Domingo, 11 de diciembre de 2011 | Hoy
NEUQUEN. MOQUEHUE Y VILLA PEHUENIA
Villa Pehuenia y Moquehue son dos aldeas de montaña del norte neuquino rodeadas de lagos y araucarias, totalmente al margen del turismo masivo. Un paisaje soñado al pie de la Cordillera donde el agua replica la sombra aromática de los bosques y el cerco andino que distingue a esta región, tan apartada como apacible, dispuesta a dejarse descubrir por quienes prefieren la Patagonia más pura.
Por Julián Varsavsky
Villa Pehuenia y Moquehue son dos idílicas aldeas cordilleranas del norte neuquino: muy cercanas, las dos están junto a un lago, tienen calles de tierra y casas sueltas ocultas entre la vegetación. Uno y otro pueblo se levantan en lo que serían las gradas de un gran anfiteatro natural de montañas, con su correspondiente lago ocupando el escenario central.
En estas localidades hay todo lo necesario para una estadía confortable, desde campings hasta lujosas posadas, pero la gran diferencia con otros lugares de la Patagonia es que el entorno mantiene su encanto original casi intacto gracias a la inexistencia de caminos de asfalto, que resguarda la zona del turismo masivo. Se nota cuando se sale recorrer las calles de Moquehue y Villa Pehuenia en pleno verano: a pesar de la temporada alta, de todas formas la sensación es que estos pueblos están prácticamente vacíos. Otro rasgo muy singular es el paisaje mismo, con islitas en medio de los lagos y pronunciadas laderas volcánicas erizadas de araucarias, que le otorgan vida a este ambiente de transición donde conviven cierta aridez de la estepa con los primeros bosques andino patagónicos.
LA CUMBRE DEL VOLCAN Partiendo desde Villa Pehuenia, la excursión más deslumbrante es la que llega a la cumbre del volcán Batea Mahuida. El paseo se puede hacer en una cabalgata organizada por miembros de la comunidad mapuche puel; con auto propio –no necesariamente doble tracción– o también contratando una excursión en 4x4. En nuestro caso partimos en camioneta todo terreno desde el centro del pueblo, para ingresar sólo diez minutos después a las tierras de la comunidad puel, que gestiona allí el parque de nieve Batea Mahuida.
Arrancamos temprano en la mañana, con buena estrella para las fotos: la noche anterior había nevado a destiempo, como a veces ocurre cerca del verano, y las cimas montañosas estaban cubiertas de blanco. Unos manchones de nieve purísima nos aparecían al paso y la bruma del amanecer, flotando al ras de tierra, le imprimía al paisaje un aura misteriosa.
La camioneta avanzaba por la ladera con una inclinación de 45 grados, mientras la niebla tapaba medio tronco de las araucarias. Y cuando ganamos cierta altura vimos detrás de nosotros un panorama similar al que ofrece la ventanilla de un avión cuando las nubes están debajo, con la diferencia de que aquí sobresalían entre los colchones de algodón las copas aparasoladas de las araucarias.
La bruma comenzó a elevarse con los primeros rayos de sol y de repente asomó con nitidez el pico blanco radiante del volcán Lanín, sacándoles varias cabezas a sus compañeros de la cordillera. Por momentos las nubes volvían a cubrirlo, mientras el viento se ocupaba de correr y descorrer el velo de belleza montañosa.
En apenas diez minutos llegamos a la cima del volcán para observar una muestra del paisaje andino patagónico en su máxima expresión. Desde lo alto vimos los lagos Aluminé y Moquehue, conectados por un breve río, y los volcanes Lanín, Villarrica, Llaima, Sierra Nevada, Lonquimay, Tolhuaca y Copahue. Y al final de un precipicio que se abría a nuestros pies brillaba la laguna color esmeralda de la caldera del volcán. El guía no aclara que el Batea Mahuida no tiene cráter porque explotó desde su base misma, hace 7000 años, perdiendo así su forma cónica.
IDILICO MOQUEHUE Muchos expertos en la Patagonia no conocen ni siquiera de nombre a Moquehue, un pueblito casi secreto –camuflado entre la vegetación– a 23 kilómetros de Villa Pehuenia. Tiene algunas posadas y complejos de cabañas, además de un gran lago que es de los mejores en la región para navegar en kayak. También hay un camping llamado Trenel junto al lago Moquehue, dentro de la Reserva Natural Pulmarí.
Muchos viajeros hacen incluso una visita en el día desde Villa Pehuenia tomando como eje el camping Trenel, que está equipado con un pequeño restaurante, baños y agua caliente. La tranquilidad del camping es extrema y para respetarla no se permite poner música fuerte.
Trenel, donde los acampantes se quedan en promedio cuatro días, funciona de diciembre a marzo. Pero si la consigna es simplemente descansar, tranquilamente es posible quedarse dos semanas y salir a remar todas las mañanas, o bien visitar Aluminé, lago Quillén, Ñorquinco, Villa Pehuenia y el Parque Nacional Conguillío en Chile. Además en el lago se pescan percas y truchas marrón y arco iris, todas con devolución.
Para muchos el atractivo principal de este camping –e incluso de Moquehue– es el canopy, una actividad cada vez más difundida en la región cordillerana, que consiste en lanzarse colgado de un arnés con el sistema de tirolesa entre un árbol y otro. El canopy del camping Trenel tiene cinco estaciones que unen la copa de altos pehuenes y coihues sobre la ladera de una montaña que cae a pique en el lago.
Los circuitos de trekking son otro atractivo especial de este camping y los hay de diferente duración, todos factibles de hacer de manera autoguiada. Aunque para los cultores de la contemplación y el reposo no hay mayor placer que una siesta sobre el pasto, a la sombra de los árboles.
Desde aquí, la excursión más placentera y relajada es una salida en kayak por el lago. Junto al lugar donde se comienza a remar surge una islita rocosa con una araucaria solitaria que parece el clásico dibujo de las historietas de náufragos. El kayak es del tipo sit on top, en el que el cuerpo queda fuera y por sobre la embarcación, ideal para principiantes porque es muy estable. Son de plástico inyectado, muy livianos y flotan con apenas cinco centímetros de agua. Al avanzar sobre la transparente superficie la sensación es la de volar sobre una silenciosa alfombra mágica que proyecta su sombra en el fondo del lago.
Por momentos, se ven las truchas pasar como rayos plateados bajo la embarcación. Y cuando el viajero se cansa de remar puede recostarse en el kayak como si fuera una reposera, para dormir una siesta a la deriva. Luego se vuelve a remar para seguir explorando los recovecos del gran espejo de agua que refleja invertidos los picos nevados de las montañas. Las canoas se pueden alquilar por hora y siempre hay un encargado de seguridad que controla desde la costa con una embarcación disponible.
Los picos nevados del cordón Bella Durmiente, el volcán Batea Mahuida y el cerro Colorado son el marco de la remada. Y desde sus laderas los tupidos bosques bajan hasta el borde mismo del lago con una espesura que hace imposible desembarcar, salvo en las excepcionales playitas. Es allí, al pisar una playita de arenas blancas, cuando llega el momento cumbre de este paseo, donde es posible llevar comida y pasar el día entero sin ver a ningún otro ser humano, entre mates y avistaje de fauna autóctona como el quetro volador y el pato maicero
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