Domingo, 26 de febrero de 2012 | Hoy
CORDOBA. CIRCUITOS EN TRASLASIERRA
Las Altas Cumbres ofrecen recorridos para hacer a pie, en bici o con vehículos de doble tracción. Hay paredes naturales para escalar y pozones de agua para refrescarse. Además, se siente la energía del cuarzo y la mica y se encuentran vestigios de pueblos originarios. Un lugar de montaña ideal como base de salidas a la aventura.
Por Pablo Donadio
Córdoba goza de infinidad de espacios naturales, como ventanas refrescantes a otro estilo de vida: el de la montaña. Más allá de la capital y los bucólicos pueblitos que encadenan los valles de Punilla y Traslasierra, hay un enorme tramo donde la sierra se hace grande, y alternativas en áreas casi desconocidas permiten practicar trekking, andar en bici o disfrutar en vehículos 4x4. Paredones gigantes se tornan palestras ideales para el rappel y la escalada, y algunos pozones de agua le dan respiro al caluroso verano. Desde la Posta del Qenti, base de operaciones para captar la energía del cuarzo y la mica, se puede conocer la historia de la región.
BUENA BASE Con Carlos Paz, Mina Clavero y Villa Dolores como grandes villas turísticas y puntos cardinales, el recorrido triangular hacia las sierras mayores muestra un puñado de pueblos y parajes sorprendentes. Entre las dos primeras, la variante por el viejo Camino de las Altas Cumbres –entre Cóndor, Copina e Icho Cruz– y el tramo de paraje Giulio Cesare a Cura Brochero evocan la vida de montaña, los usos culturales de antaño y las aventuras de aquel cura gaucho entre pueblos aislados del paso asiduo de transportes y turistas.
Paralela a ese tramo de singular belleza pero complejo recorrido, hoy la nueva RP34 –pavimentada y bien señalizada– es la elegida por el 99% de quienes llegan a la región. Tanto el viejo camino (RP14) como la RP34 son retomados en algunos sectores por la RN20, que toca los grandes destinos entre Córdoba, San Luis y San Juan. Y aunque esas venas conectoras resuelven cuestiones comerciales y turísticas, eluden mucho del caudal lugareño, que bien vale rescatar.
Así la zona de las Altas Cumbres, con los picos de Los Gigantes y el Champaquí como vigías del Cordón de las Sierras Grandes, desprende a ambos lados de su trazado enormes porciones de superficie con historia. Pampa de Achala, la quebrada del arroyo San Lorenzo, el pueblito de Villa Benegas, los puestos La Mesilla y La Ventana, y el heroico hogar-escuela Fray José María Liqueño atesoran gran riqueza visual, histórica y social. Se trata de una auténtica pradera de piedra instalada a más de 2100 metros, en un paisaje que nada tiene que ver con la imagen balnearia que eterniza el imaginario turístico sobre Córdoba.
Allí se vive de los animales, y cada tanto, morteros y puntas de flechas dejan claro el paso previo de nuestros antecesores por la región. Además de la altura y las dimensiones, sorprende también el clima: mientras la ciudad vive uno de los veranos más calurosos de su historia, la temperatura aquí es de cálida a fría, y en algunas circunstancias nubes brumosas y algunas neviscas lo colman todo. Por ello es indispensable conocer el paño: si bien hay caminos marcados y hoy los GPS son muy útiles para orientarse, carecen de información sobre los riesgos de la montaña, por lo que se recomienda salir con guía o muy bien asesorado. Gran parte de estas sierras pertenece también a la Reserva Hídrica Provincial, una de las siete Areas Protegidas de la provincia, con 117.436 hectáreas extendidas entre molles, quebrachos colorados y cocos. Allí nace el 70% de los ríos que abastecen ciudades, cultivos, diques e industrias. Asimismo, y con el objetivo de conservar la biodiversidad y las cabeceras de esas cuencas, dentro de ella fue creado en 1996 el Parque Nacional Quebrada del Condorito, de 37 mil hectáreas. Habitado por una importante colonia de cóndores andinos, especie en peligro de extinción, sus dos balcones son privilegiados para ver ejemplares del ave más grande del planeta. Además de una grieta de 800 metros de profundidad, posee un río y lagunas donde los majestuosos animales se bañan, dando un espectáculo único en Latinoamérica.
CRONICA DE UNA AVENTURA En ese entorno de naturaleza virgen se encuentra el primer hotel de alta montaña de la provincia, La Posta del Qenti. De neta esencia campera pero aggiornado como un moderno resort con actividades puertas adentro (museo, piscina, talleres creativos), sus 1000 hectáreas permiten salidas a caballo, pesca deportiva, paseos en bici de montaña, caminatas y diversas actividades sobre la roca. Dedicado a hospedar turistas y trabajadores que comenzaron años después a construir la RP34, sus paredes de 200 años recuerdan a los viajantes que llegaban del norte de América latina hacia el Virreinato del Río de la Plata.
Allí, mientras recibíamos unos mates de bienvenida, nos calzamos rodilleras, casco, guantes y partimos a pedalear sobre ese mítico camino de cumbres, hoy famoso prime del rally cordobés: “Es el mejor escenario por sus curvas y bajantes, ya que desde arriba se ve gran parte del trayecto”, explica Jimena López, gerente del hotel. El primer tramo del recorrido transita El Cóndor, viejo paraje que sorprende por su hotel deshabitado, hoy apenas la referencia de este circuito. Aspero por momentos, escarpado, rocoso e inclinado el resto, propone una aventura real y palpable en sus 21 kilómetros de descenso. El atractivo central es el paisaje, aunque para observarlo hay que parar o ser muy ducho en el arte del freno: las hendijas naturales entre piedra y piedra generan saltos que pueden mandar a cualquiera de cabeza al suelo. Surcando los siete puentes colgantes de piedra y hierro que dan nombre al recorrido, vemos cascadas y vegetación propia de altura, durante las tres horas y media del recorrido.
La guía de sitio Anabel Villarreal explica algunas cuestiones de la región, que junto con la charla previa sobre el terreno completan un interesante conocimiento de la zona. Filos, recodos, miradores, vertientes, pozones, más cascadas y puentes nos llevan al final de la travesía, en la tupida arboleda de Copina, donde vive un puñado de familias. Sin descanso, seguimos al paraje río de los Sauces, lugar del trekking donde nos recibe la familia González. Ellos tienen aquí un puesto de productos regionales, justo donde el sendero sin marcar da inicio. “La idea es disfrutar del paisaje serrano y su aire, sin exigirse demasiado”, invitan. Animales del pago y extraordinarias ollas de cuarzo rosado, completadas con mica, la auténtica piedra cordobesa, se llevan nuestra atención. “Aún hoy, en las paredes de piedra y tierra, se ven restos fósiles de animales que traían aquí las familias pioneras”, comenta el representante de Parques Nacionales e hijo de Don González, invitado a la caminata. Al rato, llegamos al lugar prometido: el inmenso paredón de La Ola, una masa de piedra que parece haber salido de un océano y petrificarse justo al caer. Una de sus caras ofrece una palestra natural perfecta, donde se han tirado “líneas” con trabas y seguros permanentes para ascenso y descenso. Pablo “El Leoncito” Pistoia, guía de montaña, es quien nos introduce en los misterios de la disciplina: “Sí, el equipo es confiable y uno sabe lo que hace, no hay por qué temer”, asegura, y al instante entra a subir, bajar y saltar como el hombre araña cordobés, hasta un mirador en lo alto, nuestro último desafío. Estas actividades en la alta montaña están disponibles casi todo el año (salvo invierno), comandadas por la Agencia Córdoba Turismo y guías particulares. Así es posible desandar viejas historias y antiguos caminos, disfrutando siempre de lo que la naturaleza le ha regalado a esta parte de la provincia.
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