Dom 12.05.2013
turismo

GRAN BRETAñA. UN PASEO CON ESCRITORES

Londres con todas las letras

El Londres literario es habitualmente el de Dickens y Sherlock Holmes. Pero la ciudad es tan grande y versátil, tan tradicional y a la vez tan innovadora, que generó miles de obras e inspiró a generaciones de autores: en este paseo, algunas alternativas para conocer Londres pasando del papel directamente a las calles.

› Por Graciela Cutuli

El imperio británico ya no existe, pero Londres sigue siendo la capital de un imperio literario, extendido a lo largo del tiempo y el espacio, siguiendo la línea invisible que une el Támesis con los variopintos barrios de la otrora flemática capital. London Town se visita como si fuera una novela, un poco como si cada uno eligiera “su propia aventura”, en una historia que es a la vez romántica, realista o de suspenso. Una multitud de lugares –a veces, pero no siempre, señalados con placas redondas y azules en las fachadas– forman los escenarios de esta narración atrapante. Algunos son casas de escritores, otros locaciones de novelas, pubs y hasta jardines vinculados con una obra, una poesía o un personaje. Como si el lector desandara las páginas de London, la larguísima novela histórica de Edward Rutherford donde la ciudad es a la vez protagonista y escenario.

Cuando se habla de turismo literario en Londres, se piensa sin duda en el teatro The Globe, vinculado a la obra de Shakespeare; en la casa-museo de Charles Dickens, la única que queda en pie entre todas las que habitó y donde se conservan objetos y manuscritos que le pertenecieron; en la casa imaginaria de Sherlock Holmes, en el 221B de Baker Street, una de las direcciones más famosas de Londres, o en los jardines de Kensington, donde está la estatua de Peter Pan, el niño que nunca creció y maravilló a generaciones de chicos de todo el mundo. Pero hay mucho más para ver en este Written London, apodo que bien podría hacer de contrapeso al Swinging London que sigue los pasos de los lugares míticos de la música pop y el psicodélico diseño de los ‘60.

El tiempo pasa y la “tiendita de antigüedades” –el Old Curiosity Shop– permanece, con su aire medieval, en el siglo XXI.

LETRAS Y LUGARES La novelista de policiales Cathi Unsworth describe así la ciudad donde vive y escribe: “El oeste es bohemio, el este icónico, el norte melancólico y el sur salvaje”. Todos los ingredientes necesarios para generar buenas historias: y no serán Charles Dickens, Martin Amis, Jonathan Coe, Zadie Smith, Evelyn Waugh ni Virginia Woolf quienes lo vayan a desmentir.

La visita puede ser clásica para los que quieran sumergirse en las letras de los siglos pasados, o moderna para los que siguen las obras de autores contemporáneos, pero sobre todo puede ser insólita, si incluye lugares como la Senate House, una construcción de aspecto soviético que es el centro administrativo de la Universidad de Londres e inspiró a George Orwell su Ministerio de la Verdad en la novela 1984.

Si la opción es remontar el tiempo, hay que seguir el curso del Támesis y quedarse en el centro histórico para llegar hasta el siglo XIV, cuando Geoffrey Chaucer trabajaba como verificador en las aduanas del puerto de Londres. Este empleo tranquilo y seguro le dio tiempo y libertad para componer la primera obra poética en inglés, los Cuentos de Canterbury. Actualmente el puerto de Londres es interminable y llega hasta el Mar del Norte, pero durante el Medioevo –si bien era ya uno de los principales de Europa– concentraba sus muelles a orillas del Támesis, en lo que es hoy el corazón de la ciudad.

Nuevo salto de siglos para llegar a Keats, otro poeta cuya figura perdura en las calles de Londres. Moorgate 85 se considera como su casa natal y hoy es un bar que lo recuerda desde el nombre: Keat at the Globe. El padre del poeta trabajaba en este mismo lugar, que a principios del siglo XX era un albergue. Pero sus admiradores se dan cita en torno de las mesas del Ye Olde Cheshire Cheese, un pub de la City al que habrá que volver, siguiendo otras páginas. También se pueden rastrear sus pasos en su casa-museo del barrio de Hampstead, o participar en las visitas guiadas temáticas sobre su vida y su obra organizadas regularmente por la ciudad de Londres.

En el paseo que lleva del Londres medieval al romántico se pasa a la ciudad victoriana, capital imperial. Dickens, Wilde, Conan Doyle, Jerome K. Jerome, Bram Stoker y muchos otros dejaron obras que pueden servir de “guía turística” para volver a encontrar el Londres de aquellos tiempos, escondido detrás del actual, con sus museos, sus casas, sus itinerarios o referencias a lugares reales. Como el negocito “The Old Curiosity Shop” (14 Portsmouth Street), el más antiguo del centro londinense, que permite atisbar cómo era la Londres medieval antes del incendio de 1666. Charles Dickens la inmortalizó en su novela La tiendita de antigüedades, que lanzó su carrera como autor popular. Cuando se pasa la puerta bajita del local, de dimensiones mínimas, se camina sobre siglos de historia, entre maderas crujientes y brillantes por millones de pasos. Unico detalle: no hay que ir en busca de antigüedades u objetos de colección, porque hoy es el negocio de un zapatero que confecciona calzado a medida.

Ye Olde Cheshire Cheese, un pub con ecos de Keats, Conan Doyle, Yeats y Mark Twain.

FICCION Y REALIDAD Mientras tanto Londres sigue inspirando a los autores de hoy. La lista es larga, pero se puede nuevamente seguir el Támesis y salir de los barrios turísticos para llegar hasta la central de Battersea con Ordinary Thunderstorms, de William Boyd, que relata las andanzas de un hombre que se convierte en marginal. Se puede conocer Fitzrovia y el centro londinense tras los pasos de Henry Perowne a lo largo de un día –el Sábado de la novela- que se transforma en pesadilla, pero que Ian McEwan relata con una precisión de guía turística. Aquí mismo vivió el escritor, pero Fitzrovia también fue mencionado en la Feria de vanidades de Tha-ckeray y fue elegido como locación para una producción de la BBC sobre la Emma de Jane Austen. Algunos nombres entre muchos más, porque los distintos barrios podrían armar itinerarios propios para los lectores de Jonathan Coe, Zadie Smith, Hanif Kureishi o Martin Amis, que retratan cada una de las múltiples facetas humanas de las distintas zonas de Londres y sus suburbios.

Quien no tenga alguno de estos libros a mano podrá ir a buscarlos en Hatchards, la librería más antigua de Londres. Se encuentra en Westminster, sobre Picadilly, y ciertamente podría haber inspirado la tienda del Callejón Diagonal donde Harry Potter y los demás alumnos de Hogwarts compraban sus libros de textos. Hatchards fue fundada por John Hatchards en 1797 y sigue estando en el mismo sitio que tenía el día de su apertura. Es toda una experiencia cruzar la puerta bajo las armas del demodé imperio británico para entrar en un mundo de silencio, de murmullos, de dedos que recorren estantes y de susurradas lecturas de contratapas. La librería tiene cinco pisos y algunos sectores especializados que atraen a coleccionistas de todo el mundo: por ejemplo, es el lugar mejor surtido de todo Londres en biografías y libros sobre Winston Churchill. Otra especialidad de Hatchards: la venta de libros con autógrafos de sus autores. Es para quien no tuvo la suerte de estar durante las numerosas sesiones de firmas que se organizan aquí a lo largo de todo el año. O para quien no pudo estar el último jueves de noviembre, cuando Hatchards organiza su tradicional Hatchards Christmas Customer Evening.

A poca distancia, la cadena Waterstone’s, que vende libros en varios países europeos, tiene su negocio insignia también sobre Picadilly. Los vendedores dicen con orgullo que se trata de la librería más grande de Europa. Y no hay que rogarles mucho para que sigan contando que hay 150.000 títulos en stock y 13 kilómetros de estanterías. Es una especie de laberinto vertical de góndolas, bibliotecas y exhibidores sobre ocho pisos, un lugar para perderse en un mar de letras.

Y si ya hemos pasado por el pub Ye Olde Cheshire Cheese siguiendo las huellas de Keats, los paseos literarios lo vuelven a poner sobre el camino, porque muchos autores los frecuentaron a lo largo de sus casi cinco siglos de existencia: es el establecimiento más antiguo de toda la ciudad y existe desde 1538. Como no podía ser de otro modo, conserva el aspecto medieval, más todavía en el interior que en la fachada, con su penumbra, el techo bajo y las paredes rústicas. En invierno un gran fuego arde en la chimenea, como durante los crudos inviernos del cuento navideño de Dickens. El pub fue destruido durante el incendio de 1666, pero su estructura de piedra permitió reconstruirlo idéntico un año después, en el mismo emplazamiento: un callejón sobre Fleet Street. Y vale recordar que Dickens no fue el único habitué del “viejo queso del Cheshire”: también lo fueron Mark Twain, Arthur Conan Doyle y William Yeats.

Rules es otro lugar histórico que vio acudir generaciones de autores, aunque “sólo” tiene 215 años... Fue abierto en 1798 y recibió a lo largo del tiempo a H. G. Wells, Graham Greene, John Le Carré y Evelyn Waugh, que lo describió en algunas de sus novelas.

Finalmente este paseo por el Londres literario menos clásico termina con un clásico, archiclásico. Es una visita al St Martin’s Theatre, en el West End, que debe su fama y renombre a una sola obra: una pieza de Agatha Christie que se presenta sin interrupciones desde 1952. El telón se levantó sobre la interpretación unas 23.000 veces en el mismo lugar. Un record absoluto que atrae también a muchos turistas de paso por la ciudad, deseosos de descubrir el raro secreto detrás de The Mousetrap.

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