Domingo, 6 de abril de 2003 | Hoy
MINIVACACIONES TRADICIONES Y VIAJES EN SEMANA SANTA
Además de ser una de las principales fiestas de la cristiandad, la Semana Santa es la “yapa” de las vacaciones de verano. La tradicional celebración de las roscas y los huevos de chocolate en los cuatro días que permiten recorrer nuevos lugares y regresar a otros muy conocidos.
Corazón
al norte
Las ciudades del norte argentino, donde las tradiciones religiosas mantienen
un fuerte arraigo, festejan la Semana Santa con ritos y procesiones únicos
en nuestro país. Una de las celebraciones más conocidas es la
de Tilcara, en la provincia de Jujuy, con la procesión a Tumbaya que
comienza el Domingo de Ramos. Otra importante es la de los peregrinos que llevan
la imagen de la Virgen de Copacabana desde el santuario de Punta Corral hacia
Tilcara en una larga caminata de hasta ocho horas entre los cerros, acompañada
por los aires de la música tradicional jujeña y la particular
custodia de los tilcareños vestidos como soldados romanos al flanco de
la Virgen. El Viernes Santo se realiza otras de las manifestaciones culminantes,
cuando todas las calles principales de Tilcara se adornan con artesanías
–elaboradas con hojas, flores y semillas– que representan las distintas
estaciones del Vía Crucis. Por supuesto, el viaje a Tilcara se completa
con el recorrido de los principales puntos turísticos: el famoso Pucará,
la Iglesia donde según la leyenda las noches de luna llena suena una
campana de oro enterrada, y el Museo Arqueológico. Siempre en Jujuy,
el poblado de Yavi -donde hubo antiguamente una encomienda, y un marquesado
virreinal– le imprime un sello especial a la Semana Santa con los rezos,
canciones y letanías a la luz de velas y farolitos que preceden al clima
de alegría del Domingo de Pascua, cuando se pone en movimiento una feria
de intercambio de artesanías y productos regionales que van desde tejidos
hasta frutas, sombreros y charqui.
En la vecina Salta también hay celebraciones especiales para la Semana
Santa. En particular, además de las tradiciones que fueron bajando de
la Puna para mezclarse con la religión traída por los conquistadores,
se pueden recordar los Vía Crucis vivientes que se realizan en Molinos,
Angastaco y Seclantás. Molinos, que antiguamente fue una encomienda y
también un pueblo donde florecía el comercio, hoy ha quedado un
poco al margen del progreso, pero es muy recomendable para visitar el cercano
yacimiento arqueológico de La Paya, que según se cree fue la capital
de una provincia del imperio incaico. En cuanto a Angastaco, sobre la ruta que
va de Cafayate a Cachi, la Semana Santa suele coincidir con otro momento interesante
para visitarla: es la época en que se extienden al sol los pimientos,
sobre los techos de las casas, los patios y la propia tierra, para que se sequen.
La vista se pierde así en una marea vegetal que pone una espléndida
pincelada roja en el paisaje circundante.
Campo y costa La Semana Santa también es la ocasión ideal que muchos eligen para una escapada a la Costa Atlántica bonaerense. Desde San Clemente del Tuyú a Necochea, todos los balnearios se preparan para recibir a los turistas del largo feriado de abril. Además de la tradicional y renovada Mar del Plata, hay opciones para todos los gustos y presupuestos, entre ellas, una estancia junto al mar en el Partido de la Costa, 15 kilómetros al norte de Mar de Ajó. Ubicada en el sector sur del cabo San Antonio, próxima al faro Punta Médanos, la estancia Palantelén ofrece una original forma de turismo rural, donde además de bosques y tranquilidad hay una kilométrica playa desierta con centenares de gaviotas. A Palantelén se ingresa por un camino de tierra que se abre entre dos hileras de álamos de 30 metros de altura. Un gran parque de 15 hectáreas rodea a la casa donde está el único cuarto que aloja a losturistas. En el interior, la decoración general evoca motivos marinos que recuerdan un hecho clave en la historia de la zona: en 1895 encalló en la costa el velero alemán “Anna”, que cumplía una travesía desde Hamburgo. Sus tripulantes fueron socorridos por la gente de la estancia, pero el capitán insistió en rescatar su navío al día siguiente y murió en el intento. En la habitación del Capitán, el confortable cuarto destinado a los huéspedes, se conserva gran parte de la boisserie que recubría las paredes del camarote del Capitán del “Anna” y otros objetos del barco. Justo frente al casco donde se alojan los visitantes, hay una extensa playa de 200 metros de ancho cubierta por una serie de dunas donde se practican cabalgatas, excursiones en cuatriciclo y en buggy. A unos 100 metros de la costa están todavía los misteriosos restos de metal del antiguo naufragio.
Bosques y dunas Entre las opciones en la costa, no podían faltar los bosques de Villa Gesell y sus encantadoras y muy tranquilas vecinas, Mar de las Pampas y Mar Azul, con su mar de dunas, sus hosterías, cabañas, pequeños centros comerciales, restaurantes, creperías, casas de té y chocolaterías con recetas de elaboración casera. A las excursiones y paseos en cualquier época del año a la Reserva Pinar Norte y al Faro Querandí, y a los recorridos por las dunas a caballo, en cuatriciclos o con vehículos doble tracción, se suma una atractiva programación cultural y deportiva que para Semana Santa incluye funciones de teatro todos los días para grandes y chicos, el 1ª Encuentro Deportivo de Pesca, la V Maratón de Mar de las Pampas y, del 17 al 19 de abril, las XXV Jornadas Argentinas de Cine y Video Independientes de Uncipar, cuyo reglamento y la ficha de inscripción se puede obtener gratuitamente en www.solocortos.com/uncipar
Santas
escapadas
Muy cerca de la Capital Federal, el turismo rural brinda múltiples alternativas
para aprovechar las minivacaciones de Semana Santa. En las afueras de Coronel
Brandsen, a 65 kilómetros al sur de la Capital, la Granja Loma Verde
ofrece un día de campo donde el visitante conoce aspectos de la cultura
gauchesca. La propuesta es ideal para ir con los chicos, quienes se entretienen
en la huerta educativa y alimentando a los animales. Después de jugar
a la taba y comer un suculento asado, comienza la recorrida por la granja y
se visita un rancho reconstruido tal como existían en el siglo XIX. Los
niños en general forman un grupo aparte y se van con un guía especial.
La mayoría da una vuelta a caballo, y luego se dirigen a los corrales
para arrojarle puñados de maíz a los cerdos, ovejas, gallinas
y conejos, e incluso muchos se turnan para ordeñar una vaca. Además
de un taller de quesos y otro de pan, en la granja hay una huerta orgánica
(sin fertilizantes químicos) de 600 metros cuadrados, donde los chicos
experimentan los distintos procesos que implica el trabajo de la tierra.
Loma Verde ocupa una superficie de 8 hectáreas, un tercio de las cuales
están parquizadas. Y diseminadas por el bosque (a una distancia prudencial
de donde se realizan las actividades) hay ocho confortables casas de campo equipadas
con heladera, cocina, DirectTV y leña para el hogar. Además de
disfrutar de las actividades de la granja, mucha gente elige alojarse durante
el fin de semana.
Otra opción cercana a la Capital es la estancia y reserva El Destino,
en el partido bonaerense de Magdalena, donde se conservan relictos de lo que
fue el ambiente natural del nordeste de la provincia de Buenos Aires, y por
esa razón fue declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco.
Un bosque de pinos, eucaliptos y cipreses de 30 metros rodea el curioso casco
de la estancia, construido en 1929 con el estilo arquitectónico de la
escuela alemana del Bauhaus. Las vastas extensiones de la reserva se pueden
recorrer a pie o a caballo en unas tres horas, y no es obligatorio alojarse
allí para poder visitarla. Uno de los ambientes más atractivos
esel llamado “pradera ribereña”, donde un pastito muy verde
crece hasta el borde del Río de la Plata, precedido por una zona de bañados
con pequeñas lagunas.
El casco de la estancia El Destino –en estos días, en refacción-dispone
de cuatro habitaciones para el alojamiento de visitantes. Allí el mobiliario
mantiene un estilo antiguo tradicional, con camas de madera tallada y una decoración
típica de las estancias, incluyendo iconografía religiosa y viejos
adornos. Una alternativa económica de alojamiento son los modernos “dormis”
que hay en un edificio anexo. Allí hay dos dormitorios dobles con baño
privado, y otras dos habitaciones triples que comparten un baño. Para
todos hay disponible un amplio living comedor con cocina y heladera.
En las afueras de la ciudad de Lobos, a poco más de 100 kilómetros
de la Capital por la Ruta 205, la estancia La Candelaria deja boquiabiertos
a los visitantes con el suntuoso castillo que emerge entre las arboledas y fuentes
del parque que diseñó Carlos Thais. Solemnes leones de piedra
custodian la entrada a este palacio construido en 1901. Al cruzar la puerta
principal el piso de roble de Eslavonia cruje como en los cuentos de misterio
y comienza el deslumbramiento: paredes tapizadas con gobelino, muebles antiquísimos
con motivos orientales combinando con alfombras persas, una chimenea de mármol
de Carrara, una araña con cristales de Murano, y un cielo raso repujado
en oro. En el primer piso están las habitaciones acondicionadas para
alojar huéspedes, con grandes ventanales que miran al parque, que conservan
todo el mobiliario original del castillo.
Además de contar con las habitaciones principescas del castillo, La Candelaria
dispone de alojamiento turístico en las residencias coloniales ubicadas
al costado de un antiguo acopiadero de granos –remodelado por dentro–,
donde los visitantes disfrutan la sobremesa de un asado criollo. Aunque no se
duerma en la estancia, pasar un día de campo en La Candelaria es también
una manera de conocer lo que fue la época de “las vacas gordas”
que alimentó el modelo agro-exportador basado en la producción
de carne, cuero y granos.
Juegos
criollos
Una variante más sencilla y muy divertida para pasar un día de
campo disfrutando de un asado criollo de pura cepa se encuentra en el pueblo
bonaerense de Open Door. Allí, la chacra El Rancho también ofrece,
sin sobreactuaciones ni falsa espectacularidad, una serie de juegos gauchescos.
Aunque no se sepa jugar, se aprende rápido; al rato, no hay visitante
que no se prenda en las partidas de taba, sapo y herradura. Los desafíos
a los diversos juegos se suceden a lo largo de todo el día, mientras
que en una antigua pulpería muchos se trenzan en apasionados campeonatos
de truco. En la cancha de fútbol, a veces se arma algún picadito.
Los niños también se suman a los juegos y disfrutan además
de un generoso espacio verde donde corretean a gusto entre los árboles.
La jornada comienza con un desayuno bien casero. Al mediodía llegan las
empanadas y el asado con achuras mientras un grupo folklórico entona
zambas y chacareras, y con los postres se larga el baile. Como El Rancho organiza
su calendario en base a reservas, hay que llamar antes de ir a los teléfonos
02323-496267 15-45280162 15-44718137.
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