Domingo, 20 de enero de 2013 | Hoy
ESCANDINAVIA. ANTIGUOS MéTODOS DE NAVEGACIóN
Un descubrimiento tan sencillo como la observación de la luz a través de un cristal permitió a los escandinavos orientarse y viajar por todo el Atlántico durante la Edad Media, convirtiéndose en los primeros exploradores y colonos europeos en América. Las sagas cuentan sus hazañas en el mar y los científicos comprueban hoy la riqueza de sus hallazgos.
Por Graciela Cutuli
Sin mapas, con corrientes marinas adversas y a bordo de barcos preparados para bordear costas más que para cruzar océanos, los vikingos realizaron la mayor hazaña humana del Medioevo. Salieron de sus tierras frías y confinadas en el norte de Europa, exploraron y colonizaron todo el Atlántico Norte y llegaron a América varios siglos antes de Colón. Estos viajes –desde la llegada a Islandia y el “golpe de marketing” de Groenlandia hasta el encuentro con los pieles rojas– fueron consignados con minuciosidad en las sagas que relataban las hazañas de los grandes héroes vikingos. Cuando el furor de estos aventureros no era más que un lejano eco en una Europa centrada sobre sus propias guerras internas, aquellos relatos fueron copiados y vueltos a copiar en las granjas e iglesias de Islandia, desde donde llegaron hasta nosotros.
Cuentan los detalles de estas expediciones que eran a la vez militares y comerciales, según la ocasión y el lugar adonde llegaran. Pero nunca develaron del todo uno de los misterios que más tinta hicieron correr de las plumas de los historiadores especializados. ¿Cómo hacían para orientarse en las inmensidades oscuras y tormentosas del Atlántico Norte? En términos de hoy: ¿cuál era el secreto del GPS de los vikingos?
LA PIEDRA DEL SOL La Völsungasaga o Saga de los Völsungar fue escrita durante el siglo XIII. Como las demás, se venía transmitiendo oralmente de generación en generación hasta ser consignada sobre pergaminos de piel de ovejas en la remota Islandia. Su personaje principal es Sigurd –Sigurdur, para los islandeses–, el mismo que encontramos siglos más tarde en las obras de Wagner, William Morris y Tolkien.
Uno de los fragmentos de esta historia llamó desde siempre la atención de los investigadores, historiadores y fanáticos de los vikingos. Es cuando Sigurdur utiliza su “sólarsteinn”, literalmente Piedra de Sol, durante un día de nubes y nieve. Era imposible guiarse a partir del sol, la luna o las estrellas bajo un cielo totalmente blanco, como si fuera una inmensa caja forrada de algodón. Sigurdur tomó entonces su piedra y miró el cielo para adivinar a través de ella de dónde venía la luz. Así pudo estimar la posición de un sol totalmente invisible... ¿Era ése el GPS de los vikingos? ¿Así podían orientarse sobre mares donde el verano no conocía la noche y el invierno no conocía el día?
Entre los siglos X y XIII los vikingos fueron los maestros indiscutidos del Atlántico, pero también del Báltico y del Artico. También se aventuraron con éxito en el Mediterráneo y por los ríos de Rusia hasta el Mar Negro. Lo debían a sus barcos, que la historia retuvo bajo el nombre de drakkar (un derivado de “dragón”, en alusión a los horribles mascarones de proa que tallaban), a su espíritu aventurero y a una necesidad de encontrar más terrenos para su población en franco crecimiento. Pero si llegaron por casualidad a las costas de las Shetland, de las Orcadas, de las Feroe y de Islandia, cabe preguntarse cómo podían volver sin tener ningún mapa, si no fuera por ese peculiar sistema de orientación que habían logrado inventar: la Piedra de Sol. Este heliolito, como lo llaman los científicos, era sin duda turmalina o cordierita, dos cristales muy comunes en Escandinavia, o espato de Islandia, más corriente aún.
Sigurdur, como los demás pilotos vikingos, sabía mirar a través de estos cristales para detectar la posición del sol, incluso durante los días del tiempo más detestable... es decir, buena parte del año en el Atlántico Norte.
VERDE PERO NO TANTO Para simplificarlo (como para que lo entendieran aquellos vikingos, por ejemplo), la luz del sol es un conjunto de ondas que oscilan en todas direcciones, como si fueran serpentinas arrojadas en una fiesta. Pero cuando entran en la atmósfera terrestre, estas ondulaciones oscilan sobre un solo plano. Es lo que los científicos llaman “luz polarizada”. La Piedra de Sol funciona como un filtro de estas ondas luminosas: cuando se la orienta en el ángulo correcto, deja pasar las oscilaciones y parece volverse luminosa. Si no, las bloquea y permanece opaca. Luego de años y años de práctica, era un juego de niños para los vikingos orientar sus cristales en la dirección correcta para detectar la posición del sol y deducir la ubicación del norte, incluso durante los días de intensa neblina. Así podían viajar entre Noruega e Islandia, como lo hicieron a lo largo de varios siglos, y tal como está consignado en las sagas.
Así pudieron llegar y volver a una gran tierra que descubrieron más al oeste de sus dominios. En el remoto 982 el vikingo Eric el Rojo fue el primero en explorar y colonizar este nuevo territorio: y si bien estaba principalmente cubierto de nieve y de glaciares, para atraer candidatos a la emigración el avezado navegante bautizó este nuevo país con el nombre de Groenlandia, la Tierra Verde, un apelativo promisorio de praderas y bosques. Fue de algún modo el primer truco de marketing de la historia, aunque sin duda los historiadores saben que en torno del año 1000 el clima estaba en una fase más benigna que en los siglos siguientes y era posible conseguir pasturas en las costas groenlandesas.
Siempre con su Piedra de Sol en mano, Leifur –el hijo de Eric el Rojo– navegó más al oeste y llegó hasta una tierra poblada de habitantes que llamó Skrælingar, “gente esquelética”. Fueron los primeros europeos en llegar a América del Norte, y colonizaron algún tiempo territorios que nombraron Helluland (la Tierra de las Piedras Llanas, la Tierra de Baffin actual), Markland (la Tierra de los Bosques, Labrador) y Straumfjördr, un fiordo de la actual Terra Nova. También llegaron hasta Vinland, la tierra fértil, que los especialistas de las sagas ubican en las costas de Nueva Escocia.
DEL DRAKKAR AL AVION De las sagas a la realidad científica, y de la poética Piedra del Sol a los cristales polarizados, hubo un largo camino: fue recién en 1967 cuando un arqueólogo danés, Torkild Ramskou, estableció el vínculo entre los escritos medievales y las propiedades de la turmalina y la cordierita. Realizó experimentos para demostrar que los vikingos habían aprendido a polarizar la luz para orientarse sobre el mar durante los días nublados o de tremendas tormentas... y confirmó que, sin ser vikingos, algunos insectos como las abejas utilizan el mismo procedimiento para orientarse los días sin sol, como lo demostró el científico Karl von Frisch en 1949.
De las sagas a las teorías de Ramskou quedaba un etapa más todavía. La comprobación sobre el terreno, que fue realizada recién hace unos años por el investigador húngaro en óptica Gábor Horváth y su colega sueca Suzanne Åkesson. Ambos estudiaron la polarización de la luz a través de aquellos cristales durante varias expediciones efectuadas entre 2001 y 2007 en el norte de Europa, bajo climas y cielos adversos. Y pudieron demostrar que este método de orientación es bastante fiable y exitoso la mayor parte de las veces, aunque no cuando el cielo está realmente muy tapado de nubes.
No son los pilotos de la fuerza aérea estadounidense quienes dirían lo contrario: sus aviones ya estaban equipados con un instrumento de navegación aérea a base de cristales que podían orientar el vuelo según la polarización de la luz solar. El mismo equipo fue utilizado por la compañía escandinava SAS en aquellos años para sus vuelos por todo el norte de Europa.
Los GPS no tardarían en hacer irrupción en la vida de los marineros, los pilotos de avión y luego los automovilistas de todo el mundo. Ya no hace falta orientar entre los dedos un pedazo de cristal para poder ubicar el sol detrás de las nubes: pero el invento de los vikingos, que no conocían la brújula ni hacían mapas detallados de los mares donde se aventuraban, les permitió dominar todo el Atlántico Norte durante varios siglos y convertirse en navegantes de leyenda cuyas hazañas son recordadas hasta el día de hoy. Aunque hay además otras sagas y otros arqueólogos que no les restan importancia a otros métodos, como el vuelo de los pájaros, las rutas migratorias de las ballenas y muchas otras observaciones de la naturaleza, empezando por las nubes que siempre se forman sobre islas o tierras emergidas y se pueden ver a lo lejos sobre el horizonte.
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