turismo

Sábado, 31 de diciembre de 2011

ENTRE RIOS. CARNAVAL Y MATE A ORILLAS DEL RíO

Verano litoraleño

Gualeguaychú, capital de uno de los carnavales más concurridos y promocionados del país, resulta una alternativa próxima y por lo tanto bien tentadora para las escapadas veraniegas. El paseo por este rincón litoraleño depara durante esta temporada preparativos carnavaleros, excursiones en lancha, relax en las termas y una visita al patio del mate.

 Por Guido Piotrkowski

El río regala una bocanada de aire fresco a los agobiantes días de calor que ya están entre nosotros. Y Gualeguaychú, a 200 kilómetros de Buenos Aires, a falta de uno tiene dos cursos de agua donde refrescarse: el Uruguay y el mismísimo Gualeguaychú. Y si las serenas playitas de aguas dulces no son suficientes para alcanzar el descanso tan deseado, la ciudad tiene un lindo complejo de termas que le aporta una cuota extra de relax. Durante el verano, además, la visita a este rincón entrerriano se transforma al compás del famoso Carnaval: la fiesta explota el 7 de enero y sigue durante todos los sábados de ese mes, los sábados de febrero, el lunes 20 de febrero y hasta el 3 de marzo, día en que se consagra a la agrupación ganadora.

La entrada al complejo de termas.

TIREN PAPELITOS Gualeguaychú desborda cada fin de semana de verano, cuando visitantes de todas las provincias llegan para disfrutar del autoproclamado “Carnaval del país”. Pero en realidad aquí se trabaja durante todo el año para llegar a enero sin sobresaltos. El mediático Carnaval convoca a decenas de miles de personas por noche, durante los diez fines de semana en los que es el rey del viejo predio de la estación de trenes, el Corsódromo, con capacidad para más de 35.500 espectadores.

TurismoI12 visitó el galpón de la comparsa Papelitos, donde unas 80 personas trabajan con inmensa pasión diariamente para deleitar al público carnavalero. Las máscaras de ediciones anteriores cuelgan en lo más alto del tinglado: por ahí se destacan sendas caricaturas de Néstor Kirchner, del dictador Videla y hasta de Homero Simpson. En la planta baja les están haciendo los últimos retoques a los gigantescos carruajes. En el segundo piso trabajan sin pausa las laboriosas tejedoras y más arriba hay un depósito con un sinfín de trajes, espaldares, plumas y máscaras apiladas hasta en el suelo, que son utilizadas en las diversas presentaciones que realiza la comparsa a lo largo del año en diferentes puntos del país.

Joaquín Arias tiene 35 años y estudió dibujo y pintura en la Universidad de La Plata. Desde hace tres años es el director artístico de esta comparsa con la que debutó de la mejor manera posible: Papelitos ganó aquella edición con “Corso a contramano”. El joven director asegura que Papelitos es una comparsa diferente, porque toca temáticas sociales, mientras que el resto tiene “una onda más brasileña y emparentada con el teatro de revistas”. “Papelitos es más contestataria, tiene un carácter social. Pero como es una competencia, se ha puesto también la misma mentalidad de gestión de una empresa, que se lleva a la parte creativa. Yo prefiero llevar el relato para ese lado. Me gusta el grotesco, el humor. El Carnaval es eso”, explica y define Joaquín.

En 2010, la temática apuntó a los medios de comunicación. “Pan y Circo” fue el tema elegido en medio de la puja por la ley de medios; y en 2011, la comparsa se quedó afuera de la competencia, ya que de cinco agrupaciones existentes, son tres las que participan año a año. En esta edición, Papelitos vuelve al ruedo junto a Mari Mari y O Bahia.

Esta comparsa, por otra parte, es la más antigua de las cinco actuales. La historia oficial dice que comenzó como una pequeña agrupación infantil formada por niños del barrio Oeste en 1977. Los padres la llamaron “Murguita de los gurises” y los inscribieron en el Carnaval de la Alegría, un corso barrial a años luz del esplendor de lo que es el Corsódromo hoy. Sus primeros trajes estaban hechos en papel crêpe, y de ahí el nombre. A partir de 1978, Papelitos se largó a competir en la categoría mayor, y a medida que los carnavales se sucedían fueron incorporando cada vez más elementos, como las espectaculares carrozas que desfilan hoy. Ese mismo año se creó la Comisión del Carnaval y fue a partir de ese momento que los corsos pasaron a ser organizados por las instituciones: al no admitirse la presentación de conjuntos separados de los clubes, Papelitos del Oeste y el Club Juventud Unida se fusionaron.

Esta agrupación se diferencia también en su estilo musical, con una búsqueda más rioplatense que las demás comparsas, de influencias brasileñas. La temática se guarda bajo estricto secreto de sumario hasta el día de la presentación oficial, poco antes del comienzo de este carnaval que es uno de los más largos del mundo. La competencia es feroz, y nadie quiere revelar nada con anticipación. “No se puede adelantar nada. Es tan competitivo, que se trabaja mucho buscando tu falla”, confiesa Joaquín.

UNA VUELTA POR EL RIO “La propuesta es navegar por el río Gualeguaychú, ya sea en medio del silencio de un velero impulsado por el viento o rápidamente en modernas lanchas. En ambos casos, los visitantes no son sólo espectadores, también pueden participar en la conducción de las embarcaciones”, dice Felipe Tomassi, de Litoral Aventura.

TurismoI12 se subió a la propuesta en lancha. Embarcamos en el Puerto de Gualeguaychú durante una soleada mañana de domingo para recorrer el circuito turístico fluvial. Pasamos frente al balneario municipal, las playas privadas y luego por la península, donde se encuentran algunos de los complejos de cabañas más nuevos y completos de la ciudad. Más adelante navegamos por una zona de selva en galería, característica de estas tierras, donde el río se hace más agreste. “Este es el antiguo hogar de los mamíferos más grandes de la zona: el carpincho, la nutria, el lobito de río y el rey de esta pequeña selva: el yaguareté, que da nombre a nuestro río. Los antiguos habitantes, los chaná, una rama de los guaraníes, llamaban a este río Jaguar I Guazú Jaguar: el río grande del yaguareté. Los españoles, al no poder pronunciar el guaraní, lo castellanizaron y así fue que se llamó Gualeguaychú”, explica Felipe.

Más adelante pasamos por el Parque Unzué, que fuera parte de la gran estancia de los Alzaga Unzué, cuya porción de 110 hectáreas fue donada a la ciudad a principios de 1900 para convertirla en una zona de esparcimiento público. Poco después, la lancha hace olas frente a los clubes náuticos, y le damos la vuelta completa a la Isla Libertad, una porción de trece hectáreas a la que sólo se llega por agua y que era originalmente propiedad de Dolores Costa, la mujer de Urquiza. “La tierra fue pasando de mano en mano –señala Felipe– hasta que en los años ’30 se loteó. Actualmente, hay casas de fin de semana y unas pocas residencias de vivienda permanente.”

Finalmente llegamos a la zona sur del puerto, desde donde se ve el Frigorífico Gualeguaychú, uno de los primeros establecimientos de capitales 100% argentinos de la región.

En el galpón de la comparsa Papelitos se trabaja febrilmente para el Carnaval.

LA TERAPIA DEL MATE Una antigua casona en el centro de la ciudad abre sus puertas al clásico y siempre sorprendente mundo del mate, en una región del país donde matear es casi una religión. Si pensábamos que sabíamos todo acerca de nuestra infusión más preciada, aquí está para desmentirnos Mario Boari, dueño del Patio del Mate, un erudito en la materia. Mario dice haber elegido esta casona de 1890 porque resultaba ideal para vender un producto “tan tradicional y aferrado a nuestras costumbres”.

El hombre, psicólogo de profesión y artesano-empresario del mate por elección, ceba unos amargos mientras nos enseña el lugar. Por aquí proliferan diversos mates, pero sin dudas hay uno que es la estrella: “El mate de calabaza es el más valorado por nosotros. Lo llamamos ‘su majestad, la calabaza’”, comenta Mario. También los hay de vidrio recubiertos de tapizados de auto, de madera, con pezuñas, forrados con tientos de potro y más. Miles y miles de mates exhibidos en este sitio que se convirtió en un paseo obligado para todo aquel que vaya a Gualeguaychú. Mientras curioseamos, Mario deja unos consejos a los lectores de TurismoI12: “La primera medida es tener un mate de capacidad importante. No sirve el jarrito de dos asas que usa la abuelita, porque tiene sólo 25 gramos de yerba, y el mate tiene que tener entre 60 y 70 gramos. Si no, no hace su proceso”, explica y continúa: “Le ponemos dos terceras partes de yerba, lo inclinamos, y en el hueco que queda le ponemos la medida de un pocillo de café con el agua no del todo caliente ni fría, a 80 grados digamos. Lo dejamos reposar sin enterrarle la bombilla y luego la ponemos cruzada. Corremos la yerba para que la bombilla no se ahogue y empezamos”.

Aunque hace años ya que dejó la psicología, Mario asegura que nuestra infusión más querida es terapéutica. “El mate predispone al organismo de otra manera, da ganas de vivir. El mate es un gesto de amor, un gesto de cariño, un gesto de atención. Es mimarse el uno al otro. Es donde yo me comprometo a ser tu amigo, a iniciar una relación. Y eso cura de verdad”, asegura este hombre apasionado, mientras insiste en que hay prepararlo “con cariño y con tiempo”. “Esto no es verso: cuando hacemos las cosas a la ligera, nos salen mal. Y el mate a la ligera sale peor.”

Mario, que arrancó hace 25 años con el Patio del Mate, hoy exporta nuestro producto más típico a Rusia, Siria y Canadá, entre otros países. Y parece que nunca va a cansarse de hablar de estas yerbas. Asegura que la bombilla no contagia enfermedades, porque la temperatura del agua mata los gérmenes. “Cuando les quitaban el mate, los aborígenes se enfermaban. Y Bernardo Houssay, Premio Nobel de Medicina, decía que la bombilla contagia salud”

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El placer de navegar por el río Gualeguaychú, flanqueado por sus verdes riberas.
Imagen: Guido Piotrkowski
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