TEXTO Y FOTOS:
MARIANO BLEJMAN
Viaje al pasado
Oculta bajo unas escaleritas cercanas a la Catedral, la cripta arqueológica de Nôtre Dame ofrece un recorrido por el pasado de la ciudad, desde la Lutecia romana al orfelinato de los horrores en el Renacimiento.
Es una paloma, pero podría ser un cuervo. Acaba de posarse sobre el pilón de ingreso a la cripta, a cien metros de Nôtre Dame de París y parece observar cómo pasan las ánimas viajeras por sobre los restos de su ciudad. El ave custodia los restos de la historia enterrada en el medio de la Ile de la Cité, unas escaleritas bajo la inmensa Catedral que parecen algo así como la antesala del Infierno.
El pasado se desordena cuando sus piezas fueron olvidadas y un día reaparecen. Eso sucedió en la cripta arqueológica de Nôtre Dame, excavada en 1965 y abierta al público en 1980.
El techo es bajo y macizo, e incita a meter la cabeza entre los hombros. Unas dicroicas alumbran restos de roca. ¿Cómo diferenciar todo esto? Salas galo-romanas, muros del 300 d.C., rezagos de un subsuelo de la capilla del Hôtel-Dieu, restos medievales de la calle Neuve Nôtre-Dame, marcas de la fundación del Hospice des Enfants-Trouvés, trastos de las alcantarillas del arquitecto Haussmann. Teniendo en cuenta que París se fundó a fines del siglo III a.C. por una tribu galo-céltica conocida como Parisii, se trata, por lo menos, de 2300 años encapsulados en medio de la modernidad.
De Lutecia en adelante Al caminar en la cripta hay que usar un verdadero poder de imaginación para comprender que aquí existió una ciudad llamada Lutecia, de un inmenso poder económico en época galo-romana, favorecida por el paso del Sena. Es probable que a pasos de aquí hubiera un puerto en la misma época en que nacía Cristo. Lo que se ven son restos de los terraplenes de trescientos años después, donde se concentró la plebe ante las invasiones germánicas; los trazos de una puerta, probable vía principal de la ciudad sobre la rue Saint-Jacques y, en el centro mismo de la cripta, restos de dos casas galo-romanas de la época del Alto Imperio que pertenecieran a personas notables de la ciudad.
Los investigadores piensan que la parte superior de una de las viviendas fue sellada por el fuego. Encontraron muchos objetos quemados o machacados, y una pieza de bronce con el nombre de Otacilia Severa, datada del año 246 d.C. En el centro de la cripta, aún hoy, el bronce se conserva en la vitrina. Se trata de un personaje con una copa en la mano derecha y un cuerno de la abundancia en la izquierda. La segunda casa, en tanto, también es de la época del Imperio Romano, hacia el siglo V. Sus constructores reutilizaron algunos muros de la primera. Su dueño ocupó también un lugar notable, se deduce, por el sistema de calentamiento solar y ciertas piezas que pertenecieron a termas privadas.
Sin pisar Al rato de hacer de hombre-topo, uno comienza a acostumbrarse a los detalles. Como quien observa en la oscuridad el tiempo suficiente para que los ojos se vuelvan más profundos. Aunque, claro, sigue siendo necesaria la ayuda de alguien que entienda los signos de antaño. Se camina por la rue Neuve Nôtre Dame, cuyo trazado se puede observar en el suelo de la cripta, diez metros por debajo del nivel actual. Es la calle que tuvo que crear Maurice de Sully en 1163 para transportar materiales para la Catedral. Tenía a ambos lados casas fastuosas, destruidas por la llegada de otras casas ya no tan ostentosas, pero aún subsisten rezagos de sus sótanos. Como la del Agnus Dei o la de Saint-Victor, perturbada por la construcción de un pilar que sirvió para fundar el Hôtel-Dieu, en el borde sur hacia el siglo XIX.
Aquí reaparece todo, como quien usa una cámara de fotos cuyo obturador ha permanecido abierto durante miles de años. La iglesia Sainte Geneviève des Ardents, por ejemplo, se llamó antiguamente Nôtre Dame la Petite. Y fue un milagro datado en 1129 lo que le dio su nombre definitivo: aquí llegaban los enfermos del “mal de los ardientes” provocado por el ergotismo, un envenenamiento producido por el centeno, que explotaba entre convulsiones, gangrena y disturbios psíquicos. Gracias a la santa Geneviève, quien por entonces todavía era mortal, los enfermos se curaron a excepción de tres incrédulos, que siempre los hay. La iglesia fue destruida recién en 1748. Hoy, están los restos de su fundación. La historia del “Hospicio de los Niños Encontrados” (l’Hospice des Enfants-Trouvés) se lleva el primer premio a la mala fe: en 1552 se fundó una casa destinada a ubicar bebés abandonados en las cercanías de Nôtre Dame, al parecer una costumbre de la época. La posada, al comienzo de fuerte vocación caritativa, fue rápidamente capturada por los fuegos dantescos de Alighieri: los niños volvían a ser arrojados a la calle o se vendían en la rue Saint-Landry a saltimbanquis o mendigos profesionales, al parecer otra costumbre de la época. El hospicio, situado en el norte de la rue Neuve Nôtre-Dame se destruyó en 1877. Sólo en la cripta subsisten trazos de aquel horror.