Domingo, 11 de marzo de 2012 | Hoy
CHUBUT CABO DOS BAHíAS Y CAMARONES
La Reserva Natural del Cabo Dos Bahías es uno de los mejores lugares de la Patagonia para hacer un safari fotográfico. Se visita desde Camarones, un pequeño puerto que también tiene su historia: fundado en los primeros tiempos de la Conquista, fue olvidado y renació a principios del siglo XX, para luego reconvertirse en un curioso formato turístico que atrae a los amantes de la naturaleza y la soledad.
Por Graciela Cutuli
A principios del siglo pasado, Camarones estaba un poco más allá del fin del mundo. Desde Buenos Aires, que aspiraba a dejar de ser una “gran aldea” para convertirse en auténtica capital del Centenario, eran días de barco y semanas de carreta, por no decir meses. Un viaje tan largo que sólo lo podían emprender los temerarios o los necesitados. O bien quien tuviera que cumplir un papel específico, precisamente allí y no en otro lado: ése fue el caso de Mario Perón, quien llegó con su esposa e hijos para ocupar el cargo de juez de Paz. Si hoy Camarones no pasa de ser un pueblo, en aquellos tiempos lo era todavía menos; pero gracias a su puerto, que despachaba lana al mundo entero, había adquirido el estatuto de cabecera de toda esta región del sur de Chubut. No se había descubierto petróleo aún en las estepas más al sur, y Comodoro Rivadavia –la Nueva York de los desiertos australes– no poblaba aún la mente de los visionarios. Camarones era el puesto de avanzada de la civilización para toda la región, y su almacén de ramos generales era el único vínculo que muchos tenían con el mundo situado más allá de las inacabables mesetas desérticas: Buenos Aires.
CIELO SIN NUBES El almacén Rabal fue fundado en 1901, como lo indica con orgullo su fachada. Existe todavía hoy y bien podría ser un museo en lugar de un negocio, considerando que en más de un siglo no cambió fachada ni concepto. Aquí se pueden conseguir desde frutas hasta clavos para las herraduras de los caballos. Detrás de los mostradores, los depósitos cambiaron aún menos: frascos, barriles o latas de mercaderías que parecen salidos de otras décadas invitan al viaje a otros tiempos.
Como no cambia nada, tampoco cambiaron los dueños y sigue siendo un Rabal quien está al frente del negocio. Antonio es el nieto de los fundadores, y no desdeña hablar de la historia de su familia y del pueblo, ambos íntimamente vinculados. La Casa Rabal fue en algún modo el alma de Camarones durante mucho tiempo... Hoy existen otros negocios y se abrieron restaurantes, un hotel y una agencia de turismo aventura. Pero en el año 1901 y los siguientes, pasar por el almacén era toda una experiencia, para descubrir novedades o permitirse el verdadero lujo de regalarse algo superfluo.
Como todas las casas típicas de la Patagonia de los pioneros, el almacén fue construido con chapas. No es, sin embargo, la única construcción de este estilo en Camarones: varias más muestran de este modo que fueron las primeras en surgir en el lugar, allá por los tiempos de Mario Perón y los primeros Rabal. El flamante museo dedicado a Juan Domingo Perón es moderno, pero fue levantado en el mismo estilo: la diferencia es que estas chapas no fueron patinadas por el tiempo y resplandecen bajo el sol. Porque, como solía decir un famoso periodista deportivo, en Camarones casi todo el año hay “días peronistas”, con un sol brillante que les pone intensidad a los colores de los tejados y las fachadas diseminadas en las pocas cuadras del centro.
El museo es la gran apuesta de Camarones, y toda una sorpresa para quien llega hasta este rincón del mundo. Pocos asocian este lugar con Perón, pero el futuro presidente pasó allí gran parte de su niñez, hasta que regresó para estudiar en Buenos Aires. Sin embargo, solía volver a Camarones en las vacaciones. El museo de hoy recrea en parte de sus salas la casa que podía tener la familia a principios de siglo XX. Los muebles muestran una típica casa local de familia acomodada; las paredes exhiben una interesante muestra de fotos familiares y de Perón durante su niñez y adolescencia. El resto del museo está dedicado a su vida adulta, a su obra y legado políticos, con muchos objetos y publicaciones de los años 1940 a 1960.
TIERRA Y MAR En 1903, el juez de Paz, Mario Perón, tenía como vecinos a los Rabal y a algunos españoles y centroeuropeos que se habían instalado en este lugar remoto para trabajar en diversos oficios, como el carpintero alemán Dick Vogel, cuya casa también se conserva. Nadie recordaba ya a Simón de Alcazaba y Sotomayor, el primer europeo en llegar a estas costas y reconocer el vecino Cabo Dos Bahías, que hoy deleita a los fotógrafos por la riqueza de su fauna y sus maravillosos paisajes.
El pionero Puerto de Nueva León fue fundado a unos 30 kilómetros del emplazamiento actual de Camarones. Nada, considerando las enormes distancias de la Patagonia. Alcazaba fundó esta primera colonia en 1535, un año antes de que Pedro de Mendoza fundara Buenos Aires... Sin embargo, ni la colonia ni su fundador prosperaron (Alcazaba murió allí mismo, durante un motín de sus hombres). La Patagonia tendría que esperar varios siglos más antes de ser colonizada nuevamente. Una plazoleta con el mapa de Chubut y el de España, junto a un pequeño torrejón, recuerdan esta primera fundación y fracaso a orillas del mar, frente al muelle. Es uno de los dos monumentos que el pueblo tiene el orgullo de exhibir. El otro es mucho más kitsch: se trata de un salmón de cemento pintado que yace sobre un pedestal de material y recuerda que el pueblo es la Capital de la Pesca del Salmón, un título que honra cada año organizando una fiesta especial para la especialidad.
Hace tiempo que no se embarca más lana como antaño en el muelle de Camarones. Ahora el puerto es usado más que nada por buques pesqueros y el turismo, una actividad que remite otra vez al tiempo de pioneros, condición que parece marcar el destino local. Luego de los primeros españoles del siglo XVI y los valientes pobladores de 1900, hoy es el turno de quienes se aventuran a empezar un emprendimiento turístico. Un par de restaurantes y un hotel ofrecen sus servicios, mientras sobre el puerto Héctor Juanto organiza excursiones de pesca, de buceo o paseos embarcados para ir hasta las vecinas Islas Blancas. Es la otra faceta de Camarones. Y una vez conocido su costado terrestre, falta descubrir el marítimo.
Las Islas Blancas son el refugio de una colonia de lobos marinos y varias especies de aves. Los gomones de Juanto se acercan lo suficiente como para garantizar buenas fotos: y si el regreso se hace de tarde, hay puestas de sol sobre el mar aseguradas, con el Cabo Dos Bahías de fondo. Con un poco de suerte, también habrá toninas para sumarse a la postal. Mientras tanto bajo el agua, sobre el fondo rocoso del mar, el naufragio del Villarino sirve de refugio para especies marinas. Este barco terminó su carrera sobre los arrecifes de las islitas, un final poco glorioso luego de haber tenido el destacado papel de traer el cuerpo del general San Martín desde Francia hasta Buenos Aires en 1880, en su condición de primer buque de guerra de la Marina argentina.
UN PARQUE Y UNA RESERVA El Cabo Dos Bahías, que se perfila en el horizonte, es una entrada de rocas en el inmenso Golfo San Jorge. También es uno de los mejores lugares para avistar animales de toda la Patagonia. Por eso el Cabo, su fauna y sus costas están doblemente protegidos por una Reserva Natural en casi toda su extensión y por un Parque Nacional en sus orillas y aguas costeras. Como una gema protegida por una caja doble. Sería difícil encontrar otro lugar donde ver tantos guanacos y tan de cerca: de hecho no se inmutan y apenas se alejan cuando el visitante baja del auto para sacar mejores fotos. También se ven con facilidad las difíciles maras entre los arbustos espinosos, al borde mismo del camino que cruza la Reserva. Y es difícil encontrar lugares en la Patagonia con tantos pingüinos juntos: de hecho, se estima que la pingüinera de Dos Bahías es la segunda en importancia luego de la de Punta Tombo, situada más al norte.
Esta pingüinera es el final del paseo y también el fin del camino de ripio que pasa por una serie de restingas y costas acantiladas, regalando fotos panorámicas a cada momento. Por ningún motivo hay que dejar de visitarla si se pasa por Camarones: son apenas 30 kilómetros hasta la entrada de la Reserva, donde está la casa del guardafauna y viven un par de guanacos casi domesticados. La pingüinera es tal como era Punta Tombo hace años, antes de la llegada del turismo masivo. Una pasarela de madera permite adentrarse hasta el corazón mismo de la colonia sin molestar a sus habitantes, que siguen las actividades bien pautadas de su vida familiar.
Además de guanacos, maras y pingüinos, se pueden avistar con facilidad choiques, flamencos y muchas otras especies de aves. La Reserva existe para todos ellos desde 1973 y cubre una superficie de unos 14 mil kilómetros cuadrados. El Parque Nacional, en cambio, es mucho más reciente: fue creado oficialmente en 2009 para proteger las costas, las aguas y los islotes de una porción de 132 mil hectáreas de mar, de modo que es uno de los tres parques costeros y marinos que tiene la Patagonia. Los tres forman la Ruta Azul, el tramo de la Ruta 3 que va desde Camarones hasta Puerto Santa Cruz. El parque que se llama oficialmente Parque Costero Marino Patagonia Austral protege las costas del Cabo y de Bahía Bustamante, a continuación más al sur, y éste es otro lugar que no hay que dejar de visitar desde Camarones. Se trata de un pueblo alguero reconvertido al turismo, donde es posible alojarse en las casitas que fueron, hace años, de los obreros encargados de sacar, secar y seleccionar las algas.
La empresa mudó sus instalaciones, pero sigue un mínimo de actividad en los galpones; lo curioso de Bustamante es que el pueblo entero fue reconvertido al turismo, incluyendo casas, iglesia y locales. Es un lugar de descanso a orillas del mar cuyo dueño, Matías Soriano, organiza paseos en lancha junto a la costa para avistar colonias de lobos, pingüinos, gaviotas, cormoranes, y donde es posible incluso bañarse en piletas naturales formadas por el mar mismo. Como en los mejores spa del mundo, pero todo al natural.
De camino de regreso a Camarones hay otro lugar para conocer dentro de la reserva. Es Caleta Sara, un puerto natural que parece estar en el cruce de todas las rutas de veleros del mundo. Cada semana trae su contingente de barcos y aventureros de los tiempos modernos, principalmente europeos que lo dejaron todo para recorrer el mundo. En Caleta Sara hay un restaurante y un par de caravanas acondicionadas para alojar a los visitantes. Es un lugar mágico, donde se está en el fin del mundo, pero con gente de todo el mundo a la vez, donde se cruzan los idiomas y las invitaciones: Francia, Alemania, Italia, Inglaterra. El mundo se da cita regularmente en Camarones. Aunque sea difícil creerlo delante de la fachada de la Casa Rabal, inmutable desde 1901 y con un puñado de casas de chapa pintada como todo tejido urbano.
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