Domingo, 10 de octubre de 2010 | Hoy
TUCUMAN. POSTALES DEL NOROESTE
Tafí del Valle sorprende tanto a nivel paisajístico como por las actividades que hacen eje en la naturaleza y en el trabajo ejercido sobre ella por el hombre desde tiempos ancestrales. Cabalgatas desde las bardas que encierran el pueblo y sabores caseritos para compartir, en una verdadera ciudad gourmet.
Por Pablo Donadio
Más allá de la importancia histórica y las alternativas que ofrece la capital provincial, cada rostro de Tucumán es una piedra trabajada por los siglos: rica, singular, poderosa. Una de las caras más bellas se encuentra en Tafí del Valle, entre la ciudad y el camino que lleva hacia la ciudad sagrada de los indios quilmes. La llegada, de por sí, es toda una aventura: hay que atravesar la montaña que separa ambos lados en una serie de ascensos y descensos circulares y zigzagueantes hasta el hartazgo, pero que dejan ver un bosque de yungas único. Por momentos, la niebla generada por la condensación de la humedad da cuenta de la multiplicidad de climas reinantes en apenas unos kilómetros. Así la ruta 307 y sus recodos parecen un déjà vu eterno, y son acompañados en su humedad y verde intenso por el cauce de un río, nubes por debajo y sonidos selváticos de pájaros y animales por encima. Sin embargo, al rato todo es aridez. Los violáceos, ocres y rojizos del suelo, los altos cardones y las casitas aplastadas de ladrillo y de adobe hacen creer que el paisaje anterior bien puede haber sido soñado.
FERTIL ARIDEZ Ya cae la tarde. La poca claridad que queda va mostrando los largos y espinosos cardones sobre un suelo seco y rocoso, hasta que antes de entrar al pueblo un puñado de luces va creciendo y se transforma en miles sobre el lado izquierdo de la ruta. Es El Mollar, un asentamiento separado de Tafí por el dique La Angostura, gigante espejo de agua que es escenario de la pesca y otras actividades náuticas locales. Atrás se esconde el cerro Pelado, justo donde nacen los valles De las Carreras y El Rodeo, más chicos pero ricos en actividades de aventura y sabores regionales para degustar sin reservas.
Tafí es la cabecera del departamento y una ciudad importante de 12 mil habitantes, que más allá de su propuesta campera desborda de visitantes durante los meses de verano. Sabios como pocos, los indios diaguitas supieron llamar al lugar “El pueblo de la entrada espléndida”, y quien visite el pago entenderá rápidamente por qué. De hecho, es aquí donde comienza la clásica escalada norteña, que sigue camino hacia las bellas Salta y Jujuy. Algunos dicen que la primavera es la mejor época de la región, cuando los colores y el clima acompañan pero todavía reinan los silencios y nada altera la vida cotidiana. Entre los caminos de tierra y casitas coloniales, algunas agencias de viajes y particulares duchos en la región ofrecen caminatas, así como la práctica de kayak o canotaje en el dique, y la visita a lugares históricos como Capilla de la Banda. A nivel cultural y de servicios no se queda atrás, con un completo calendario festivo, que incluye la Fiesta de la Tradición y de Nuestra Señora de la Merced.
SOBRE LA BARDA Los caballos dan un par de vueltas de orientación y suben el filo de la barda. De a poco se sienten los más de 2000 metros sobre el nivel del mar en el traqueteo de los animales, que siguen al líder, montado por el baqueano. Al rato se está como el surfer que coquetea con el tubo de la ola: un poquito más cerca, un poquito más lejos, pero siempre pegados al filo del largo y por momentos peligroso mirador. Eso, claro, aumenta el entusiasmo y la atención. Abajo, la ciudad toda se envuelve en una olla silenciosa. Pero las cabalgatas, un clásico de la visita, no sólo llegan hasta aquí: una de las salidas habituales conduce a la Estancia Las Carreras, creadora de los renombrados quesos que pueden verse en cada puesto montado en las veredas. Las hay también de varios días, internándose en plena montaña, y otras que conducen a valles y rincones que costean el dique, los cerros Pelado, Muñoz y Mala-Mala, surcando ríos caudalosos y con la posibilidad de disfrutar de un camping.
Fernando Olmedo, guía local, cuenta que estos cerros encierran gran parte del misterio de la cultura aborigen, que supo tener en los vecinos quilmes un ejemplo de lucha heroica contra las fuerzas de la colonia española. La historia no termina allí: en el camino que lleva de San Miguel a Tafí, se asentó la primera ciudad de la corriente colonizadora del Alto Perú: El Barco, un asentamiento casi olvidado pero que simboliza el comienzo de las ciudades que vinieron después. Y no sólo los museos de la provincia dan cuenta de restos fósiles y vestigios de culturas pasadas, sino algunos anfiteatros a cielo abierto, con visitas a ruinas arqueológicas.
SABORES DE AQUI Empanadas, vino y quesos constituyen una trilogía tucumana de excelencia. Comenzando por las famosas empanadas “crocantes que nunca se mojan, a pesar del jugo” y que están presentes en toda la provincia, Tafí sale al mercado gourmet con otros dos productos de altísima calidad. Por propiedades del suelo, los climas irregulares (sol franco de día y mucho frío de noche) y altura, estas tierras son una suerte de bendición para las vides. Mientras Soraya, chef de la Hostería Castillo de Piedra, prepara algunas entraditas con toques de queso de cabra, algarroba y chañar, el deleite se completa con el inconfundible sabor del Patriarca, uno de los lujos de exportación nacido en las pródigas tierras del Valle Calchaquí. El tercer elemento es el queso, y la propuesta es seguir los pasos desde el origen del producto hasta el momento de la degustación. En algunas estancias como Las Carreras, los visitantes pueden ver y practicar el ordeño de las vacas, para luego seguir pasos productivos artesanales que terminan en olorosas y deliciosas hormas. Allí también se dan charlas y cursos de cocina, y demostraciones de hilado al telar, además de otras actividades como recorrer cultivos de frutilla y papas, y recoger las pasturas de las vacas de ordeño.
Construida por jesuitas a principios del 1700, la estancia es uno de los cascos más antiguos de la región, adquirido por antepasados de la familia Frías Silva unos 80 años después de su fundación. El lugar, que posee 10 habitaciones, es el punto de partida para salidas a caballo y otros lugares cercanos, con caminatas a la Cascada de los Alisos (300 metros de desnivel), la Cañada del Muñoz o la Quebrada del Portugués.
Antes de dejar Tafí hay que conocer las Ruinas de los Quilmes, uno de los yacimientos arqueológicos de mayor extensión en el país. A un ratito de distancia y por sólo $5 de bono contribución, es posible desandar las terrazas escalonadas sobre los faldeos del cerro Alto Rey con un descendiente de los propios indios, y conocer una de las historias más deslumbrantes de nuestros pueblos, haciendo eje en la historia, las raíces y la tradición. En el camino de vuelta una parada recomendada es en El Blanquito, casa de té tradicional de la villa, sobre el kilómetro 62 de la ruta 307. Allí los alfajorcitos caseros aportan otro motivo gourmet como para no olvidar el paso por un valle de sabores únicosz
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