NUEVA YORK. PASEO POR EL CONDADO DE QUEENS
Contigua a la celebérrima Manhattan prospera la menos célebre Queens, cuna sin embargo de un oportuno movimiento cultural multilingüe con fuerza potencialmente arrolladora. Claves para descubrir, en español, una reina que lee en muchos idiomas y tiene una increíble vida propia que no se apaga frente a las luces de la Gran Manzana.
› Por Ana Valentina Benjamin
En el mundo literario existen dos extremos emblemáticos: el del lector que sólo devora best-sellers y el de quien, aventurero por naturaleza, incursiona en la literatura del costado. Del mismo modo, en el mundo del turismo está quien visita los destinos tradicionales y aquel otro que, aburrido de “lo imperdible” y “lo turístico”, se zambulle en sitios inexplorados, donde no guía el guía sino la intuición.
El uno irá directo del avión al Empire State; el otro se quedará en las inmediaciones de la pista de aterrizaje, en el condado de Queens. Salvo uno corpulento, Queens no ostenta rascacielos sino vida plena a nuestra altura: lo mejor está de su lado, a nuestro lado, pues relata, recita y canta en un centenar de estilos. Hay un clima de Torre de Babel: el viajero con buen oído puede distinguir la sorprendente variedad de idiomas y derivados que musicalizan las calles: español –con su prolífica diversidad de acentos–, inglés, inglesñol, chino, portugués, ruso, griego... algunos audaces suman más de cien. La pluralidad de etnias se vislumbra también en los rostros auténticos y autóctonos que pueblan la Reina.
El último censo contagió a diarios de todo el mundo en sus portadas: “Los hispanos ganan peso en Estados Unidos”. Un peso que nada tiene que ver con el exceso de colesterol que padece el norteamericano medio sino con un multivitamínico crecimiento de movimientos culturales. Un peso que no tiene que ver sólo con la cantidad de hispanos (cifra exacta que incluso el propio gobierno en su web admite no tener) sino, básicamente, con la calidad: peso multicultural que el censista aún no ha podido asentar.
MUSICA, COMPRAS Y MAS. Entre las locaciones imperdibles o turísticas, pero útiles, se encuentran en Queens dos aeropuertos importantes, La Guardia y JFK. Los impertérritos amantes del deporte de competencia pueden visitar el estadio donde se lleva a cabo el Abierto de Tenis norteamericano, instalado en el Flushing Meadows Park (parque que amerita visita per se), y los amantes de las compras pueden pecar en la importante zona comercial de Long Island. Quienes posean apetencias museísticas, tienen de sobra: el Museo Noguchi, el Parque Escultórico de Sócrates, el Museo de Arte Africano, el Museo Americano del Cine y el Centro de Arte Contemporáneo. Los que adoran el verde –no sólo el del dólar– pueden recorrer el Jardín Botánico: nació en 1939, pero aparenta menos, su planteo paisajístico fresco le quita edad. La relación de Queens con el mundo de la música, por otra parte, sí es muy conocida. Fue un foco de proliferación del jazz y hogar de absolutos como Louis Armstrong, cuya vivienda es hoy museo, por pedido expreso de Lucille, su cuarta y última mujer. Puede ir el amante del hit a presumir luego de haber sido invitado a la casa de “Satchmo” o el apasionado del jazz a reservar la experiencia a sus pulmones, una vez aspirado el halo de íntima genialidad que el sitio destila.
Luego del Menú Turístico Obligado, el costado: cultura al dente. El Queens Theatre in the Park: diseñado originalmente en 1964 para la Exposición Universal, se convirtió en teatro en 1972. Luego de sustanciales obras de remodelación, abrió oficialmente al público en 1993. Desde 1997 constituye una organización independiente sin fines de lucro y produce más de 300 actuaciones anuales. Todas ellas con el mismo leitmotiv: lucir, expresar y promover la extraordinaria variedad étnica de Queens. El Jamaica Performing Arts Center, otra joyita del turismo de costado, obliga a un espectáculo preliminar: esperar unos minutos afuera antes de entrar y observar. Su fachada neorrenacentista, que fue parte de una Iglesia holandesa de 1858, merece un aplauso. Dios fue protagonista único hasta mediados de los ‘70; en 1975, un milagro lo salvó de la demolición y finalmente, en 2009, estrenó el escenario para los mortales.
LIBROS Y LETRAS La literatura sin fronteras brilla en Queens de la mano de dos ferias literarias. La Feria Multilingüe del Libro de Nueva York realizó en 2010 su Quinta Edición en el Museo de Arte de Queens. Jacqueline Donado, tenaz periodista, apasionada defensora de nuestro tesoro de lenguas, es fundadora y directora de la New York Book Fair Expo, alma mater del evento. Con conocimiento de causa, puede acreditar que “la riqueza cultural de Queens es inmensa y con esta feria abarcamos toda su variedad, trabajando con distintas comunidades, etnias y autores que publican sus libros en diferentes idiomas”. En la última edición fueron invitados sesenta escritores provenientes de Corea, China, Colombia, Venezuela, Ecuador, España, Etiopía, Filipinas, Brasil, República Dominicana, Puerto Rico, India. E incluso indígenas ecuatorianos, plumas sensibles usualmente ignoradas por el mundillo intelectual prolijamente censado. Otra feria, un año más joven, pero igualmente vigorosa, realizó el año pasado su cuarta edición: la Feria del Libro Hispana y Latina de NY. La Renaissance Charter School, en el pintoresco barrio de Jackson Hights, cedió sus claustros para la recepción de escritores de la Argentina, Bolivia, Chile, Cuba, Ecuador, El Salvador, México, Perú, Puerto Rico y República Dominicana. En su edición pasada, el director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, el andaluz Gerardo Piña–Rosales, aseguró que “la RAE es consciente de que el futuro del español está en Estados Unidos, país que cuenta con el 10 por ciento de los 450 millones de hablantes de español en el planeta...”. But en el sitio web de la Academia que dirige, recomienda al inmigrante hispano que, con indiscutible prioridad, “se proponga aprender bien el inglés”, y conserve el español para “el hogar, la calle, o entre amigos y organismos hispanos”.
Claudio Remeseira, inspirado fundador del Hispanic New York Project, más allá de cualquier contradicción que aparentemente pudiese existir a niveles gerenciales, se ciñe con buen tino a lo sustancial: “Ambas ferias constituyen una señal clara de la fuerza de la cultura latina; y que se desarrollen en Queens no es un hecho azaroso, ya que allí se concentra la mayor cantidad de neoyorquinos de origen sudamericano –especialmente colombianos y ecuatorianos– en un ámbito animado principalmente por músicos y escritores”. El movimiento institucionalizado se complementa, sazona Remeseira, con reuniones informales en sitios públicos como el Café Terraza, el Cafecito Bogotá o el D’Antigua. En estos sitios, jóvenes cincuentones pletóricos de creatividad –autoconvocados a ecuménico pulmón– se encuentran para ofrecer sus versos, presenciar recitales de poesía o compartir alguna tertulia literaria. Bien puede ir también el turista del costado a beber de primera fuente el agua riquísima en minerales de Queens, manantial cultural. Todo lo que allí se gesta es el verdadero censo que refleja el crecimiento de una nación, aunque tenga goteras.
Pareciera, asimismo, que en el espíritu íntimo de los loables gestores de estos eventos y proyectos latiese también la moción de evitar la neutralización que intentan hacer algunos grandes medios, grupos editoriales e incluso acreditados organismos sobre el carácter regional o nacional de la variedad lingüística latina. Esa riqueza intraducible e innegociable, que no quiere emparejarse, lavarse ni unificarse. Suena imprescindible entonces, la consolidación de este tipo de movidas en un momento de la Humanidad en que nada es lo que parece. Queens es semillero de fenómenos culturales multiétnicos que sí son lo que parecen y más. Compruébelo, viaje confiado a Queens y quédese un ratito. Nadie se enterará. Ni siquiera Julian Assange.
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