URUGUAY. EL MUSEO DEL CLUB ATLéTICO PEñAROL
Un museo lleno de nostalgia recuerda las páginas de gloria del mayor equipo uruguayo y las hazañas de los cracks Fernando Morena, Alberto Spencer y Obdulio Varela. Botines y camisetas como reliquias, videos, cinco Copas Libertadores y tres Intercontinentales, para recorrer más de un siglo de victorias y derrotas de uno de los clubes más exitosos de la historia del fútbol.
› Por Julián Varsavsky
Fotos de Julian Varsavsky
“Peñarol fue el mejor equipo del siglo XX en Sudamérica”, dice Rodrigo Misa, hincha y editor del portal futbolero Padre y Decano, asegurando que no lo dice él sino la Federación de Historia y Estadísticas del Fútbol (IFFHS, con sede en Bonn), ya que una investigación del año 2009 le dio a su equipo el primer lugar como ganador de competencias sudamericanas, por encima de Independiente de Avellaneda y Nacional de Montevideo.
El trofeo otorgado por la IFFHS al “Club del siglo de América del Sur” se exhibe en el Museo del Club Atlético Peñarol en el montevideano barrio Cordón, junto con sus cinco Copas Libertadores y tres Intercontinentales. Allí hay rincones con algo de santuario, con las correspondientes reliquias de los grandes ídolos de esta institución fundada inicialmente el 28 de septiembre de 1891 para la recreación de los trabajadores de la empresa ferroviaria inglesa. En sus comienzos se jugaba cricket y rugby y en 1892 comenzó la práctica del fútbol.
El ídolo máximo de Peñarol es quizá Fernando Morena, quien debutó en el equipo en 1973. En una venerada vitrina hay una camiseta suya, un par de botines, trofeos y una foto (en el documental Manyas, la película varios fanáticos aseguran con aparente seriedad que ser hincha de Peñarol es una religión con el estadio Centenario como catedral, y está el que le reza al equipo en un santuario aurinegro).
Quien visite el museo con un teléfono inteligente podrá leer un código QR en la vitrina de Fernando Morena y ver el video de algunas de las hazañas del mayor goleador de la historia del club (440 goles), como la del 16 de julio de 1978 ante Huracán Buceo. Aquel día restaban dos fechas para la finalización del campeonato nacional y le faltaban a Morena seis goles para superar su propio record de 34 en un mismo campeonato. Pero un solo partido le bastó: hizo siete y hasta se dio el lujo de errar un penal. Además batió un segundo record porque ningún jugador en la historia del campeonato uruguayo había hecho siete goles en un partido.
En otro sector del museo se exhibe un diploma de la “Operación Retorno Fernando Morena”. Esta especie de cruzada futbolera ocurrió a raíz de que la Copa Libertadores de 1980 fue ganada por Nacional de Montevideo y no por Peñarol. Tamaña deshonra era para los hinchas de Peñarol consecuencia de haber vendido a Europa a su ídolo máximo. Así comenzó la venta de un bono contribución –bajo el lema “A Morena lo traemos todos”– para comprar la cláusula del pase del goleador al Valencia de España.
Una vez juntado el millón de dólares que se necesitaba, Morena regresó al club de sus amores y miles de hinchas lo fueron a buscar al aeropuerto de Carrasco. Ese día el crack declaró: “De haber sabido que me querían tanto, nunca me hubiera ido de Peñarol”. El equipo salió campeón nacional y al año siguiente volvió a ganar la Copa Libertadores en una final contra Cobreloa de Chile, con un gol de Fernando Morena en el minuto final. Además le ganaron la Copa Intercontinental al Aston Villa de Inglaterra.
LA MAQUINA DEL ’49 Entre los hinchas de Peñarol hay acuerdo absoluto en que el mejor equipo que tuvieron en su historia fue La Máquina del ’49, que a su vez aportó nueve jugadores a la selección nacional del legendario Maracanazo de 1950. En esa ocasión le ganaron la final del Mundial de Fútbol a Brasil. En la vitrina de la gloriosa “máquina” hay una camiseta de Obdulio Varela –capitán de Peñarol y de la selección campeona del mundo– y una gran foto en blanco y negro de los jugadores, incluyendo a Alcides Ghiggia (autor del gol de la victoria en el Mundial), Juan Schiaffino y el arquero Roque Máspoli. El 2-1 histórico en el Maracaná se revive también en video, siempre con un teléfono inteligente.
Una foto –y otro videíto que baja del cielo por Internet– evocan el episodio del Clásico de la Fuga, cuando el 9 de octubre de 1949 Peñarol enfrentaba a Nacional sobre el final de una campaña perfecta, habiendo goleado en todos los partidos. Si ganaba, Peñarol era campeón. Y ganaba 1-0 sobre el final del primer tiempo, cuando le cobraron un penal a favor que generó protestas entre los jugadores de Nacional y uno fue expulsado. El arquero de Nacional rechazó el disparo pero en el rebote Vidal remató el gol, aunque fue acusado de ingresar al área antes de tiempo. Hubo nuevas quejas, un jugador de Nacional le tiró barro en la cara al juez y le sacaron la roja.
Al momento de comenzar el segundo tiempo, Nacional no salió de los vestuarios –ofendidos según ellos, por miedo a una goleada para los otros– y el juez dio por terminado el partido, que pasaría a la historia como el Clásico de la Fuga. Peñarol dio la vuelta olímpica.
La foto del ecuatoriano Alberto Spencer reluce en otra vitrina con algo de santuario y una frase que reza: “El más grande goleador de la historia de la Copa Libertadores de América”. Este mulato era casi un desconocido cuando llegó al equipo en 1959. Pero en diferentes ediciones de la Copa Libertadores metió 54 goles, en un tiempo en que el torneo tenía muchos menos partidos que ahora.
HISTORIAS FUTBOLERAS Los hinchas de Peñarol son reconocidos mundialmente por su pasión, fidelidad y espíritu de sacrificio. Muchos se casan con la camiseta debajo del traje, a otros se la ponen como camisoncito al nacer y luego piden que les incluyan la bandera en su tumba. Y hay quienes se tatúan una jeringa en el brazo, sacándose sangre aurinegra. Una frase a la entrada del museo, tomada del acta fundacional del club, dice: “Serás eterno como el tiempo y florecerás en cada primavera”.
Tito Sanbomba es uno de esos fanáticos legendarios, un anciano lustrabotas que hizo una colecta para sí mismo en 1961 para poder asistir a la final de la Copa Intercontinental en que Peñarol goleó 5-0 al Benfica en Portugal. Sanbomba llegó con lo justo luego de un mes de viaje en barco para asistir al triunfo de su equipo. Pero no le alcanzaba para el regreso. Así que tuvo que recurrir a la solidaridad de los campeones intercontinentales para poder volver a su país.
El espíritu indoblegable de los hinchas carboneros los llevó en 2011 a juntar 35.000 dólares vendiendo bonos y rifas para confeccionar la bandera más grande del mundo, por supuesto de color amarillo y negro. El trabajo –expuesto en una foto del museo– fue encargado a un argentino pintor de banderas gigantes, llamado Rody Soria, y llevó tres meses. El 12 de abril de 2011 los hinchas de Peñarol la estrenaron en el Estadio Centenario para un partido por la Copa Libertadores contra Independiente de Avellaneda, con sus 309 metros de largo y 46 de ancho (14.214 metros cuadrados).
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