sobre el mar, la ciudadela maya de Tulum –construida en el año 650 d.C.– conmueve a los visitantes por la belleza de su emplazamiento. De una ciudad que según la describieron los primeros conquistadores españoles era “tan grande como Sevilla”, han quedado 60 estructuras bien conservadas entre las que se destaca El Castillo, que domina la escena frente al Caribe, y el Templo de los Frescos. A un costado, una pequeña playa permite la indescriptible experiencia de flotar en la transparencia turquesa del mar bajo el marco escenográfico de los templos mayas. Cerca de las ruinas está la pintoresca zona hotelera de Tulum, desde donde también se organizan fantásticas excursiones al submundo acuático de los cenotes.
Cobá significa “aguas removidas por el viento”. Es uno de los primeros sitios mayas, cuya superficie de 80 kilómetros cuadrados aún no se ha excavado totalmente en la selva y pertenece al período clásico (del 500 al 900 d.C.). La pirámide Nohoch Mul de Cobá es la más alta de la península (42 metros del altura) y desde su cúspide se contempla un amplio panorama de las legendarias tierras y aguas de esta región maya.
AGUAS MITICAS La experiencia de sumergirse en las aguas de un cenote –los descomunales hoyos que se abren en la selva del sudeste de México– es algo así como revivir una de las escenas imaginadas por Julio Verne en su novela Viaje al centro de la Tierra. Allí, uno literalmente se zambulle en un hoyo oscuro de incierta profundidad, que a través de cámaras y galerías se interconecta con otros ubicados a kilómetros de distancia, que a su vez van a dar al mar. En su interior, las extrañas geoformas son iluminadas por los rayos oblicuos de luz turquesa que entran por la boca del cenote, creando una dimensión extrañísima y diferente incluso a la de bucear en el mar.
Para la cosmogonía maya, los cenotes eran la puerta de entrada al Xibalbá, el inframundo de los muertos donde continuaba la vida. En el Popol Vuh, el legendario escrito maya, se cuenta que en el fondo de los cenotes –o en el “reino de la muerte”– habitaban seres mitológicos como la serpiente gigante llamada Sukan, el ave Moan y también un perro que era el encargado de conducir las almas de los muertos. Las primeras crónicas de los frailes españoles de la conquista hablan de sacrificios humanos que iban a parar al fondo de estas formaciones naturales. Y los trabajos arqueológicos confirmaron esas observaciones. Los frailes hablaban de doncellas y niños ataviados con joyas como objeto de sacrificio, mientras que las investigaciones posteriores encontraron tanto hombres como mujeres de diferentes edades, la mayoría con marcas rituales que sugieren un sacrificio a los dioses. Pero hay casos de cenotes donde se encontró más de un centenar de cuerpos humanos, haciendo suponer que sirvieron también como simples cementerios acuáticos.
Lo llamativo de ese submundo de los mayas es que de allí provenía también toda la energía vital de la tierra, lo cual tiene una lógica intrínseca, ya que sus aguas dulces eran la principal fuente de vida para sus poblados y ciudades. Los cenotes eran vistos como el lugar del nacimiento de la vida, y por eso en sus cercanías se instalaban poblados, así como templos y plataformas rituales. El complejo sagrado de Chichén Itzá está junto a un gran cenote donde se encontraron numerosos objetos de jade, cobre, oro y textiles.
Los gobernantes mayas eran conscientes de que el control de los cenotes tenía tanto un valor práctico como simbólico, que redundaba en el control político sobre la vida y también la muerte. Tras la conquista de Yucatán, los padres franciscanos entendieron muy bien su valor y edificaron grandes conventos en los lugares poblados donde había cerca algún cenote sagrado.
Aun hoy los descendientes de los mayas llevan a cabo rituales en estos hoyos. Tal es el caso de la ancestral ceremonia del Ch’a-chak, un culto de origen agrícola para pedir por las lluvias, en la que se extrae de las cavernas más profundas un “agua virgen” llamada zuhuy-ha, considerada totalmente pura por no haber sido nunca tocada por el hombre, ni traspasada por un rayo de luz.
NADAR EN UN CENOTE Para bucear en el interior de los cenotes y sus galerías se exige tener experiencia en este deporte. Pero hay alternativas más simples como hacer snork en la superficie y hundirse dos o tres metros aguantando la respiración. Uno de los cenotes más bonitos, tanto para hacer snork como para bucear, es el llamado Dos Ojos, ubicado a 14 kilómetros de la ciudad de Tulum, desde donde parte la excursión guiada.
Antes de descender al cenote por unas escaleras, el guía recomienda no nadar cerca del fondo de arena blanca para no levantar sedimentos y seguir siempre una cuerda de seguridad que indica el camino, especialmente para evitar que alguien se meta en una cueva fuera del circuito y se pierda. Dentro de un cenote no hay casi corrientes de agua –ni viento que las agite–, así que la transparencia es perfecta. Hay menos luminosidad que en el mar, salvo por los haces de luz que entran como cascadas. En un silencio total, se avanza por las galerías y cámaras subterráneas con la sensación de estar flotando en el espacio sideral, mientras aparecen a la luz de las linternas gruesas estalactitas y estalagmitas que se yerguen arriba y abajo como primitivas lanzas. Cuando baja la temperatura de las aguas, es señal de que se ha descendido más de 10 metros. Y al mirar hacia abajo se descubre un abismo negro y sin fin. Pero no hay mayor peligro, por supuesto, porque los guías están muy atentos de que todos cumplan con las medidas de seguridad. Además, durante la excursión nunca se deja de ver arriba la aureola luminosa de la boca del cenote, que tranquiliza los ánimos ante las amenazantes y filosas estalactitas que penden en la caverna acuática.
En el borde inferior de los cenotes –que suelen ser circulares y con escarpadas paredes– se ven a veces bajo el agua unas raíces monstruosas como tentáculos: son de los árboles que crecen 30 metros más arriba.
La profundidad máxima que se alcanza en esta excursión es de 12 metros. Siguiendo el recorrido prefijado, se pasa junto a un gran caracol fosilizado sobre una roca y luego se sale a la superficie por el segundo ojo del cenote, al pie de una bóveda con techo rugoso donde cuelgan centenares de murciélagos patas para arriba. Entrar por una boca y salir por otra evoca nuevamente a Julio Verne: en Viaje al centro de la Tierra, Otto Lidenbrock termina su fantástico periplo expulsado de las entrañas del planeta por una erupción del volcán Etna, habiendo penetrado antes por otro volcán ubicado a kilómetros de allí.
La Península de Yucatán es una gran plataforma de piedra caliza formada hace millones de años, que durante el avance de las glaciaciones quedó al aire libre y al retirarse los hielos se sumergió en el mar. Las cuevas se formaban cuando bajaban las aguas, ya que el ácido carbónico de las plantas en descomposición se filtraba en la tierra por efecto de la lluvia, disolviendo la piedra caliza. Este fenómeno fue tallando grandes espacios vacíos subterráneos, que en determinado momento colapsaron como un techo que se rompe por su propio peso, abriendo esos hoyos que llegaron hasta hoy y nos permiten curiosear por ese universo inimaginable que uno supone bajo nuestros pies. Así surgieron ríos subterráneos que fueron horadando kilómetros y kilómetros de paredes de piedra en busca de una salida al mar, y el resultado fue los miles de cenotes que se visitan desde cualquiera de las localidades de la Riviera Maya, la mayoría de ellos nunca explorados hasta hoy.
Cómo llegar. Desde Buenos Aires, hay vuelos a Cancún vía México DF. Y desde las localidades de la Riviera Maya se pueden recorrer los cenotes con un auto alquilado o contratando una excursión.
Dónde dormir.
Excursiones. Un tour de snorkel en algún cenote cuesta alrededor de U$S 55. Buceo con dos inmersiones (para buzos certificados) cuesta U$S 120. Y el buceo por las cuevas de los cenotes (para buzos con certificado Intro o Full Cave) cuesta U$S 120. Empresa de buceo: www.abyssdivecenter.com Más información. Consejo de Promoción Turística de México en Buenos Aires. Reconquista 1056, piso 11. Tel.: 4139-6770/71. Horario: de 10 a 14 y de 16 a 18. En la web: www.visitmexico.com - www.mayayucatan.com.mx - www.cancuntravel.com
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