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Domingo, 8 de junio de 2003

BALLENAS TURISMO ECOLóGICO EN LA COSTA PATAGóNICA

Una franca maravilla

Como cada año, las ballenas francas australes se dieron su cita invernal en los golfos de la costa norpatagónica. Es sin duda el mejor lugar del mundo para el avistaje de esta especie, y una de las mejores salidas que se puede hacer durante el invierno en nuestro país.

Texto y fotos:
Graciela Cutuli

Hace unas décadas, apenas un puñado de aventureros osaba transitar por los difíciles caminos de la Península Valdés para llegar hasta Puerto Pirámides, un caserío que no conocía todavía la existencia de la palabra turismo. Sobre todo, en esta época del año. Puerto Pirámides era apenas un punto en los mapas de la Patagonia, algunas casas alrededor de un terreno y una estación de servicio del ACA. Aquellos aventureros iban a pasar largas horas en la playa, a pesar de los vientos crudos, para observar el azul intenso del mar del golfo Nuevo. En ese tiempo las ballenas eran un secreto para pocos: sobre todo algunos lugareños y algunos científicos que ya presentían que allí pasaba algo importante. Cada año, cuando el otoño cedía su lugar al invierno, grandes ballenas francas australes acudían al golfo. Se veían coletazos, algunas veces un majestuoso salto de estos enormes animales fuera del agua. Con el pasar del tiempo, el secreto fue corriendo de boca en boca. Cada vez más gente acudía a las playas de la Península. De pronto, se empezó a hablar de un extraño científico norteamericano que venía a pasar el invierno en esta región para estudiar lo que parecía ser uno de los mayores misterios de la vida animal del país. Puerto Pirámides pasó a cobrar vida y colores en los mapas. El desarrollo del turismo y la mejoría de la ruta trajeron contingentes de turistas que se embarcaron en las primeras pequeñas lanchas que ofrecían una manera distinta y mucho más íntima de conocer las ballenas del golfo. El mayor lugar de avistaje de cetáceos del mundo ya estaba lanzado. La llegada de los turistas es desde entonces cada vez más importante y Puerto Madryn, de puerto industrial se reconvirtió en centro turístico internacional. Puerto Pirámides nunca dejó de ser un pueblito a la vez romántico y bohemio, pero dejó de ser un caserío perdido en el lugar menos pensado del mapa. Ya está por llegar el invierno. Las ballenas, como cada año, serán fielmente puntuales para esta cita.

Dinastías de ballenas Año tras año, las ballenas francas australes, la especie que coloniza las aguas argentinas en invierno y primavera, son más numerosas. Esto se debe a la prohibición de su caza (aunque regularmente se denuncie a algunos balleneros clandestinos que cazan furtivamente en el Atlántico Sur, principalmente para los mercados orientales). Esta especie tenía la dramática ventaja de flotar una vez muerta, y era entonces la presa privilegiada de los balleneros, que durante el siglo XIX representaron la mayor población de las islas y las costas del Atlántico Sur, y hasta formaron una próspera ciudad en las inhóspitas islas de las Georgias del Sur. Casi al borde de la extinción, las ballenas francas se recuperaron desde hace varias décadas y ya se pueden estimar en varios centenares los ejemplares que acuden a las costas argentinas.
Desde hace unos años es incluso posible avistar ballenas en otros sitios además de las costas de Puerto Pirámides, la playa del Doradillo al norte de Puerto Madryn, o navegando por el golfo Nuevo. Es en las aguas de los golfos San José y San Matías, donde ya se avistan algunos grupos y se está organizando una red turística alternativa a la de Puerto Madryn y Puerto Pirámides.
En el renombrado balneario Las Grutas, en la costa rionegrina, también se pueden ver con frecuencia, aunque no siempre tan cerca de la costa como en el golfo Nuevo. También se están organizando avistajes embarcados en Playas Doradas, otro balneario rionegrino, sobre la costa de Sierra Grande. En realidad no se trata de nuevos lugares que colonizan las ballenas: seguramente frecuentaban ya siglos atrás estas mismas costas, cuando no había ni puertos a orillas del mar, ni colonos en las mesetas patagónicas, mucho antes de ser casi exterminadas por una caza indiscriminada y feroz.
Gracias a los trabajos de Roger Payne, el científico que las estudió durante varios años, se conoce un poco más sobre la extraña costumbre que tienen de venir a las costas para pasar varios meses de ¿vacaciones?, antes de volver a las aguas atormentadas del Atlántico Sur. Si bien muchasde ellas vienen para parir, otras parecen llegar sólo en función de acompañantes. Buena parte de las ballenas del golfo Nuevo fueron identificadas y catalogadas, gracias a las callosidades que tienen sobre la nariz y la cara. Como si se tratara de una huella digital, estas callosidades son únicas y constituyen la mejor manera de identificar a cada individuo. El Instituto de Conservación de las Ballenas, la rama argentina del organismo fundado por Payne, hace relevamientos aéreos anuales, sacando fotos de todas las ballenas que se pueda, para luego –gracias a un trabajo de hormiga– identificarlas sobre la base de las fotos obtenidas. Así se pudo comprobar que no todas las ballenas vuelven cada año al golfo. También se puede seguir la evolución de ballenatos, que fueron identificados hace años al lado de su madre, y que a su vez llegan al golfo años después para dar a luz a otro ballenato. Algunas pequeñas dinastías de ballenas son así conocidas y seguidas por los científicos que las estudian en el tiempo.

Tan grandes y tan graciosas Ninguna explicación científica puede transmitir lo que se experimenta cuando se está en una de las lanchas que navegan tan cerca de las ballenas que éstas juegan a pasar bajo el casco de las embarcaciones. Estas enormes masas marinas flotan con una gracia emocionante. Con un poco de suerte, ofrecen el espectáculo de su cola que emerge del agua, o bien un salto en un gigantesco fuego artificial de agua y espuma. Es muy frecuente ver también ballenatos con sus madres, bebés de varios cientos de kilos que toman leche de a 200 litros.
La mayor parte de los avistajes sale de las aguas tranquilas de Puerto Pirámides. Directamente desde la playa, ya que no hay embarcadero. Muchas empresas ofrecen sus servicios: hay lanchas más o menos grandes, más o menos confortables, más o menos equipadas. En realidad, todo esto es muy secundario cuando se está frente a las primeras ballenas que se ven durante la excursión. Las cámaras salen y apuntan hacia el agua, superficie azul metalizada manchada por una enorme masa oscura. Algunos no se resignan a esperar un coletazo, y disparan sin control sacando detalles de la cabeza y las callosidades, o con un poco más de suerte, el típico chorro de vapor en V que eyectan estas ballenas cuando respiran. Es que en el golfo Nuevo se tiene a las ballenas al alcance de los ojos, casi al de las manos, pero sin duda al de los objetivos, cualquiera sea el precio de su cámara de fotos. Se llega a estar muy cerca de las ballenas, a veces unos metros apenas. A veces incluso menos. Por eso, el golfo Nuevo es sin duda el lugar más fascinante y el mejor para avistar ballenas en todo el mundo. En las islas del Atlántico Norte, en California, en Tasmania o las costas del Labrador en Canadá, se las ve pasar, muchas veces desde bastante lejos. Muy pocas veces se las tiene junto a la embarcación, como en las aguas patagónicas argentinas.

Pequeña pirámide Desde las aguas del golfo, mirando hacia la costa, se ve la pequeña pirámide que da su nombre al pueblito. Una especie de promontorio rocoso, tallado justamente como una pirámide: parece que la naturaleza quisiera así rendir homenaje a estas enormes sirenas, nadadoras elegantes y delicadas, a pesar de un peso que supera las 30 toneladas.
En el fondo de la pequeña bahía, al pie de una meseta de donde surge la ruta asfaltada que viene de Puerto Madryn y del empalme con la Ruta 3, Puerto Pirámides es en realidad una sucesión de casitas a lo largo de la única calle que bordea la costa. Las bajadas al mar están jalonadas por otras casitas, en general kioscos y oficinas de empresas que ofrecen avistajes. No hace mucho que Puerto Pirámides tiene luz y agua, un confort mínimo en este lugar que vive al ritmo de las ballenas en invierno y en verano se convierte en una especie de playa para los numerosos turistas que recorren Península Valdés. Sin duda, la fama de Puerto Pirámides traspasó hace tiempo las fronteras argentinas y en los pontones de las embarcaciones se pueden escuchar varios idiomas, mientras frente a lasballenas que nadan plácidamente pasan caras de todo el mapa. Ellas, entretanto, pensarán que los tiempos han cambiado desde los años 70, cuando eran visitadas apenas por el Dr. Payne y algunos de sus colaboradores, que se aventuraban hasta este verdadero fin del mundo.

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Al respirar, las ballenas francas escupen chorros de vapor de agua en forma de “V”.
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