Domingo, 24 de agosto de 2003 | Hoy
SANTIAGO DEL ESTERO FIESTA DE LOS CARABAJAL EN LA BANDA
En el mes de agosto de cada año, en la ciudad de La Banda, a 8 kilómetros de la capital santiagueña, la casa de la familia Carabajal se convierte en un lugar de encuentro musical al que asisten más de dos mil personas provenientes de diferentes provincias del país y del exterior.
Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano, todo se vuelve fiesta
cuando ellas vuelan junto a los pájaros”, escribió Peteco
Carabajal. En una casa del barrio Los Lagos de La Banda, María Luisa
Paz de Carabajal y Francisco Rosario Carabajal criaron a sus doce hijos y después
a los numerosos nietos. Circundada por calles de tierra, esta humilde morada
se convirtió con el paso de los años en la cuna de varias generaciones
de artistas de nuestra cultura popular. María Luisa, “la abuela”,
el espíritu onmipresente en todo momento, erigió con su carisma
y su trabajo un lugar de encuentro para la familia, cada vez más numerosa,
e inspiró muchas canciones que reflejan las tradiciones populares.
Al transitar por la casa se percibe lo tangible y lo intangible de su existencia.
Un camino de tierra conduce el paso hasta cualquiera de las dos entradas de
su patio con techo de quincho. Un pequeño muro, apenas sugerido, permite
ver el interior que sólo atesora un simple horno de barro y unas mesas
distribuidas al azar, especialmente preparadas para quienes se vean tentados
a probar una exquisita comida típica en un espacio que no se siente ajeno
sino compartido. También es inevitable conmoverse por lo intangible:
la hospitalidad de su gente, la sonrisa franca y el relato sincero de una vida
entera dedicada a la música.
Muchos de los temas creados por los Carabajal cuentan las historias vividas
en el patio de esa pequeña casa donde lo cotidiano supo volverse mágico.
Como en Santiago del Estero las leyendas y los mitos son parte esencial de las
creencias de su gente, Doña Luisa, personaje de leyenda si los hay, se
convirtió en la “madre de la chacarera” y, aunque falleció
hace diez años, en el día de su cumpleaños muchos de los
miembros de la familia Carabajal, que llegan casi al medio centenar, se reúnen
cada 16 de agosto en el mismo patio donde crecieron bajo el abrazo protector
y cálido de la abuela.
Y aquello que al principio sólo era un clásico festejo familiar
se fue convirtiendo, paulatinamente, en el epicentro de miles de personas que
hacen de las zambas y las chacareras su música de culto. Sin protocolos
ni invitaciones llegan cada año de diversos lugares del país para
recorrer la ciudad de La Banda, esa “con sus casitas bajas, sus patios
solariegos, callecitas de tierra que de tarde se riegan”, o para sentarse
en el viejo patio a disfrutar de sabrosos tamales, locros y empanadas preparados
con las incomparables recetas de antaño. Ya no son las manos de la abuela,
sino aquellas de las madres y mujeres de todos los Carabajal las que representan,
como dice la canción, un cielo abierto y un recuerdo añorado.
Peña abierta Este año, la fiesta que
conmemora el cumpleaños de “la abuela” reunió como
siempre a numerosos artistas que subieron al escenario montado frente a la casa
para tocar algunos de los temas más conocidos ante más de dos
mil personas de todas las edades. Desde varios días antes fueron llegando,
provenientes de diferentes provincias de nuestro país, para acampar o
buscar hotel en La Banda o en la capital. También se mezclaron con el
público argentino algunos europeos maravillados por la energía
que contagia esta verdadera fiesta popular. Como no se trata de un festival
comercial, no hubo límites para los músicos que se acercaron y
subieron al escenario a tocar de manera espontánea, despertando en el
público presente las ganas de bailar hasta el amanecer. Al mismo tiempo
que el patio se vestía con blancos pañuelos, en el Estadio Olímpico
situado a unas cuadras de allí se llevó a cabo el “Carabajalazo”,
un evento multitudinario protagonizado por numerosos artistas invitados y los
más destacados músicos de la familia, entre los que se cuentan
Carlos, Cuti, Roberto, Cali, Musha y Peteco Carabajal. El domingo 17 de agosto
volvieron a reunirse frente a la casa de la abuela en un encuentro único
que reunió a intérpretes de diferentes regiones del país.
Pero el verdadero secreto de este espacio de convocatoria de la música
tradicional de Santiago del Estero es que permanece vivo en el patio de la casa
de la abuela, allá en el barrio de Los Lagos, que todos los domingosdel
año sigue siendo una peña abierta donde danzan las voces de la
memoria. Será, como escribieron Carlos y Peteco Carabajal en “La
Mazamorra”, que “Hay ciudades que ignoran su gusto americano / y
muchos que olvidaron su sabor argentino. / Pero ella será siempre lo
que fue para el Inca / nodriza de los pobres en el páramo andino”.
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