AMERICA LATINA. PLAYAS DE CUBA, NICARAGUA, VENEZUELA Y BRASIL
Praia da Pipa, Porto de Galinhas y Jericoacoara en Brasil; el Parque Nacional Morrocoy en Venezuela; los cayos de Cuba y Playa Coco en Nicaragua: todos destinos donde la temporada estival se vive en castellano o portuñol, para disfrutar del mar que hermana las arenas latinoamericanas.
› Por Julián Varsavsky
Con las vacaciones de verano en puerta, la gran novedad para las agencias de viajes en esta temporada es que los clientes se inclinan más que nunca por los paquetes armados y no por el viaje independiente. La razón es que de esa forma se aseguran tener la gran mayoría de los gastos del viaje al cambio oficial. Las agencias mayoristas –especialmente en el caso de Brasil– han hecho acuerdos directos con restaurantes para pagar por adelantado incluso las comidas fuera de los hoteles. Como resultado, sin dólar blue en el medio, los precios en las playas brasileñas terminan por resultar similares a los de la Argentina. Para quienes busquen horizontes más lejanos, la venta de paquetes a Cuba está muy avanzada, con varios vuelos charter programados especialmente para la temporada. Lo más novedoso en viajes a Cuba es la consolidación del vuelo directo desde Buenos Aires al Cayo Santa María por Cubana de Aviación –inaugurado el año pasado– que parte todos los sábados de enero, febrero y marzo, achicando los tiempos de viaje y los costos al evitar el traslado terrestre a la playa.
Pero también hay otros destinos alternativos que tener en cuenta, como las arenas del Parque Nacional Morrocoy en Venezuela y Playa Coco en Nicaragua. A continuación, un informe con diferentes opciones playeras para esta temporada.
PLAYA NICA Playa Coco –ubicada en la costa del Pacífico en Nicaragua, a 155 kilómetros de Managua– tiene una historia muy singular: pertenecía a un terrateniente y fue confiscada por la revolución sandinista para ser otorgada a una cooperativa de pescadores. Años más tarde la cooperativa decidió vender esas tierras y las compró un austríaco llamado Sigmund Kripp, que había llegado al país en los ‘80 para colaborar en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, donde recuperaba niños drogadictos que vivían en la calle. Sigmund adoptó a dos de esos niños y se quedó a vivir en Nicaragua, donde creó desde cero el emprendimiento turístico Playa Coco.
En los terrenos boscosos junto al mar, Sigmund hizo abrir unas calles con tendido eléctrico y vendió lotes de 800 metros cuadrados para construir 24 casas –ni una más– con reglas muy cuidadosas del entorno: no se puede tirar árboles, colocar muros ni levantar casas de más de dos pisos. Una parte de las casas tiene dueños particulares (la legendaria guerrillera Ana María Trellez es uno de ellos) y otras se alquilan a turistas a precios bastante accesibles al cambio argentino. Las casas de alquiler tienen Internet y acceso a una piscina a la sombra de los árboles. Su público incluye europeos que viajan desde sus países exclusivamente a disfrutar de esta playa, donde a veces se quedan por largas temporadas.
Playa Coco está en una bahía encerrada entre dos farallones de piedra y tiene un restaurante donde un pargo rojo con papas cuesta 14 dólares y un plato de camarones a la plancha 18 dólares. Desde esta playa se visita otra llamada Las Flores, que es un refugio de vida silvestre para preservar la vida de 1.400.000 tortugas que nacen allí cada año.
CAYITOS CHEVERES El Parque Nacional Morrocoy es un archipiélago de islas y cayos donde están las mejores playas de Venezuela (las otras equiparables son las del exclusivísimo archipiélago de Los Roques).
Las playas de Morrocoy se visitan desde la ciudad costera de Chichiriviche, en el estado Falcón, donde se encuentra el hotel de la empresa estatal de turismo Venetur. Este hotel tiene habitaciones estándar y superior, discoteca, servicio de animación y canchas de tenis, y trabaja con la modalidad all inclusive. Su servicio de transporte por agua desde el muelle propio lleva a los huéspedes al Cayo Boca Seca, donde el hotel tiene un restaurante. También se puede negociar con algún lanchero un plan para visitar un cayo distinto cada día.
Los venezolanos utilizan Morrocoy como destino de fin de semana al que llegan desde gran parte del país en pocas horas de auto (cuatro desde Caracas). Y para los extranjeros, la gracia está en quedarse una semana y dedicarse a recorrer los cayos.
El sector más original del parque es conocido como Los Juanes o La Piscina. Allí los lancheros acercan a los turistas hasta una zona rodeada de inaccesibles manglares, donde anclan las embarcaciones para que la gente se tire al agua en medio del mar, que les llega apenas hasta la cintura. Lo curioso es que aquí no hay playas ni tierra firme, y se forma una especie de piscina natural con el agua muy caliente debido a la escasa profundidad y la falta de oleaje.
El ambiente de la piscina es de lo más festivo. Las lanchas privadas compiten a ver quién pone la salsa y el reggaetón más fuerte, mientras entre la gente pasan vendedores ambulantes de artesanías impulsando con la mano sus puestitos flotantes. Desde algunas embarcaciones se ofrecen porciones calientes de paella, cazuela de mariscos y hasta langostas, que se pueden pagar con tarjeta de crédito, aun en medio del mar (la tarjeta de crédito se puede mojar, los billetes no). También hay botes más sofisticados donde se venden ostras y diversas clases de moluscos infalibles, según los venezolanos, cuyos nombres lo dicen todo: “vuelve la vida”, “siete potencias” y “levanta muertos”.
Uno de los cayos más visitados es El Sombrero, flanqueado por arrecifes coralinos que detienen las corrientes marinas. Por eso sus aguas son calmas y cristalinas, pobladas de peces de colores que se observan a simple vista con una máscara para hacer snorkeling (hay empresas que ofrecen servicios de buceo).
El lugar más visitado del parque es el cayo Sal, el más extenso. En su interior hay una gran salina, un restaurante, baños, un palmeral con generosa sombra y se ofrece alquiler de sillas y toldos. La isla Paiclás es la ideal para ir con niños, ya que en sus balnearios las aguas se van haciendo profundas muy de a poco. La de Pescadores, por su parte, es la isla más lejana y por lo tanto la menos concurrida, algo muy valorado en los fines de semana. Aunque como contrapartida carece de todo servicio.
AREIAS DO BRASIL El estado de Ceará, en el nordeste del país, encierra una región de kilométricas dunas que conforman un desierto junto al mar. En sus costas hay pueblitos de pescadores como Jericoacoara, que por su difícil acceso ha mantenido el raro encanto de lo virgen e intocado. Se accede desde Fortaleza, capital del estado, a través de un cansador viaje por caminos que atraviesan dunas y pueblitos costeros que parecen calcados uno del otro. Pero es un justo precio para llegar a Jericoacoara, un oasis en medio del desierto que sigue siendo una auténtica aldea de pescadores nordestinos con calles de arena y modestas casas con tejas rojas. Por sus calles revolotean las gallinas y el medio de transporte por excelencia son los tropicales buggies, que junto con las 4x4 son los únicos vehículos que pueden atravesar las dunas.
Una playa a la que se llega de una manera más clásica –avión y auto por carretera de asfalto– es la también nordestina Praia da Pipa, en el estado de Rio Grande do Norte. Allí la vida transcurre también al ritmo de la de los pescadores que proveen la pesca del día a los restaurantes. Hace unos 20 años Pipa era un pueblito desconocido que apenas figuraba en los mapas provinciales, hasta que llegó un surfer y descubrió la combinación perfecta de un paraíso perdido entre la vegetación con una playa de grandes olas. Detrás vinieron sus amigos; luego los amigos de los amigos; hasta que apareció la primera posada y otras le fueron siguiendo los pasos... y ahora Pipa es una de las playas más comentadas de Brasil, con lujosas posadas que no pierden el encanto de lo pequeño a la sombra de la mata atlántica.
Pipa está de moda y en constante cambio, con un público que va desde hippies chic hasta millonarios que llegan en helicóptero a los más refinados spas. A un paso, hay también hostels para mochileros y posadas sencillas más accesibles, siempre con la infaltable hamaca en el porche.
Sesenta kilómetros al sur de Recife, en el estado de Pernambuco, en otro pueblito costero llamado Porto de Galinhas, están algunas de las playas más famosas de Brasil.
Lo singular son las aguas increíblemente calmas como en el Caribe, con piscinas naturales donde se puede hacer snorkeling entre peces de colores a unos 100 metros de la costa. Hasta allí se puede llegar nadando, ya que la profundidad máxima no supera el metro y medio. Sin embargo, la mayoría llega en jangadas, una suerte de balsas con una vela esencialmente decorativa, ya que en realidad avanzan gracias a los remos que se apoyan en el fondo del mar como una pértiga.
A LA CUBANA Ir a Cuba nada más que a la playa –dejando de lado su historia rebelde, su cultura y su arquitectura colonial– es casi como no haber ido a la isla. Pero saltearse la playa en la mayor de las Antillas, donde están algunas de las más lindas del mundo, equivale a la misma falta. Se podrá elegir entre un viaje con mucha o poca playa, pero el gusto de recostarse en una hamaca entre dos palmeras frente a un mar azulísimo, con un mojito a mano, hay que dárselo.
A la hora de elegir, Varadero es la playa clásica no muy lejos de La Habana, con muchos grandes hoteles y vida nocturna entre discotecas y restaurantes gourmet. Entre los cayos, el clásico y pionero es Cayo Largo, que sigue siendo uno de los más vírgenes. Pero hay otros por toda la isla con opciones diferentes, desde el lujo de un hotel “cinco estrellas superior” en el Cayo Santa María, hasta los adorables bungalows frente al mar en Cayo Las Brujas.
Para quienes gustan de los lugares “que no conoce nadie”, en la costa norte de Cuba (en la provincia de Villa Clara, sobre el Atlántico), hay tres cayos relativamente nuevos llamados Santa María, Ensenachos y Las Brujas. Están a 30 kilómetros de la isla grande y se llega mediante un pedraplén de 40 kilómetros. Esta ruta conecta los cayos entre sí y tiene 46 puentes que cruzan la Bahía de Buenavista, declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco. El viaje hasta los cayos por el pedraplén, desde el pueblito de pescadores de Caibarién, ya es un paseo increíble entre aguas turquesa con toda clase de aves marinas revoloteando alrededor. Y a lo lejos se ven varios de los Cayos de la Herradura, que suman más de 500 desperdigados en un área natural de 1300 kilómetros cuadrados, surcados por los canales de un laberinto de islotes cercanos a la ruta donde Ernest Hemingway perseguía submarinos nazis, otrora refugio de corsarios y piratas.
El primero es el Cayo Las Brujas, con su formidable playa de dos kilómetros que se extiende en el litoral norte y alberga al único hotel de este islote, un complejo de 24 cabañas de madera, uno de los mejores de Cuba. Además de un descanso intimista, la playa del Cayo Las Brujas es ideal para los amantes del buceo, la pesca y la navegación, aprovechando las instalaciones de la Marina Gaviota.
Siguiendo el curso del pedraplén se llega al Cayo Ensenachos, un antiguo asentamiento indígena con forma de herradura y con las mejores playas del archipiélago, llamadas El Megano y Ensenachos. Aquí también hay cuatro hoteles, incluyendo cinco estrellas de 500 habitaciones con vista al mar, rodeado de cocoteros, palmas de corojo y floridas buganvillas.
El tercer cayo que aparece al final de “la carretera de las aguas” es el Santa María, el mayor de todos, con 14 kilómetros de largo y dos de ancho. Es también el más visitado, ya que tiene seis hoteles y diez kilómetros de playa. Ubicado 45 kilómetros mar adentro, sus playas tienen un poco más de oleaje que las de otros cayos y se practican en ellas actividades acuáticas. Además hay 24 sitios de inmersión para buceadores.
Desde cualquiera de los tres cayos se suele visitar Remedios, un pueblo con un casco colonial famoso por sus “parrandas navideñas”; la ciudad de Santa Clara, donde está el mausoleo del Che, y Trinidad, un pueblito que permaneció detenido en el tiempo desde la época de la colonia.
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