Lun 20.08.2012
turismo

COREA DEL SUR. EXPO YEOSU COREA 2012

El futuro en vidriera

Crónica de una visita a la Expo Yeosu de Corea del Sur, la exposición mundial donde 104 países presentaron sus nuevas tecnologías e iniciativas dedicadas al cuidado de los océanos. Robótica, diseño, ecología, realidad virtual, arquitectura y futurismo en una entretenida feria high-tech que abrió las puertas de una nueva dimensión.

› Por Julián Varsavsky

Fotos de Julian Varsavsky

La Expo Yeosu 2012 se convirtió en el último paradigma de feria posmoderna del mundo globalizado, una miniciudad de ciencia ficción levantada junto al mar, con edificios como naves espaciales y miles de pantallas led (la más grande de 219 metros de largo) cubriendo con imágenes en movimiento techos, paredes y hasta los pisos. Dominó este microcosmos futurista, que acaba de cerrar sus puertas en Corea del Sur con ocho millones de visitantes, toda clase de seres virtuales salidos de las pantallas y robots capaces de mirar a los ojos mientras parpadean, cantan, bailan y juegan al fútbol (sólo les faltaría poder llorar).

Todo fue realidad virtual, simulación y réplica. En los pabellones vimos maquetas y diseños tridimensionales de ciudades subacuáticas, y a cada rato cruzamos hologramas con forma de ser humano, monstruo o robot humanoide. En esta suerte de cuento de Ray Bradbury, no todo era lo que parecía ser.

En tres días de feria me cayó encima una tormenta antártica, crucé falsos túneles de hielo que nadie diría que son de plástico, volé en un globo aerostático que no remontó vuelo pero sentí que lo hacía, caminé por bosques tropicales implantados con vegetación real y recorrí fondos marinos de todas las maneras posibles: entre recreaciones 3D, con peces mecánicos que nadaban en aguas reales, y por el estanque con túneles de vidrio del Aquarium bajo bestias marinas de carne y hueso.

En Yeosu me interné por ambientes extraños dignos de otro planeta, donde gracias a la realidad virtual la materialidad del mundo tiende a desaparecer. Es decir que las cosas se ven y están, pero la mano las atraviesa o choca contra un vidrio: son seres y objetos que perdieron su sustancia, mediatizados por la magia digital.

Líneas ondulantes e irregulares de los edificios, ideales para crear el ambiente de una ciudad del futuro.

LA BIG O La Expo Yeosu 2012 funcionó entre mayo y agosto junto al puerto de la ciudad homónima en el extremo meridional de Corea del Sur. Una más en la lista que incluye las legendarias ferias de Londres en 1851, París en 1889 –cuando se construyó la Torre Eiffel– y la Expo Shanghai del año pasado.

En Yeosu miles de personas, presidentes, príncipes y reyes de medio mundo quedaron boquiabiertos el día de la inauguración cuando se encendió la Big O, una especie de sol que brotaba del océano en plena noche arrojando fuego y chorros de agua de colores en todas direcciones. Dentro de su circunferencia de acero, de 45 metros de diámetro, la Big O creó una cortina de agua que sirve de pantalla. En su interior se proyectó un show de imágenes surrealistas creadas con 58 cabezas de luz móviles de 15.000 watts, seis proyectores de video de 35.000 lúmenes, cinco cañones láser, máquinas de niebla, 24 hidrojets giratorios y generadores de llamas para crear efectos de tridimensión entre fuentes de aguas danzantes.

VUELTA AL MUNDO EN TRES DIAS En la Expo Yeosu recorrí 104 países en tres días (en cada uno me sellaron un pasaporte de ocasión), como quien ve el mundo entero pasar en un gran zapping global. En los pabellones cada nación quiso encerrar entre cuatro paredes lo más avanzado para mostrar al mundo en diseño y tecnología, todo mezclado con un poco de arte y siempre orientado hacia la conflictiva relación entre el contaminante hombre moderno y los océanos, tema central de la exposición.

En la entrada al stand de Estados Unidos, Barack Obama nos miró a los ojos desde una pantalla grande como la pared, invitándonos a trabajar juntos en el cuidado de los océanos. Pero de repente esa pantalla se levantó como una compuerta y nos abrió paso a una sala con otra pantalla aún más grande, en la que se veían imágenes idílicas de mares con ciudadanos comunes repitiendo emocionados la consigna “this is my ocean” (éste es mi océano). Mucho más contundente el mensaje de Dinamarca, cuyo pabellón invitaba al simplísimo experimento de dar un soplido a un molino eólico en miniatura para ver la cantidad asombrosa de veces que puede girar. Los resultados que ese país mostró al mundo desde unos paneles sin efecto especial alguno son admirables: Dinamarca produce con energía eólica el 25 por ciento de la electricidad que consume y para el año 2020 se planea llegar al 50 por ciento. Por si fuera poco, el plan es “ser un país libre de combustibles fósiles en 2050”.

Una instalación artística para simular el fondo del mar, tema principal de toda la Expo Yeosu 2012.

LOS ARGENTINOS Dentro de esta competencia de imagen global por demostrar a través de shows hiperrealistas quién es más avanzado tecnológicamente pero ecológico a la vez, la Argentina contó con un stand de líneas onduladas como el océano y una rampa que llevaba a pantallas táctiles donde se mostraba el satélite nacional SAC-D/Aquarius, que mide la salinidad de los océanos a escala global, contribuyendo al estudio del cambio climático. El pasado 25 de mayo el pabellón argentino presentó a Iñaki Urlezaga dando un espectáculo de ballet al ritmo de tango, y en diferentes fechas estuvieron Bajofondo y la ex rockera Mavi Díaz & Las Folkies, quien hizo bailar a no pocos coreanos al ritmo de la chacarera. También tocaron en los primeros días Acho Estol y Dolores Solá con su grupo de tango La Chicana, quienes recorrieron la feria con este cronista y se quedaron pasmados ante el robot-humanoide Nao bailando una coreo de “Thriller” (en la que Michael Jackson hacía pasos de robot “mucho mejores que los de este robot”, aclara Estol).

El momento más cálido de mi recorrida fue en el pabellón vietnamita, donde escuché y vi un concierto con siete músicos que eran grandes virtuosos de instrumentos desconocidos para mí, como un xilofón de lajas de piedra y otro de bambú que colgaba verticalmente dividido en tres tiras de teclado. Con esto lograban una música complejísima y hermosa, en opinión del guitarrista y compositor de La Chicana, quien encontró un gran contraste en la frialdad del órgano gigante de 67 metros instalado al aire libre en la feria y registrado ya en el Libro Guinness de los Records.

Cada una de las principales siete corporaciones coreanas –entre ellas Samsung, Hyundai y LG– tuvieron aquí su excéntrico pabellón de millones de dólares diseñado por famosos arquitectos. El mejor logrado fue el del grupo Lotte, no tanto por la forma exterior sino por su contenido, un simulador de vuelo en globo aerostático. Había que agarrarse fuerte de la baranda mientras las pantallas circulares mostraban a nuestro alrededor imágenes descendentes, creando el vertiginoso efecto de subir a toda velocidad entre los edificios. Nubes verdaderas aparecían en el ambiente, y entonces sobrevolamos el océano en toda su inmensidad como en estado de gracia –meciéndonos suavemente a mil metros de altura– con la muy realista sensación de estar colgados del cielo.

EL MUNDO BAJO LAS AGUAS Al Marine City Pavilion se ingresaba por un túnel luminoso para ver un mundo perfecto con ciudades sumergidas bajo las aguas funcionando con normalidad. Una sirenita hermosa, robotizada y expresiva, dio las primeras explicaciones presentando el prototipo de “casa flotante” y sumergible. Pero aquí realidad virtual y materia se combinaban, porque el ejemplo que emanaba de la pantalla estaba también frente a noso-tros, construido con una aleación de metales. La “casa flotante” giró sobre su eje y la vimos abrir puertas y ventanas, lista para surcar los océanos –¿el día en que los polos se derritan?– con su sistema de navegación automático alimentado a energía solar.

En la sala siguiente se radicalizaba la idea del nuevo hombre submarino combinando imágenes 3D con maquetas de plástico de un mundo acuático, como invitando a vivir en “villas marinas” que atraviesan los océanos en burbujas de cristal como planetas a la deriva. Frente a nosotros cruzaban el espacio submarino tortugas, delfines, ballenas y vehículos esféricos y transparentes, conviviendo en una armonía idílica difícil de creer. Lo más curioso es que las naves se dirigían a “puertos flotantes” que ya son una contradicción en sí mismos (¡en mi planeta los puertos conducen a tierra firme!).

La Big O estallando en fuegos y chorros de agua para formar una pantalla de proyección.

LA GRAN FIESTA En la Expo Yeosu se respiró también un ambiente de feria disney con saltimbanquis, desfiles y músicos callejeros. Una tarde, caminando por la bahía, vi pasar a un hombre volando sobre las aguas al impulso de un hidrojet. En el stand de Corea una beluga robotizada sobrevoló mi cabeza. También pisé pasto que no era pasto, toqué un biombo tradicional que era pura pantalla táctil, anduve por falsos fondos de mar, palpé uno de esos extraños edificios plateados y descubrí que era todo de plástico, y siempre me quedaba la duda de si quien tenía al lado era una persona, un robot o un holograma.

De alguna manera recorrí en la feria el prototipo de la nueva Ciudad Luz –la primera fue la París de la Expo en 1889– estimulado a cada paso por infinitas pantallas que competían por llamar mi atención. Vi la metáfora de la ciudad del siglo XXII, hipermediatizada, con sus habitantes encerrados en cajas de cristal con paredes cubiertas de monitores, conectados on-line con el planeta entero las 24 horas, en un mundo virtual sin límites físicos y en un presente constante. Me pude ver incluso –feliz– en mi hogar cápsula-submarina.

Entre los miles de mensajes lumínicos que recibí –era tanto que paralizaba– me ofrecieron vivir en una prístina ciudad submarina que resultaba poco menos que el paraíso bajo las aguas, con peces de colores, piscinas con trampolines y bosques arbolados. Aunque en el Pabellón del Cambio Climático me proyectaron un video apocalíptico titulado: Cinco minutos antes del fin de la Tierra. Pero no seamos mal pensados ni agüemos la fiesta, que ésta sólo fue la primera gran feria posmoderna y estamos aquí para disfrutar (¡que se acaba el mundo!).

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