Lunes, 20 de agosto de 2012 | Hoy
NEUQUEN. INVIERNO EN CAVIAHUE
En el norte de Neuquén, Caviahue es un pueblo andino con casas de techo a dos aguas y calles nevadas, donde se esquía a lo grande y se hacen paseos en trineo tirado por perros, travesías en moto de nieve, esquí de fondo y caminatas con raquetas. Pero además hay baños termales en el corazón de la montaña, totalmente rodeados de nieve y pehuenes.
Por Julián Varsavsky
Fotos de Julian Varsavsky
El pueblo de Caviahue tiene quizás el centro de deportes invernales más singular de toda la cordillera de los Andes argentina. Es apenas una aldea de 600 habitantes, que viven en casitas de cuento, con techos a dos aguas para escurrir la nieve que cubre calles y veredas durante todo el invierno. Hay apenas media docena de restaurantes y un pequeñísimo centro comercial. Carece por lo tanto del glamour y los lujos sofisticados de otros centros de esquí, lo cual se traduce en precios más accesibles y noches silenciosas de tranquilidad absoluta. Pero al mismo tiempo Caviahue tiene un centro de esquí con todas las de la ley, incluyendo 23 pistas de todos los niveles y un fuera de pista para aventureros extremos, que permite bajar esquiando desde el borde mismo del cráter del volcán Copahue.
La otra diferencia es que Caviahue ofrece, como ningún otro lugar, un abanico de alternativas para interactuar con la nieve que permite disfrutar –aun sin saber esquiar– un auténtico viaje blanco al invierno patagónico. Esto incluye salidas sencillas que se pueden hacer también con chicos, desplazándose con raquetas en los pies o con la modalidad del esquí de fondo, en motos de nieve o sobre un trineo tirado por perros en planicies que parecen la Antártida misma. Además hay baños termales en medio de una blanca nada y un centro de estética especializado en aplicaciones de fangoterapia con barro volcánico.
PERROS DE LA NIEVE Las excursiones en trineos tirados por perros las organiza Javier Alvarez, que ya suma 16 años de experiencia en la actividad. “A mí de chico siempre me siguieron los perros”, asegura Javier, explicando que comenzó a estudiar por su cuenta en los libros los secretos para surcar la nieve aprovechando esta modalidad creada por los esquimales. Pero no hay tiempo para hablar mucho más, porque los dos trineos individuales con ocho perros cada uno están listos para salir, a punto de ser arrastrados por la jauría ansiosa que tironea con fuerza.
Los trineos son individuales y arrancan de repente a toda velocidad, hasta alcanzar los 35 kilómetros por hora. El viajero va recostado casi al nivel del suelo, con el guía parado atrás dirigiendo a los perros. Al frente van Edna con su ayudante, Odín. Edna es el perro guía que obedece sin titubear y obliga a los demás a hacer lo mismo, a veces a los tarascones. “¡Yi! ¡Yi!”, grita el guía y los perros doblan a la derecha. “¡Jau! ¡Jau!”, exclama entonces y doblan a la izquierda. Más adelante nos explicaría que esos son sonidos guturales de los esquimales, los mismos que se usan desde hace siglos.
El trineo salta con las ondulaciones y la nieve que levantan los perros al correr nos da en la cara. A los costados, el paisaje se ve suave como un blanco campo de golf y un manto de lisura perfecta se extiende por los valles, cubriendo las montañas desde el pie hasta la cima.
En pocos minutos llegamos a Las Mellizas, dos lagunas congeladas que se atraviesan a toda velocidad por una planicie blanca muy parecida a la Antártida. La nieve parece chisporrotear con los rayos del sol y los perros lanzan aullidos de alegría al correr a sus anchas. La sensación de atravesar una laguna congelada es extraña y todos se preguntan lo mismo: “¿Y si se rompe?”. Pero los guías tranquilizan rápidamente a los viajeros, explicando que el hielo puede soportar el paso incluso de camiones.
Todavía falta el plato fuerte de la excursión con trineos: un baño termal en Las Máquinas. En apenas diez minutos de recorrida desde Las Mellizas, los trineos se acercan a las termas. El olor del azufre presagia ya el chapuzón en una pileta abandonada con aguas sulfurosas. Al acercarnos, el suelo a nuestros pies burbujea, expulsando ruidosos vapores como si hubiese miles de pavas hirviendo al ras de la tierra (el nombre del lugar es una alusión a las máquinas de vapor).
La laguna de Las Máquinas huele –hay que decirlo– a huevo podrido. Es olor a azufre, intenso, pero uno se acostumbra en un rato. Al principio las aguas grises no resultan tentadoras, hasta que un valiente se saca la duda y deja las ropas sobre la nieve para ingresar a la laguna tanteando el fondo con desconfianza. Sus expresiones de placer son convincentes y los demás lo imitan para sumergirse hasta el cuello en el barro volcánico burbujeante. Al costado del agua todo es nieve, y una gran fumarola expulsa vapores a presión como un aliviadero de los infiernos.
La resistencia inicial a ingresar al agua se invierte, y entonces nadie quiere salir de ese nirvana sulfuroso, todos indiferentes a los ruegos del guía indicando que es la hora. Edna se acerca dejando sus huellas en la nieve y le da un beso en la boca a Javier, su amo y amigo.
En las plácidas aguas, la charla perruna se extiende largo y tendido. La mayoría de los perros son una cruza de alaskano con greister que Javier provoca para lograr ejemplares más livianos y fibrosos. Por eso se dan casos como el de los hermanos Edna y Odín, que son negros y tienen un ojo azul y otro marrón. En total nuestro guía tiene 32 perros, con los que forma tres equipos. A los mejores los lleva a la competencia anual sudamericana, donde salió campeón en las últimas dos ediciones, realizadas en Ushuaia y Chile.
La charla deriva en la personalidad de los perros. “Hay días en que te das cuenta de que un perro no quiere salir y lo dejás”, explica Javier, quien sabe de memoria los nombres de sus 32 perros y asegura reconocer los ladridos de cada uno, así como los esquimales reconocen 17 tipos de blanco con su correspondiente nombre. Zen, por ejemplo, que es el copiloto de Edna, simplemente corre sin mucho compromiso en dirigir al grupo cuando su líder está a la cabeza. Pero si ella no está asume su papel dominante y celoso. “Cada perro tiene su carácter... los hay simpáticos y juguetones, vagos que sólo piensan en apoyarse en la nieve, y otros brutos y fortachones que sólo saben tirar fuerte, pero no aprenden a doblar. A esos los ponemos últimos en la fila”, agrega Javier con seguridad de etólogo canino.
Los bañistas, mientras tanto, agarran barro gris del fondo para hacerse aplicaciones en el rostro hasta formar una máscara. Y al quitárselas con el agua descubren asombrados el veloz efecto suavizante sobre la piel. Del baño en el barro caliente se pasa al “sauna”, una precaria casita construida con ladrillos sobre una ruidosa fumarola natural, que bulle desde un manantial y abre los poros de par en par con sus vahos sulfurosos.
ESQUI ALPINO El centro de esquí de Caviahue tiene una buena infraestructura de pistas con diferentes complejidades, restaurantes, alquiler de equipos, jardín de nieve para chicos, escuela de esquí y 23 pistas para snowboard y esquí alpino. El sector fuera de pista es considerado excelente por los expertos y atraviesa hermosos bosques de araucarias. Una imagen común en el centro es la de los esquiadores y snowboarders cargando sus tablas al hombro y subiendo cuesta arriba para hacer travesías por parajes increíbles, con excelente nieve en polvo. Otro aspecto singular es el telesquí, que llega hasta la cota 2350, cerca del borde del cráter del volcán Copahue, que se ve humear de manera permanente desde las pistas. Además hay un buen restaurante en la base y dos confiterías en la ladera de la montaña, adonde se llega con los medios de elevación. Y al final del valle, mientras uno se desliza a toda velocidad, se ve de manera permanente el espejo de agua que forma el lago Caviahue, rodeado de montañas blancas y araucarias.
El centro de esquí tiene un departamento de excursiones que organiza salidas en motos de nieve y en vehículo oruga tipo antártico para llegar hasta el Mirador del Lago o el Hito Pucón Mahuida en el límite con Chile (allí se ven ambos lados de la cordillera). Otras opciones son las termas de Copahue, pasando por las lagunas congeladas de Las Mellizas, la aproximación al cráter del volcán Copahue y una subida nocturna en moto hasta la confitería de la primera estación de los medios de elevación, para comer un cordero patagónico asado a la luz de la luna mirando el lago.
CAMINAR LA NIEVE El esquí de fondo es la manera más antigua que se conoce para desplazarse por la nieve. Se empezaron a usar hace unos 5000 años: esquíes de esos tiempos fueron encontrados en pantanos suecos y finlandeses. No surgió entonces por placer deportivo, sino como una necesidad de transporte, cuando las personas quedaban aisladas por la nieve. En el siglo X los vikingos utilizaban esta técnica para movilizarse en sus conquistas invernales. Y en la Primera Guerra Mundial participaron batallones especializados en esquí de fondo, disciplina que se convirtió en deporte olímpico en 1924. En los países escandinavos es el deporte nacional.
La gran diferencia con el esquí alpino –que consiste en bajar a toda velocidad por las laderas– es que el de fondo se practica en terrenos planos o poco empinados. Por lo tanto es mucho más fácil y lento. Lo pueden practicar personas sin experiencia, desde niños hasta ancianos bastante mayores, luego de una breve clase. También llamado esquí nórdico, es un excelente ejercicio aeróbico para quemar calorías moviendo piernas y brazos. Se avanza lentamente, alcanzando un máximo de 15 kilómetros por hora al impulso del propio cuerpo, y cuando uno se cansa simplemente se detiene para disfrutar del paisaje. El movimiento consiste en suaves deslizadas que avanzan unos cuatro metros cada una, lo que otorga un buen ritmo. En cierta medida, es como caminar o patinar sobre la nieve sin levantar los pies.
El equipo de esquí de fondo son dos bastones que se van apoyando alternadamente, un poco por equilibrio y otro tanto para impulsarse, más dos esquíes finos y livianos, y una bota blanda con puntera fija y el talón libre. Los esquíes tienen en la parte central inferior un “escamado” para adherirse a la nieve, permitiendo al esquiador darse impulso a cada paso. Estas escamas también son un freno automático si la gravedad desliza al esquiador hacia atrás: por eso sirven para ascender pequeñas pendientes, algo dificilísimo con esquíes alpinos. El esquí de fondo es muy practicado por grupos familiares o de amigos que quieren disfrutar de la nieve en grupo. Por otro lado resulta bastante económico, ya que las pistas son gratuitas y no se usan medios de elevación.
Junto con Tierra del Fuego, Caviahue es uno de los mejores lugares del país para esta práctica relajada del esquí. Se puede optar por un simple paseo en los alrededores del pueblo, o elegir la opción más aventurera de día completo. En el centro de esquí de Caviahue se alquilan estos equipos y hay un circuito marcado por un bosque de araucarias, donde se avanza en solitario entre árboles de hasta 800 años. Allí, en la soledad del bosque, intriga pensar que mientras el árbol que nos da sombra crecía, sucedieron las Cruzadas, Colón se topó con América, Armstrong caminó por la Luna y cayeron las Torres Gemelas. Y mientras tanto, ese árbol camino a ser milenario estuvo siempre allí, incólume en su escaso metro de tierra, brotándose de hojitas tersas como en una parábola de la eternidad.
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