Domingo, 10 de enero de 2010 | Hoy
PASEO LITERARIO
Novelistas, poetas, dramaturgos. Junto a la Londres financiera, turística o musical, existen numerosos recorridos que permiten conocer casas de escritores, teatros, monumentos y toda la herencia literaria que perdura en las calles de la capital británica, desde Shakespeare y Charles Dickens hasta Peter Pan y Harry Potter.
Por Texto y fotos de Graciela Cutuli
Para el “viajero literario”, esa especie que recorre el mundo en busca de los libros y autores que jalonaron las instancias de su vida y su biblioteca, hay en Londres una suerte de templo insoslayable: es la venerable British Library, algo así como la Meca de la literatura en inglés, con millones de libros, manuscritos, diarios y partituras que ocupan más de 600 kilómetros de estanterías... y crecen varios kilómetros cada año.
La Biblioteca Nacional Británica es sede de los depósitos legales; es decir que recibe un ejemplar de cada uno de los libros publicados en el Reino Unido e Irlanda, junto a la Bodleian Library de Oxford, la Biblioteca de la Universidad de Cambridge, el Trinity College de Dublín y las bibliotecas nacionales de Escocia y Gales. Sus impresionantes colecciones empezaron a formarse en el siglo XVIII, primero dispersas en varios edificios del centro de Londres y luego reunidas en el edificio actual de Euston Road, cerca de la estación St. Pancras-King’s Cross. Estación que conocen todos los chicos porque allí se encuentra la imaginaria Plataforma 9 3/4, donde Harry Potter lanza su carrito contra la pared de ladrillos para ingresar en el mágico mundo del Hogwarts Express.
Para los más grandes, la magia está en las salas y galerías de la British Library, donde se conservan y se pueden ver tesoros como la Carta Magna, uno de los primeros documentos en establecer los poderes de un rey inglés; el épico poema Beowulf; una Biblia de Gutenberg; los Cuentos de Canterbury, de Chaucer; el Cuaderno de Notas, de Leonardo da Vinci; manuscritos de Charles Dickens, Virginia Woolf, Jane Austen... y Los Beatles. Se trata, entonces, del mejor punto de partida para recorrer la extraordinaria riqueza literaria de Londres. Desde allí el primer barrio a explorar es el cercano Bloomsbury, toda una institución en las letras británicas.
DE DICKENS A VIRGINIA WOOLF Partiendo de la estación de subte de Tottenham Court Road se llega rápidamente a Bedford Square, considerada una de las plazas georgianas mejor conservadas de Londres. Hasta los años ‘80 fue además el centro del mundo editorial británico: aquí tuvo sede, en el número 31 y 32, la editorial Chatto & Windus, heredera de la célebre Hogarth Press fundada por Leonard y Virginia Woolf. Muy cerca vivió Anthony Hope, autor del Prisionero de Zenda, y unos metros más adelante la imponente Senate House de Malet Street inspiró a George Orwell la descripción del Ministerio de la Verdad en 1984. Los pasos llevan luego hacia Russell Square: en una de sus esquinas se levantan las antiguas oficinas de Faber & Faber, donde trabajó entre 1925 y 1965 T. S. Eliot. Todas estas cuadras están impregnadas de ecos literarios: es difícil caminar aunque sea unos metros sin encontrarse con las típicas placas azules que recuerdan en Londres a los escritores de renombre que alguna vez vivieron o pasaron por la ciudad. En Gordon Square 46, una suerte de isla tranquila en la agitación londinense, vivió Virginia Woolf. La escritora se mudó años más tarde a un edificio Tavistock Square junto con su marido, Leonard, con quien dirigía Hogarth Press. Hoy una placa la recuerda a ella y al Grupo de Bloomsbury, el puñado de intelectuales –entre ellos Bertrand Russell, John Maynard Keynes, Lytton Strachey y Katherine Mansfield– que dominaron la creación y el pensamiento en las primeras décadas del siglo XX.
LA CASA DE DICKENS El itinerario serpentea un poco más y pasa frente a la discreta casa del encantador pasaje Woburn Walk donde vivió el poeta W. B. Yeats y donde solía visitarlo su amigo Ezra Pound. Otro amigo, John Masefield, describió el living del poeta irlandés, con su romántica atmósfera de otros tiempos, como “el cuarto más interesante de Londres”.
Desde aquí ya no falta mucho para llegar a la casa donde vivió Charles Dickens, que fue convertida en museo y es la meta de numerosos admiradores de su obra. Sobre una calle tranquila, con casas de ladrillo, el número 48 de Doughty Street fue el hogar de Dickens y su mujer, Catherine Hogarth, entre 1937 y 1939. Aunque vivieron en otras casas de Londres, ésta es la única que queda y es la que conserva los manuscritos, cartas, muebles y objetos personales del escritor, famoso en aquellos años gracias a Los papeles de Pickwick y Oliver Twist. Su Cuento de Navidad, entretanto, sigue inspirando al moderno cine en tres dimensiones: y para desandar su historia, se pueden ver aquí algunos bocetos de los dibujos que acompañaron la edición original de la historia del avaro Scrooge, diseñados por John Leech.
EL TEATRO DE SHAKESPEARE Un paseo por el Londres de la literatura tiene otro eje insoslayable, que se remonta varios siglos en la historia: es la visita al teatro The Globe, o El Globo, conocido como “el teatro de Shakespeare” porque el célebre dramaturgo –de tan gran fama como misteriosa identidad– trabajó aquí como actor y autor para la compañía teatral Lord Chamberlain’s Men. Por este escenario pasaron, en la Londres isabelina, las primeras interpretaciones de Macbeth, Hamlet, Otelo y otros personajes ya universales.
Construido a orillas del Támesis, en lo que eran a fines del siglo XVII las afueras de Londres, el teatro se levantó utilizando material de otra construcción anterior, el antiguo The Theatre, que había sido el primero de la época isabelina. Al terminarse su licencia, fue trasladado del otro lado del río y con nuevo nombre. El Globe, que como la mayor parte de los teatros de su tiempo no tenía techado el escenario, sólo funcionaba en verano y con luz diurna, a partir de las primeras horas de la tarde. Algunos años después de su primera inauguración fue destruido por un incendio y, aunque fue reconstruido, el avance del puritanismo lo impulsó a cerrar sus puertas definitivamente a mediados del siglo XVII. Siguieron siglos de silencio hasta que en 1997 Londres mostró con orgullo la reconstrucción bautizada, siempre a orillas del Támesis pero a unos 200 metros del emplazamiento original, como Shakespeare’s Globe Theatre. En un trazado que respeta lo más fielmente posible el trazado del teatro original, volvieron a sonar entonces las voces de los personajes atormentados por las pasiones humanas tal como los soñó y actuó el gran dramaturgo.
EL ENCANTO DE LA FICCION Además de los personajes verdaderos, la Londres literaria está jalonada por los personajes de ficción salidos de la pluma de sus creadores e instalados para siempre en el imaginario de los lectores. Cerca de uno de los lugares más populares de Londres, el famoso museo de cera de Mademe Tussaud, los admiradores de la perspicacia de Sherlock Holmes pueden visitar la casa del detective, naturalmente situada en el 221B de Baker Street. Nadie diría, ante la fidelidad de la reconstrucción basada en las historias de Conan Doyle, que todo fue sólo el fruto de la imaginación literaria: desde la dirección, que nunca existió pero fue expresamente recreada, hasta los muebles, la pipa, la lupa y el sillón todo parece estar exactamente tal como lo dejó el detective, tal vez para salir a investigar uno de sus casos. No faltan para completar la ilusión sus libros, y muchos menos su incondicional amigo, el fiel pero ingenuo Doctor Watson.
Finalmente, aunque el paseo por la Londres de los libros podría tener un carácter casi infinito, hay al menos otro lugar para no perderse antes de concluir el paseo: hay que ir entonces hasta los Jardines de Kensington, que antiguamente pertenecieron al Palacio de Kensington y hoy son uno de los espacios verdes públicos más bellos de Londres. Ajena a esa belleza, aquí se suicidó en 1816 la esposa del poeta Percy B. Shelley, ahogándose en una de las fuentes. Pero lo que hay que ver está unos pasos más adelante, y es la estatua de otro de los más famosos personajes de la literatura inglesa: Peter Pan, el niño que no quería crecer. Rara vez en Londres un monumento recuerda a un personaje de ficción, pero éste es uno de los casos. Inaugurada en la noche del 30 de abril de 1912, para que apareciera mágicamente al día siguiente, la estatua fue encargada por J. M. Barrie, el autor de la historia, que en estos jardines había conocido a los hermanos Llewellyn Davies, inspiradores del personaje. “Nada muy importante pasa después de los 12 años”, aseguraba el creador de Peter Pan. Y la encantadora estatua de los Jardines de Kensington, que fascina a los niños desde hace generaciones, parece estar allí para darle todavía la razónz
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