Sábado, 6 de noviembre de 2010 | Hoy
CHILE. EL PARQUE NACIONAL NEVADO DE TRES CRUCES
Por unos caminos de tierra que se internan entre volcanes y lagunas habitadas por gran cantidad de aves, se llega al Parque Nacional Nevado de Tres Cruces, un aislado sector del desierto de Atacama donde se hace un espectacular trekking al Ojos del Salado, el volcán activo más alto del mundo.
Desde una gran roca de origen volcánico del mirador del Portezuelo Santa Rosa –a 4500 metros de altura–, todo visitante enmudece admirado ante la visión de un sector del desierto de Atacama que los geólogos llaman nudo orográfico, punto donde la Cordillera de los Andes se divide en dos cordones montañosos: la Cordillera de Domeyko y la de Claudio Gay. Al fondo asoma brutal el Ojos del Salado, el volcán activo más alto del mundo, con la Laguna Verde a sus pies. Abajo se despliegan también la Laguna de Santa Rosa y el salar de Maricunga, y un sinfín de aves y guanacos le imprimen una inusitada vida al Parque Nacional Nevado de Tres Cruces.
La inmensidad del desierto reduce a quienes lo recorren a la insignificancia de un grano de arena más, en medio de una virginidad perfecta donde la sensación es la de estar perdidos en un laberinto sin muros. Pero a apenas 170 kilómetros de distancia está la ciudad de Copiapó, la base para visitar la zona.
Hace algún tiempo –unos 80 millones de años atrás– este pacífico lugar era un infierno de volcanes en erupción mientras surgía desde el fondo del océano la Cordillera de los Andes. Hoy en día, sin embargo, una nutrida fauna le otorga inusitada vida a la zona.
A los 3500 metros de altura se llega a la laguna Santa Rosa, donde escasea hasta el más mínimo rasgo de civilización y numerosos esqueletos de animales dan cuenta de los crudos inviernos donde las temperaturas pueden bajar a -30º en la noche. Por eso la zona sólo se puede visitar desde finales de septiembre hasta fines de abril.
A metros de la Laguna Santa Rosa comienzan las 8000 hectáreas del Salar de Maricunga salpicado por lagunitas. Su origen remite a la cuenca cerrada que se produce entre las cordilleras de Domeyko y Claudio Gay, impidiendo una salida al mar de los pequeños arroyos de los alrededores.
En las lagunas y arroyos de la zona abundan los patos andinos y los flamencos, que conviven sin problemas con los guanacos y las vicuñas. Diversos senderos nacen en todas las direcciones y el desierto de Atacama amenaza con invadir los ojos de agua para beberse hasta la última gota de color turquesa de unos lagos que duplican invertido el panorama de montañas.
Las condiciones de vida parecen nulas para el hombre en este desierto. Pero esto no fue impedimento para que los incas llegaran hasta la cumbre del Volcán Copiapó y del Nevado Jotabeche, ambos rondando los 6 mil metros.
Avanzando en el camino cordillerano aparece el cordón montañoso más alto de toda la Cordillera de los Andes, donde sobresalen los 6893 metros de altura del volcán Ojos del Salado. A sus pies está la Laguna Verde con sus aguas turquesa rodeada de capas de arena multicolor.
Las ruinas del Hotel Murray indican que alguna vez el lugar fue reconocido por sus aguas termales, que aun en el abandono perduran en algunos pozones.
El Ojos del Salado invita a escalarlo. Y muchas han sido las expediciones de todo el mundo que pisaron su cumbre para descubrir la que debe ser la mejor vista del desierto de Atacama. Esta excursión dura al menos tres días y requiere un estado físico especial.
El viaje termina con sensaciones encontradas. Por momentos es posible imaginar reminiscencias del paraíso, especialmente frente a las lagunas color turquesa llenas de coloridas aves. Y en otros lugares parece que se atravesaran los restos de un remoto Apocalipsis de fuego, de cuando la tierra era una gran bola de magma burbujeante. De aquel tiempo quedan enormes cráteres calcinados, cerros de basalto, arenales negros y coladas de lava. Por eso esta zona del desierto de Atacama es algo así como el núcleo de un infierno extinguido hace millones de años, donde por contraste reina la paz más absoluta del universo.
Informe: Julián Varsavsky.
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