Lun 20.08.2012
turismo

SAN JUAN. BAJO EL DIáFANO CIELO DE BARREAL

De la calma a la aventura

En el sur de la provincia de San Juan, entre la precordillera y los Andes, Barreal es un pueblo apacible que ofrece numerosas atracciones turísticas, además de la cordialidad y calma hospitalaria de sus habitantes. La histórica posada El Mercedario es un buen punto de partida para explorar la región a pie, al volante o en velero terrestre.

› Por Marcela Fernandez Vidal

En Barreal, todo ser vivo es amable. Ni qué hablar la gente, pero también los animales. Barney, el gato de la Eco Posada El Mercedario, se sienta con nosotros a la mesa de la cena. Se acurruca sobre una de las sillas y como quien no quiere la cosa huele cada plato que llega. Dada su avidez, parece anticipar que la comida constituye un tesoro: de hecho ha sido elaborada con productos frescos, tales como la salsa con tomates de huerta o los ravioles de corte irregular que denotan su elaboración manual. Es que en Barreal, como en todo San Juan, todo todavía huele a lo que es. El tomate a tomate, la aceituna a aceituna, el pollo a pollo. Y en el desayuno igual. La leche huele a leche; los dulces, a sus frutas de origen; el café a café, y el pan, a pan recién salido del horno de barro ubicado a sólo unos metros de la cocina. Pero Barney no lo hace sólo por interés, de verdad parece apreciar la compañía humana y es amable con los huéspedes. También Homero y Boby, los perros; o Chanchi, la cerda, o Panzón, el caballo, tiran buena onda. Pero sin duda cada miembro de la posada parece responder al espíritu de hospitalidad y calidez que le imprime Lili, quien administra junto a su familia el hotel desde marzo de este año e invita a los recién llegados a hacer del lugar una casa colectiva. “Estás en tu casa”, es su frase predilecta, y el visitante tiene piedra libre para habitar cada ambiente de la posada según su ánimo, desde el escritorio a la huerta, incluso la cocina y también la maravillosa galería que mira hacia la plantación de árboles frutales.

El paisaje apacible de Barreal, un plácido rincón sanjuanino que sabe de naturaleza y de aventura.

AIRES SANJUANINOS El Mercedario se construyó en 1928 con adobe y hoy luce, refacción mediante, una fachada típica de las casas de los pueblos precordilleranos sanjuaninos. Declarado Sitio Histórico de San Juan, está cuidado al detalle como un lugar mágico, ideal para hacer base en este pueblo dominado por las nieves andinas cuyo cielo –diáfano como pocos– propició la instalación de dos observatorios astronómicos en el Parque Nacional El Leoncito, en las afueras de Barreal.

El pueblo pertenece al Departamento de Calingasta, en el sudeste de San Juan. Cautiva a sus visitantes la armonía de su paisaje y la cordialidad de los lugareños, lo mismo que sus calles de tierra trazadas entre senderos de álamos y provistas de acequias por donde corre, en época de deshielo, el agua de la cordillera. Mejor dicho, de esa porción de la cordillera por donde –vale la pena recalcarlo– pasó una de las principales expediciones del general San Martín, epopeya que se recrea todos los años (el “Cruce de los Andes”, que se realiza entre diciembre y marzo) y es otro atractivo turístico. Menos épicas, pero gratificantes por el reposo y el contacto con la naturaleza, desde la Eco Posada –a cargo de Lili, Seba, Cristina, Fabián y Naiara– se pueden encarar numerosas salidas: al Paseo de los Enamorados, al Museo Arqueológico, que exhibe dos momias halladas en la zona; caminatas y trekking, cabalgatas, ascenso a varios cerros, paseos en sulky, rafting, pesca, montañismo y safaris fotográficos. Y en la Pampa del Leoncito, el carrovelismo aprovechando el viento.

En las afueras del pueblo, hacia el norte, yendo a Villa Calingasta, se destaca el cerro Alcázar. A Calingasta se puede ir por la ruta 149 o en un desvío por la ruta provincial 406 para pasar por otro pueblito del lugar, Tamberías. Cualquiera de las dos opciones atraviesa otro punto panorámico importante, el del cerro Colorado. En la Villa, entre las sierras del Tontal y la Cordillera de los Andes, surcada por los ríos Los Patos y Castaño, sorprenderá el aire teñido del perfume de cultivos de hierbas aromáticas. Si, al contrario y a la inversa, se llega a Calingasta del norte, para después seguir a Barreal, el camino es impactante por la sinuosidad de su trazado entre las montañas precordilleranas.

Vistazo al comedor de la posada El Mercedario, escenario de una cuidada cocina casera.

Otra vez tomando como referencia a Barreal, hacia el oeste se yergue el refugio Los Morrillos, en la llamada Cordillera de Ansilta, con registros pictográficos en cuevas que datan de hace 8000 años y un paisaje impactante. Al sur está el Parque Nacional El Leoncito, con su arroyo y cascada El Rincón. En 1994 fue creada su Reserva Natural Estricta y en 2002 se erigió en Parque Nacional. Allí se llega saliendo de Barreal por la ruta 149 que lleva a Uspallata, Mendoza, y tiene una extensión de casi 90.000 hectáreas, con alturas que van de los 2000 a los 4400 metros sobre el nivel del mar.

El parque es un ambiente de ecoturismo por excelencia. Hacia la cordillera están la Pampa del Leoncito, la planicie donde se practica el carrovelismo, el paraje Las Hornillas, la Laguna Blanca, el Valle del Colorado y los accesos a los pasos andinos. Y hacia el este están los dos observatorios astronómicos del Parque, que se visitan de mañana, de tarde y, si el viento y el cielo lo permiten, de noche. Son el Observatorio Astronómico El Leoncito (Casleo) y la Estación Astronómica Doctor Carlos Cesco. Vale la pena mencionar que la ruta para acceder a cualquiera de ellos permite una vista panorámica privilegiada de una buena porción de la cordillera y del Parque Nacional. El ascenso por un sinuoso camino de ripio pone a prueba la habilidad del aventurero al frente del volante. Pero todo esfuerzo se ve infinitamente compensado al llegar a la zona más alta y poder, desde allí, disfrutar de un paisaje subyugante y la profundidad del silencio.

En las horas del atardecer, cuando se empieza a emprender el regreso del paseo o la excursión y cuando el sol sanjuanino raya el cielo con sus últimos resplandores, no hay como un reparador descanso y una cena en alguno de los “comedores”, como llaman a los restaurantes del pueblo. Sin duda, al final de la jornada predomina la sensación de que ninguna construcción humana puede superar la que el tiempo y los fenómenos atmosféricos han levantado con una maestría admirable. Es tiempo de entregarse al sueño bajo ese cielo diáfano y estrellado, en alguna de las posadas o cabañas de Barreal.

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