Lun 20.08.2012
turismo

HOTELERIA. TURISMO GLAMOUR

Cinco estrellas + una

Opciones para alojarse en hoteles que son propiedad de ricos y famosos en todo el planeta. Simple curiosidad o fanatismo extremo, pero sobre todo buenos recursos hacen falta para cumplir el sueño de vivir unos días en los lugares que imaginaron Robert De Niro, Robert Redford, Francis Ford Coppola y Richard Gere.

› Por Graciela Cutuli

Los hoteles tienen estrellas. Pero algunas estrellas también tienen hoteles... Entre los famosos, es la tendencia del momento: en tanto algunos crean relojes o perfumes asociados a su nombre, y otros se lanzan a la producción de vinos tentados por Baco, para otras celebrities el último capricho es abrir un hotel. No está mal pensado: resulta a la vez una inversión, o un refugio frente a los altibajos de la taquilla, y una forma de dejar su impronta en otro arte, el de la hospitalidad. La mayoría se encuentra en Estados Unidos, pero también hay en Italia, Francia, Suecia y muchos otros lugares del mundo; todo depende del ansia de exotismo del famoso propietario. Si antes los cazadores de autógrafos tenían que esperar horas en las puertas de los hoteles –justamente– para lograr su objetivo, ahora lo pueden simplificar convirtiéndose en huéspedes. Y sin perder la esperanza de cruzarse con su ídolo en el lobby o los pasillos. ¿Qué más se puede pedir? Una billetera abultada sería un deseo adecuado, dado que las estrellas tienden a invertir en establecimientos de alta gama. Porque a las estrellas de su hotel siempre le suman una.

El Sundance de Robert Redford, donde nació su festival de cine independiente.

EN CASA DE CLINT De fan a stalker, la frontera puede ser muy delgada. Pero en estos hoteles está excluido llegar al comportamiento extremo de los cazadores –o acosadores– de ídolos. Es que no resulta raro ver a Robert De Niro en su hotel de Nueva York, a Francis Ford Coppola en el suyo del sur de Italia o a Clint Eastwood en Carmel, sobre la costa californiana. Dirty Harry fue precisamente uno de los precursores de esta movida tan amplificada en los últimos años: ingresó en el negocio de la hotelería cuando era alcalde de esa localidad situada sobre el Camino Real, en la ruta de las misiones californianas. De hecho, Carmel es una de las misiones más lindas de todas las que se pueden visitar entre San Francisco y la frontera mexicana: fue allí donde Eastwood compró, en los años ’80, el Mission Ranch para salvarlo de la demolición y transformarlo en un hotel de treinta habitaciones. Las vistas y la belleza de la región se completaron con la excelente calidad del restaurante. Es así que, desde hace ya varios años, Mission Ranch es una parada obligada para quien recorre el Camino Real o va de Los Angeles a la Bahía de San Francisco en auto.

Siempre en Estados Unidos pero en el lado opuesto, sobre la costa este, Robert De Niro instaló su hotel en TriBeCa, en el sur de Manhattan. The Greenwich abrió en 2008: es un hotel de lujo, con más de ochenta habitaciones decoradas por arquitectos renombrados de la Gran Manzana. Los precios están a tono: dignos de un palacio, se reservan a los más pudientes o a los fanáticos dispuestos a no hacer cuentas. Los demás podrán conformarse con cenar o almorzar en la Locanda Verde, el restaurante del hotel, que resulta más accesible y permite apreciar lo mejor de la cocina italiana. Como para recordar los orígenes del actor.

Francis Ford Coppola, en cambio, fue más lejos en la reivindicación de sus raíces. El último de sus hoteles lo instaló en Bernalda, una pequeña estación balnearia situada justo en el arco de la “suela” de la bota italiana. Allí un magnífico palacio fue convertido en su quinto hotel, probablemente el más entrañable para el cineasta, ya que Bernalda era el pueblo de origen de su abuelo, que lo dejó en 1904 para ir a far l’America. El Palazzo Margherita, como se llama, tiene sólo nueve habitaciones pero con un lujo tal que brinda la experiencia de dormir en un verdadero palacio italiano, rodeado de frescos en las paredes y lámparas de cristal de Murano. Allí se casó recientemente Sofia Coppola, levantando olas mediáticas como las que el pueblo no había conocido jamás. Un detalle más: es posible alojarse en la habitación Nº 4, que se llama Sofia. O en la 9, llamada Francis.

Aire pop en el Rival de Suecia, creado por uno de los músicos de Abba.

EN LAS PUERTAS DEL BRANDO El creciente interés de los miembros del jet-set por lanzarse a la hotelería también responde a la demanda del público de los establecimientos de lujo por escapar a las cadenas estandarizadas: a menudo los famosos vuelcan sus intereses, sus gustos y hasta su filosofía en sus hoteles, convirtiéndolos en lugares de gran carácter, que combinan la recepción personalizada de un alojamiento familiar con el equipamiento de un “palace”.

Otro caso emblemático es el de Robert Redford, que se instaló en Sundance, una estación de deportes de invierno del estado norteamericano de Utah en las Rocallosas. El lugar fue conocido en sus orígenes como Timp Haven, hasta que el actor lo compró en 1969 y lo rebautizó Sundance, en referencia a la película que protagonizó el mismo año, Butch Cassidy and the Sundance Kid. El resort fue también el punto de partida de un festival de cine independiente. Es un lugar perfecto para combinar cine y deportes; de yapa no es raro ver al propio Redford en persona. Y también se pueden reconocer algunas de las locaciones de otra película del actor, Jeremiah Johnson, que fue girada en la zona.

La cercanía con otro rico y famoso se puede sentir también en Bedford, sobre el valle del río Hudson al norte de Nueva York: aquí Richard Gere abrió un hotel en una mansión del siglo XVIII. Con ocho habitaciones y dos restaurantes, forma parte de la exclusiva cadena Relais & Châteaux desde el año 2010. De vez en cuando se lo ve por aquí, cuentan los habitués, lo mismo que se puede ver a De Niro en TriBeCa. Y si el cliente es rey, será la oportunidad adecuada para un autógrafo (salvo que el propio cliente sea el famoso solicitado, lo cual no es nada improbable, dada la categoría de estrellas... de uno y otro lado).

El recorrido sigue por Estocolmo, en el barrio Södermalm de la capital sueca. El Rival es un hotel trendy, decorado a la escandinava, sobriamente pero de manera alegre y colorida. Su dueño es Benny Andersson, el barbudo de Abba, para quien no sea entendido del conjunto pop más famoso de los años ’70. Es otro imperdible para acercarse un poco a las estrellas y lo mismo pasa en Gaia Retreat, en Brooklet, entre Brisbane y Sydney, sobre la costa pacífica australiana. Aquí la dueña es Olivia Newton John. Mientras tanto, en Dublín hay que alojarse en The Clarence, un hotel ecologista creado por Bono y The Edge (U2). Y la lista sigue con el Columbus Monaco del ex piloto de Fórmula Uno David Coulthard (Mónaco), el Villa Angela del cantante de los Simple Minds Jim Kerr (Taormina, Italia), el Fairmont Resort de André Agassi y Steffi Graf (Idaho, Estados Unidos), el Marley Resort de los herederos de Bob Marley (Nassau, Bahamas), The Big Sleep Hotel de John Malkovich (Eastbourne, sur de Inglaterra), el Costa d’Este Beach Resort de Gloria Estefan (Vero Beach en la Florida). Entre los precursores estuvieron también los cantantes de la familia Von Trapp, los de La novicia rebelde, que tienen una posada en Vermont, norte de Estados Unidos.

En cuanto al rústico Hotel Tetiaroa, que funcionó un tiempo sobre el atolón polinesio del mismo nombre que se regaló Marlon Brando, está a punto de ser reemplazado por un nuevo complejo. Los clientes ya pueden preparar sus reservas, porque la inauguración se espera para antes de fin de año. Se llama The Brando, como no podía ser de otra manera, y será el primero de los “celebrity hotels” a título póstumo. Porque, al fin y al cabo, “el show debe seguir”.

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