turismo

Domingo, 27 de febrero de 2011

EUROPA. DE LA SELVA NEGRA AL MAR NEGRO

Danubio Azul

Casi tres mil kilómetros de extensión lo convierten en el segundo río más largo de Europa. Homenajeado por la música y dueño de algunos de los más bellos paisajes del este europeo, el Danubio invita a recorrerlo desde sus fuentes en Alemania hasta su desembocadura en el Mar Negro.

 Por Graciela Cutuli

Tiene tantos nombres como países atraviesa: si en Alemania y Austria la lengua germana lo llama Donau, en Eslovaquia se convierte en Dunaj, en Hungría en Duna, en Croacia, Serbia, Bulgaria y Ucrania en Dunav, y en Rumania –donde llega a su fin después de un recorrido de 2888 kilómetros– en Dunarea. Siempre diferente, es, sin embargo, siempre el mismo, el famoso Danubio que Johann Strauss llamó “bello y azul” en el más célebre de sus numerosos valses.

La fuente del Danubio se encuentra en la unión de dos cursos de agua, el Brigach y el Breg, en Donaueschingen, en la Selva Negra alemana. Desde allí se dirige hacia el este y atraviesa varias capitales europeas –Viena, Bratislava, Budapest y Belgrado– antes de desembocar en el Mar Negro a través del Delta del Danubio, un sitio natural de más de 4000 km2 incluido entre los patrimonios mundiales de la Unesco. Por lo menos dos curiosidades signan su recorrido: es el único de los grandes ríos europeos que corre de oeste a este, y también el único cuyos kilómetros de extensión se cuentan desde la desembocadura hasta la fuente: así, su “kilómetro cero” está en el Faro de Sulina, junto al Mar Negro.

El río visto desde Belgrado, una de las localidades más antiguas surgidas en sus orillas.

LOS ORIGENES Seguir el curso del Danubio implica remontarse hasta sus orígenes en Alemania y seguirlo en ese país durante casi 690 kilómetros hasta la frontera con Austria, atravesando Tuttlingen, Sigmaringen, Ulm, Neu-Ulm, Ingolstadt, Regensburg, Straubing y Passau. En el valle del Danubio alemán vale la pena hacer un alto en el museo al aire libre Neuhausen ob Eck –donde unas veinte casitas históricas muestran cómo era la vida en la antigua Selva Negra– y luego en la abadía benedictina de Beuron, que data del barroco tardío y tiene preciosos jardines con especias y hierbas medicinales. Más adelante, el Castillo de Singmaringen perteneció a la rama católica de los Hohenzollern, dueños de un efímero principado en esta parte de Alemania hasta que el territorio fue anexado a Prusia. Imponente y perteneciente aún a la noble familia, en invierno cierra... porque hace más frío adentro que afuera. Hay que visitarlo en verano, entonces, para conocer el recinto amurallado, la sala noble y la sala de armas. Más allá de los tiempos remotos, el castillo aún tuvo protagonismo hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue el último refugio de los colaboracionistas franceses retirados de Vichy, tras el desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía en junio de 1944. La ruta fluvial llevará más adelante hacia la catedral gótica de Ulm, cuya torre –que alcanza los 161,53 metros– es la más alta del mundo y la catedral de San Pedro en Regensburg, ya en la región de Baviera. A sólo diez kilómetros de aquí, desde el Danubio se divisa el Walhalla, el curioso templo neodórico de mármol que Luis I de Baviera hizo construir en Donaustauf como memorial de las grandes personalidades de la civilización germánica, desde Kant hasta Paracelso o la emperatriz María Teresa.

Un barco deja atrás Budapest, una de las grandes capitales que atraviesa el Danubio.

DANUBIO VIENES Strauss mediante, el Danubio es casi un sinónimo de su tramo austríaco. No es casualidad que al Imperio Austro-Húngaro se lo haya apodado la “monarquía del Danubio”: y aunque hoy sólo 350 kilómetros del río corren por este país, casi todos los demás cursos fluviales austríacos alimentan el curso del “Donau” y, en última instancia, el Mar Negro.

Después de cruzar la frontera alemana, el Danubio atraviesa Linz, la tercera ciudad más grande de Austria, que en un país con tanto pasado pone un toque de proyección vanguardista. Aquí se encuentra el Ars Electronica Center, dedicado a estudiar las consecuencias de la revolución digital y recientemente enriquecido con un Museo del Futuro concentrado en las áreas de la ciencia de la vida. Claro que la historia nunca está lejos: después de dejar atrás Mauthausen (tristemente célebre por el campo de concentración nazi) y Enns, llega la imponente abadía de Melk, que data del año 1089. Según Umberto Eco, de aquí procedía el joven Adso, ayudante de Guillermo de Baskerville y narrador de su novela El nombre de la rosa. Desde lo alto de un acantilado, la abadía tiene una vista espectacular sobre el Danubio, que sigue su curso por un precioso valle hasta llegar a Viena, la antigua e imponente capital imperial de los Habsburgo. La ciudad –que como otras de la cuenca danubiana sufrió algunas veces las consecuencias de desbordes del río, hoy regulado en su paso por las orillas vienesas– es uno de los grandes centros mundiales de la música y la filosofía, y su excepcional riqueza arquitectónica la convierte en una de las más bellas capitales europeas. El mejor mirador sobre el río se encuentra en los Bosques de Viena, sobre la colina Kahlenberg, muy buscada por los habitantes de la ciudad para pasar un día veraniego al aire libre. La importancia histórica y comercial del río para Austria le valió además a Viena ser la sede de un organismo creado hace más de una década, la Comisión Internacional para la Protección del Danubio.

Paisaje agreste en las afueras de Viena, que creció económicamente gracias al Danubio.

UN PUENTE SOBRE EL RIO El Danubio deja Viena para entrar en Eslovaquia, donde cruza Bratislava y sigue hasta llegar a Hungría. Cerca de la localidad húngara de Visegrad, famosa por su fortaleza a lo “nido de águila”, forma un brusco codo de casi 90 grados –uno de los tantos meandros en sus cientos de kilómetros de recorrido– y finalmente corre otros 500 kilómetros hasta llegar a otra capital... o mejor dicho dos, separadas por el río y unidas por un puente: Buda y Pest. De un lado y otro, hay que visitar el Castillo Real, el Museo de Bellas Artes, la Iglesia de Matías, la Basílica de San Esteban, el funicular y sobre todo dos puentes con románticas vistas sobre las aguas del Danubio: el puente Erszébet, nombre húngaro de la emperatriz Elizabeth o “Sissi”, y el colgante Puente de las Cadenas, cuyos 202 metros lo convierten en uno de los más largos del mundo. En realidad, el que se ve hoy es una reconstrucción de 1949, ya que el puente original del siglo XIX fue dinamitado por las fuerzas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Ajeno a las vicisitudes de la agitada historia del este europeo, el Danubio sigue corriendo luego y marca la frontera oeste de la “gran llanura húngara”, una región muy fértil para la agricultura y jalonada por algunas ciudades termales.

Al río le falta, sin embargo, todavía mucho por recorrer. Cuando termina su travesía del territorio húngaro llega a Croacia, donde se lo puede divisar en toda su amplitud desde el puerto de Batina, sobre la margen derecha. Después es el turno de Serbia, pasando por Backa Palanka, Apatin, Novi Sad (la “Atenas serbia” por su importancia económica y cultural) y finalmente Belgrado, una de las más antiguas localidades habitadas a orillas del Danubio. La “ciudad blanca”, situada donde el Danubio confluye con el río Sava, es dueña de un gran patrimonio arquitectónico, necesario reflejo de las turbulencias de su historia, y atrae por su riqueza y diversidad, que va desde la decoración art-nouveau hasta la neobizantina sin olvidar la fuerte influencia modernista que caracteriza algunos de sus barrios y edificios. Exactamente donde el Sava y el Danubio se unen se puede visitar el Kalemegdan, el principal parque de la capital serbia, donde se encuentran el zoológico y la fortaleza local. Saliendo de la capital, uno de los lugares más visitados de Serbia es el Parque Nacional de Derdap, cerca de Kladovo, que se extiende sobre la margen derecha del Danubio: aquí se encuentra la famosa Tabula Traiana, una placa de piedra con una inscripción en latín dedicada al emperador Trajano. En la frontera serbo-rumana, un desfiladero natural conocido como las Puertas de Hierro muestra un espléndido y escenográfico paisaje, menos atemorizador ahora para la gente de la región gracias a las obras que controlaron las frecuentes inundaciones.

EL DELTA DEL DANUBIO Siguiendo su extenso recorrido, el Danubio sirve de frontera norte a Bulgaria –donde hay varios puertos sobre sus aguas– y se adentra en Rumania, que con 1075 kilómetros tiene alrededor de un tercio de su extensión total. Es aquí donde se divide finalmente en los tres brazos que forman el Delta del Danubio, antes de desembocar algo más al este en el Mar Negro. Se puede acceder a este territorio, muy popular entre los pescadores rumanos y extranjeros, en auto, tren o avión desde Tulcea. Entre pantanos y zonas inundables, los sedimentos que deposita el río hacen crecer cada año este delta poblado de cañaverales que es sin duda el mejor conservado de Europa, y cuya riqueza natural –viven aquí más de 1200 especies de plantas, 320 especies de aves y 110 de peces– lo llevó a ser incluido en la convención Ramsar de protección de humedales del planeta desde hace décadas. Finalmente, el río –como cansado de sus miles de kilómetros a través de media Europa– va a dar a la mar, llevándose consigo los secretos de muchos siglos de historia y el recuerdo de algunos de los más bellos paisajes del continente

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El tramo austríaco del Danubio –aquí en Spitz– fue inmortalizado por el Vals de Strauss.
 
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